Síndromes postpandemia: ¿qué otras consecuencias ha tenido la Covid-19 en nuestra salud?

La Covid-19 ha provocado consecuencias en la salud no solamente durante la infección aguda sino también a posteriori, persistiendo algunos síntomas tiempo después. Con el objetivo de analizar los síndromes post-Covid y los trastornos considerados raros que ha generado la enfermedad en diversos ámbitos de nuestra salud hablamos con tres especialistas miembros de Top Doctors, la Dra. Isabel de la Azuela, especialista en Medicina Interna, la Dra. Bertina Ferrández, nutricionista, y el Dr. Sergio Oliveros, psiquiatra.

¿Qué es el síndrome post-Covid?

El síndrome post-Covid hace referencia a las consecuencias en salud o síntomas que persisten tras 12 semanas desde la infección aguda por coronavirus, cuando no existen otras enfermedades que los causen. El coronavirus persistente se define como el conjunto de molestias o signos y síntomas que se mantienen durante más de 12 semanas y que engloba muchos síntomas en los distintos sistemas y aparatos internos.

Los más comunes se relacionan con problemas trombóticos, trastornos psiquiátricos, pulmonares, cardíacos, renales, neurológicos y reproductivos, según indica la Dra. Isabel de la Azuela, especialista en Medicina Interna. Y es que, nos explica que, en su consulta “es frecuente ver revisiones de casos graves que han precisado hospitalización y vemos consecuencias derivadas de la estancia hospitalaria, al haber sido pacientes de cierta gravedad, como el síndrome post-UCI. Destacan aquí la afectación neurológica y muscular, fatigabilidad y astenia intensa (cansancio), así como alteraciones psiquiátricas y cognitivas. Sin embargo, también hay síntomas sutiles, y es importante mantener una actitud vigilante, ya que cuanto más precoz sea el diagnóstico, mejor podremos ajustar el tratamiento”.

¿Qué otros síndromes o pseudosíndromes raros se han observado después de la pandemia?

Además del síndrome post-Covid se han observado muchos síndromes o pseudosíndromes derivados de rutinas que ya habíamos adoptado como normales, como llevar mascarilla o estar en casa. Entre ellos se encuentran el síndrome de la cabaña (angustia a estar encerrado) o el síndrome de la cara vacía (sentirse vulnerable a quitarse la mascarilla) pero también actitudes y síndromes de hipocondría, según explica la Dra. de la Azuela. Otros pacientes manifiestan trastornos del ánimo y, sobre todo, trastornos de ansiedad, al reincorporarse de nuevo a las rutinas, e incluso trastornos psicopáticos que antes quedaban “compensados”, y muchos requieren tratamiento de psicoterapia.

¿Qué trastornos psicológicos y psiquiátricos se han exacerbado?

Y es que el ser humano reacciona con máxima eficacia ante factores de estrés puntuales e intensos para asegurar nuestra supervivencia, tal como explica el Dr. Sergio Oliveros, psiquiatra, pero “nuestra capacidad para tolerar el estrés mantenido es mucho más pobre, lo que se traduce en costes físicos y mentales inmediatos. Durante meses hemos afrontado la incertidumbre, el miedo al contagio, la inseguridad de nuestros gobernantes, la enfermedad, la muerte en solitario de familiares y amigos, el deterioro físico, el empobrecimiento, la sobrecarga laboral/desocupación, la privación de libertad, los cambios drásticos en la interacción social o la desconfianza derivada de las fake news”, explica Oliveros. Y ha sido el mantenimiento de este estrés el que ha provocado la prevalencia y aumento de trastornos mentales, algo que sigue creciendo actualmente.

Este estrés emocional ha sido mayor en determinados sectores profesionales cuya actividad se ha intensificado en pandemia (médicos, enfermer@s, auxiliares), así como aquellos que han estado en la retaguardia. Y, por supuesto, en los enfermos de Covid-19.

Las manifestaciones psiquiátricas secundarias a la Covid-19 más comunes, según datos del Dr. Sergio Oliveros, son:

  • Ansiedad: afecta a un 34% en la población general, que aumenta a un 36% en pacientes COVID y a un 41% en sanitarios.
  • Insomnio: afecta al 40% de la población, incrementándose a un 43% en sanitarios y a un 82% en pacientes COVID.
  • Estrés postraumático: afecta al 15% de la población, porcentaje que aumenta al 50% en sanitarios y 96% en enfermos COVID.
  • Depresión: el 31% de la población sufre depresión (que aumentó al 38% en cuarentena), al 42% en sanitarios y al 42% en pacientes COVID.
  • Fatiga mental: afecta al 19,9% de la población.
  • Labilidad emocional: el 23,5% de la población.
  • Disminución de la atención y la concentración: afecta al 19,3% de la población.
  • Abuso de alcohol y drogas: afecta al 56,7% de la población, duplicándose, sobre todo, en hombres.
  • Euforia: afecta al 10,8% de la población.
  • Burnout: no ha sido estudiado como trastorno independiente, a pesar de que es evidente que ha sido muy extendido.
  • Suicidio: ha aumentado, sin establecerse un porcentaje específico.

Por otra parte, es importante destacar que la falta de acceso a centros especializados en salud mental ha aumentado la automedicación, lo que puede conllevar también trastornos crónicos por tratamientos inadecuados o insuficientes. Además, las bajas laborales por afectación psiquiátrica han aumentado, especialmente en el entorno sanitario (el más importante y el que más carencias de personal sufría) y está demostrado que las personas que más noticias sobre Covid-19 leen experimentan más ansiedad, así como una exacerbación de síntomas depresivos.

¿Ha producido el sedentarismo y el “estar en casa” más problemas nutricionales?

Si bien es cierto que muchas personas han cambiado sus hábitos y practican más deporte o llevan una alimentación más saludable, en otras personas ha empeorado su calidad de vida debido al sedentarismo durante el confinamiento y el abuso de la comida basura, según indica la Dra. Bertina Ferrándiz, especialista en Nutrición y Dietética. “Actualmente, en niños y adolescentes, existe un 40% de obesidad, datos bastante alarmantes que nos indican que algo no estamos haciendo bien”, explica la doctora.

Hay un porcentaje de población que hizo cambios en su día a día con anterioridad que comentan que se dieron cuenta de la importancia del ejercicio físico y que, tras tantos días con tiempo para cocinar, han adquirido dotes de cocina y, lo más importante, de cocina saludable. En cambio, la Dra. Ferrándiz explica que: “hay otro porcentaje de población que tenía pensado hacer estos cambios pero se vieron frenados por el confinamiento, y vemos muchos problemas de sueño alterado, hábitos de comidas irregulares y poca práctica de actividad física, problemas que se dan, cada vez más, en gente joven”.

Y es que vivimos en una sociedad obesogénica, donde tenemos a nuestro alcance muchos alimentos procesados y precocinados. De ahí la importancia de que la población sea consciente de que la salud no dependa de hacer una dieta milagrosa, como explica la Dra. Ferrándiz, sino de que, estar sanos, depende de llevar un estilo de vida saludable con una dieta estructurada y equilibrada junto a la práctica de ejercicio físico.

En relación a lo anterior, la Dra. de la Azuela también incide en el empeoramiento general de los hábitos saludables en cuanto a alimentación, observando en consulta muchos casos de sobrepeso y obesidad, y las consecuencias que implica: hipertensión arterial, hipercolesterolemia, aumento del riesgo cardiovascular, y los trastornos de ánimo y ansiedad que se derivan.

Disminución de la atención sanitaria durante la pandemia: consecuencias en pacientes crónicos e infradiagnósticos

Durante la pandemia ha habido una disminución de las revisiones reglamentarias que deberían haber llevado pacientes con enfermedades crónicas complejas o graves. Esto, como indica la Dra. de la Azuela, ha hecho que sus patologías se hayan agravado y alerta de que “nunca es una solución aplazar el seguimiento o control médico, especialmente en pandemia”. A esto se une el hecho de que muchos pacientes no han acudido a consulta ni a urgencias por miedo, lo que ha aumentado la mortalidad de algunas enfermedades, especialmente cardiovasculares.

Por otra parte, incluso en los pacientes más disciplinados se ha observado cierto rechazo al ámbito sanitario. Esto se debe, en parte, a las duras experiencias durante la pandemia pero, en otros casos, a actitudes de negación ante la enfermedad en este contexto, donde cobran especial importancia pacientes con sospecha de tumores o enfermedades ocultas en estudio.

La Dra. de la Azuela define la situación actual como una falta de cohesión, a veces, entre especialistas, a lo que se une la falta de información y, como consecuencia, la dificultad de resolución de los casos. Y asume que la responsabilidad de su especialidad, de los internistas, es conseguir esa cohesión de la información, de los distintos órganos y sistemas. “Al fin y al cabo, la Medicina debe buscar el bien del paciente y se debe mejorar la comunicación y coordinación de los profesionales con ese objetivo, asegurando que el paciente reciba una asistencia multidisciplinar ordenada”, concluye.

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