Hinchazón abdominal y diarrea: ¿cómo cuidar la salud intestinal?

El desequilibrio en la microbiota intestinal puede generar alteraciones en el sistema inmune, patologías dermatológicas y complicaciones en el embarazo.

La microbiota intestinal es el conjunto de microorganismos que viven en nuestro intestino en una relación de simbiosis. El Dr. Sergio Sevilla Ribota, especialista en Aparato Digestivo, explica que “la microbiota intestinal está formada fundamentalmente por bacterias, pero también están presentes hongos, arqueas, virus y parásitos. La mayoría de estos microorganismos son beneficiosos para nuestra salud digestiva y extradigestiva”.

Sin embargo, puede existir una alteración o desequilibrio de nuestra microbiota, que se denomina disbiosis intestinal y se produce cuando existe un aumento de bacterias perjudiciales o un desequilibrio entre las bacterias “buenas” y “malas”. Cuando hay un aumento de bacterias perjudiciales, lo denominamos sobrecrecimiento bacteriano del intestino delgado (SIBO, por sus siglas en inglés).

Los síntomas del desequilibrio en la microbiota intestinal

Según el Dr. Sevilla, desde el punto de vista digestivo, el síntoma más frecuente es la hinchazón abdominal, sobre todo tras la ingesta de ciertos alimentos, acompañada de gases y meteorismo.

Además, explica el experto, “otro síntoma común es la diarrea, principalmente de tipo explosivo por la presencia de abundante gas. Cuando hay una malabsorción de grasas se puede presentar la esteatorrea, que consiste en diarrea con grasa en las heces. Se puede determinar porque flotan y quedan pegadas al inodoro. Por último, en casos extremos, puede existir una pérdida de peso y deficiencia de vitaminas liposolubles como la A, D, E y K”.

Por otro lado, existen manifestaciones extradigestivas en los pacientes con desequilibrio en la microbiota intestinal, como la cefalea, fatiga crónica, enfermedades autoinmunes, alteraciones menstruales, halitosis, dermatitis y dolores osteomusculares.

Alteraciones en el sistema inmune, acné y complicaciones en el embarazo: consecuencias de la disbiosis intestinal

Así como explica el Dr. Sevilla Ribota, las alteraciones o desequilibrios en la microbiota intestinal tienen consecuencias en todo el organismo. En relación a ello, la Dra. Bertina Ferrández, especialista en Nutrición y Dietética, asegura que “la microbiota ejerce un papel defensivo y modulador en nuestro sistema inmune, ya que funciona de barrera para que los microorganismos y tóxicos no pasen al torrente sanguíneo. Cuando la barrera se rompe, se pueden producir alergias, intolerancias, inmunosupresión o enfermedades autoinmunes”.

En el mismo sentido, en un artículo sobre la relación entre la microbiota y la salud de la piel, la Dra. María José Maroto, especialista en Medicina Estética, advierte que la permeabilidad intestinal produce una reacción en el organismo de tipo inflamatorio: “puede significar el inicio de determinadas patologías dermatológicas, principalmente el acné, rosácea, eccemas, psoriasis e, incluso, envejecimiento prematuro de la piel”.

La microbiota está presente en todo el organismo, por lo que puede influir, entre otras cosas, en la reproducción humana. En el artículo “Probióticos, fertilidad y microbiota”, el especialista en Ginecología, Dr. Francisco Ros, hace referencia a la relación entre estos tres aspectos y asegura que la existencia de un desequilibrio en el endometrio puede producir fallos de implantación o abortos de repetición.

Causas más frecuentes de la disbiosis intestinal

Según el Dr. Sevilla Ribota, “en la mayoría de los casos el desequilibrio en la microbiota intestinal es generado por la presencia de bacterias que quedan atrapadas o estancadas en el intestino delgado y que no deberían de estar allí. En condiciones normales, estas bacterias deberían estar en el intestino grueso, que es el último tramo del tubo digestivo”.

Por tanto, todas aquellas situaciones que favorezcan la retención de bacterias o la migración de las mismas del intestino grueso al delgado podrían ser causa de disbiosis intestinal. 

  • Hipoclorhidria o disminución de la secreción ácida gástrica: cuando la primera barrera de defensa del tubo digestivo se encuentra alterada. Esto se produce en casos de gastritis crónicas.
  • Uso de fármacos que alteran la microbiota intestinal: antiácidos, fármacos que disminuyen el ácido clorhídrico del estómago y antibióticos, entre otros.
  • Infecciones gastrointestinales: como las gastroenteritis agudas o la infección por Helicobacter Pylori, una bacteria del estómago que en la mayoría de los casos convive con nosotros.
  • Baja motilidad intestinal o disminución del Complejo Migratorio Motor (CMM): fármacos que enlentecen el movimiento del intestino delgado, enfermedades neuronales, gastroparesias, Diabetes Mellitus, hipotiroidismo y personas con estreñimiento crónico.
  • Sobrepeso u obesidad.
  • Alteraciones anatómicas: cirugías previas, estenosis, divertículos, síndrome de intestino corto.
  • Alteraciones de la inmunidad intestinal, como por ejemplo el déficit de inmunoglobulinas (IgA el más frecuente) o VIH.
  • Enfermedades que afectan a la mucosa del intestino delgado: enfermedad celíaca y enfermedad de Crohn.

Por último, otras causas que pueden afectar al desequilibrio en la microbiota son el consumo crónico de alcohol y la edad avanzada.

El impacto del uso de antibióticos en la microbiota intestinal

El experto en Aparato Digestivo advierte que el uso de antibióticos puede destruir o alterar parte de nuestra flora bacteriana intestinal y, por tanto, producir un desequilibro entre las bacterias “buenas” y “malas”, ocasionando una disbiosis intestinal.

“Una de las múltiples líneas de tratamiento del SIBO es la toma de antibioterapia. En muchas ocasiones, el uso crónico, incontrolado o indebido de antibióticos es la causa de la disbiosis intestinal que, si se trata con más antibióticos, puede generar un círculo vicioso muy perjudicial para el paciente”, explica el doctor.

Por otro lado, los antibióticos pueden condicionar un sobrecrecimiento de hongos, sobre todo de Candida en el intestino delgado, un hongo relacionado con el denominado sobrecrecimiento fúngico en intestino delgado (SIFO), muchas veces infradiagnosticado.

Alimentación saludable, ejercicio físico, abundante agua y probióticos: el tratamiento de la disbiosis intestinal

Según el Dr. Sevilla, “la alimentación es un aspecto clave, pero no es suficiente para restaurar una microbiota intestinal alterada”. Para ello, el especialista recomienda las siguientes líneas de tratamiento:

  1. Estilo de vida saludable:
    • Contacto con la naturaleza siempre que sea posible.
    • Control del estrés y la ansiedad.
    • Evitar el consumo de bebidas alcohólicas.
    • Tener una adecuada higiene del sueño.
  2. Estimulación del Complejo Migratorio Motor (CMM):
    • Ejercicio físico moderado para potenciar el movimiento del intestino delgado. La Organización Mundial de la Salud, en sus directrices sobre actividad física y hábitos sedentarios, recomienda al menos entre 150 a 300 minutos de actividad física aeróbica de intensidad moderada o vigorosa por semana para todos los adultos (entre 20 y 40 minutos al día).
    • Adecuada ingesta de agua: siempre que no exista una contraindicación médica, la OMS recomienda la ingesta de unos 2.5-3L de agua al día en un adulto sano para mantener el intestino hidratado y favorecer el aclaramiento de las bacterias e impedir que se queden estancadas.
    • Procinéticos: alimentos como el AOVE, kiwi, ciruelas, café o fitoterapia (plantas y hierbas: por ejemplo, el aloe vera) que estimulan el movimiento intestinal.
  3. Alimentación: puede ser útil reducir el aporte de lactosa y de hidratos de carbono no absorbibles y fibra insoluble, ya que pueden exacerbar los síntomas. Para ello ofreceremos una dieta baja en FODMAPS (fructooligosacáridos, disacáridos, monosacáridos y monosacáridos fermentables). Además, debemos incorporar en nuestra dieta frutas, verduras y fibra soluble. Es recomendable la supervisión del personal sanitario como médicos o nutricionistas para lograr una adecuada estrategia nutricional.

  4. Antibióticos: Es clave que el médico dictamine si el paciente presenta una disbiosis con o sin SIBO asociado. Para ello existen test respiratorios que determinan la concentración de bacterias en nuestro intestino delgado. Si el test del aliento da positivo en hidrógeno, se puede iniciar el tratamiento con Rifaximina, un antibiótico de amplio espectro de acción local del tubo digestivo que destruye a las bacterias en la luz del ID. En el caso de que haya elevación de metano, otro gas medible en el test del aliento, se suele utilizar más de un antibiótico.

  5. Microbioterapia o probióticos: siempre individualizado y dirigido por un especialista.

  6. Trasplante de heces (aprobado en EEUU): consiste en introducir en el tubo digestivo del paciente enfermo las heces de un donante sano, que tienen un microbioma equilibrado, para que las nuevas bacterias colonicen el intestino del paciente y “desplacen” a los microorganismos “malos”, eliminando de esta forma la infección. Este método ha demostrado ser muy efectivo para combatir infecciones por Clostridium difficile.

    Sin embargo, para llevar a cabo este tipo de trasplante, es necesario recurrir a pruebas digestivas invasivas como la colonoscopia, sonda nasogástrica o enemas. Por ello, ya se están desarrollando nuevas técnicas, menos invasivas, mediante cápsulas rellenas de heces (fase experimental) que no liberan su contenido hasta que entran en contacto con el intestino delgado. Con la aprobación de esta indicación se abren caminos hacia el futuro para el tratamiento de enfermedades inflamatorias intestinales crónicas tan prevalentes como la enfermedad de Crohn o en entidades como el síndrome del intestino irritable.

Las ventajas del tratamiento con probióticos

Existen cientos de cepas diferentes de probióticos y no cualquier probiótico vale para cualquier paciente. Por esta razón, es muy recomendable que el tratamiento mediante microbioterapia, que se realiza con los denominados probióticos, sea llevado a cabo por un experto en microbiota y SIBO.

La Dra. Maroto explica que los probióticos “son microorganismos vivos que, al ser agregados como suplemento en la dieta en cantidades adecuadas, favorecen el desarrollo de la flora microbiana del intestino. Al consumirlos se introducen bacterias en nuestro organismo, que ayudan a reforzar la barrera protectora, combatir las bacterias dañinas y controlar futuras inflamaciones”.

Por su parte, el Dr. Sevilla Ribota afirma que “es muy importante individualizar el tratamiento de cada paciente, en función de sus síntomas y del tipo de microbiota que presenta. De esta manera, se pueden seleccionar de forma personalizada aquellas cepas de bacterias que serán de utilidad para los determinados síntomas o patología que tiene cada paciente”.

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