Miedo y ansiedad: ¿cómo adaptarnos al desconfinamiento?

Written by: Dra. María José Serralta Gomis
Published:
Edited by: Patricia Pujante Crespo

La situación actual, de confinamiento y desconfinamiento a la vez, es algo excepcional e inédito. Solo con el paso del tiempo podremos observar las secuelas de esta situación.

 

¿Cómo nos afectará la falta de afecto, no poder dar besos ni abrazos?

La necesidad de dar y recibir afecto queda como atrapada en el tiempo. Si no podemos dar besos y abrazos necesitaremos expresar el afecto de otra forma, a través del lenguaje corporal: es posible que lloremos, que nos quedemos paralizados, cualquier emoción es válida y debemos aceptarla, no reprimirnos.

 

En estos tiempos cobra especial importancia el lenguaje de las miradas y, aún más, por encima de una mascarilla. A veces tenemos gestos que simbolizan nuestro amor y nuestro cariño: nos llevamos las manos al corazón, nos lanzamos un beso, adoptamos un saludo “a la japonesa”… En cualquier caso, la expresión de afecto no desaparece, puede estar cambiada pero no apagada.

Pareja paseando por un parque con mascarillas - deconfinamiento COVID-19 - by Top Doctors
El desconfinamiento puede provocar ciertos miedos y sentimiento de angustia,
pero deben seguirse las recomendaciones sanitarias sin caer en la exageración

 

¿Es normal tener miedo al contagio?

El miedo es una emoción primitiva completamente necesaria, puesto que nos prepara para la defensa de nuestra supervivencia: es un estado de alerta necesario. En otras circunstancias se convierte en un poderoso enemigo, ya que desencadena una reacción de estrés y ansiedad que daña gravemente la salud de la persona. La situación que estamos viviendo genera sentimientos de inseguridad, confusión, incertidumbre, miedo a lo desconocido, tristeza, rabia y tremenda angustia: los ciudadanos ven cómo una enfermedad desconocida es capaz de parar sus vidas, de provocar la muerte de personas cercanas y de demoler su sistema sanitario.

 

En estos momentos podemos afrontar este miedo apoyándonos en la responsabilidad individual en forma de prudencia y respeto a las recomendaciones sanitarias sin caer en la exageración y el catastrofismo. Es importante comunicar y compartir emociones, asegurarse de obtener informaciones fiables, científicas, huir del exceso de noticias y, ante síntomas de enfermedad, consultar a los especialistas.

 

Estos días se está hablando mucho del síndrome de la cabaña, ¿existe?

El llamado síndrome de la cabaña no existe como tal en la clasificación de las enfermedades, sino que representa un grupo de síntomas cuya base es la ansiedad con síntomas somáticos, tales como palpitaciones y temblor ante el miedo a salir a la calle después de un tiempo de estar encerrado. No es una agorafobia, que es el miedo a espacios abiertos que puede acompañarse de reacciones de pánico.

 

El origen de este síndrome procede del siglo XX, es el “cabin fever”. Se describió en los colonos americanos que pasaban largas temporadas en invierno dentro de sus cabañas. Cuando salían de nuevo a “la civilización”, presentaban síntomas depresivos, ansiosos y sensación de enclaustramiento.

 

En realidad, es una reacción de adaptación, no es una auténtica enfermedad pero puede llegar a serlo si su duración o intensidad llegan a ser incapacitantes. No es exclusivo de la situación de confinamiento actual, puede ocurrir en cualquier otra circunstancia en la que la persona haya estado recluida o aislada (enfermedad, duelo…). Además, puede existir un cierto grado de comodidad: “la zona de confort, lo que me da seguridad”. Esto último puede aparecer con más frecuencia en personas mayores o también en personas con cierto grado de inadaptación social.  Con los niños no suele ocurrir, ellos nos sorprenden muchas veces con su capacidad de adaptación; es posible que desarrollen cierto miedo “al bicho” que anda por ahí pero si se les explica razonadamente y con tranquilidad, son capaces de entender y respetar las normas, incluso más que los adultos. Con los adolescentes debemos vigilar de cerca que no estemos potenciando el aislamiento y favoreciendo las conductas adictivas a tecnologías, videojuegos…

 

En cualquier caso, influye notablemente la personalidad previa y los mecanismos de adaptación y estrategias de afrontamiento previas.

 

Los síntomas se manifiestan de muchas maneras: embotamiento, falta de concentración y de memoria, apatía, inquietud o desasosiego, angustia, desgana, abandono de hábitos saludables, frustración, ausencia de expectativas y de ilusión, fatiga fácil, alteraciones del sueño. Si la intensidad y la duración aumentan, pueden llegar a cumplir criterios de una depresión mayor y necesitarían un abordaje específico por parte del especialista en Psiquiatría.

 

¿Ha habido durante el confinamiento un incremento en las consultas por estrés, ansiedad, angustia y miedo?

Una de las consultas más frecuentes durante el confinamiento ha sido el miedo y la angustia. Debido a la actual pandemia por el COVID-19 que ha provocado tantos ingresos hospitalarios y ha colapsado Unidades de Cuidados Intensivos (UCIs) por la gravedad del cuadro clínico, la repercusión emocional de la enfermedad ha sido tremenda. Consideramos que, con la alarma social sobre el COVID-19, el simple hecho de decirle a una persona que tiene la infección probablemente induzca reacciones de ansiedad, miedo y terror.

 

Como se ha comentado anteriormente, se trata de una situación que no esperábamos, desconocida, con constantes informaciones en los medios de comunicación, unas científicas pero también otras falsas que generan continuas dudas. Todo ello genera incertidumbre, indefensión, estigma y miedo a la muerte que, además, se produce en absoluta soledad. Los ciudadanos perciben que su sistema sanitario se colapsa y que los profesionales sanitarios que les cuidan también están expuestos al peligro de la enfermedad.

 

La característica esencial de esta etapa es el desarrollo de síntomas característicos que también aparecen posteriormente a la exposición de uno o más eventos traumáticos (agresiones, ataques terroristas, desastres naturales y humanos como huracanes, terremotos o pandemias). Ante esto, en algunas personas se puede presentar una fuerte respuesta de enfado, irritabilidad e incluso agresividad.

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By Dra. María José Serralta Gomis
Psychiatry

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