Adicción a las benzodiacepinas: ¿cómo se desarrolla esta dependencia?

Las benzodiacepinas son una clase de medicamentos generalmente utilizados para el tratamiento de patologías como:

• La ansiedad.
• El insomnio.
• El alcoholismo.
• Las convulsiones.
• Los espasmos musculares.

Estos fármacos tienen una acción depresora en el sistema nervioso central, lo cual se traduce en un efecto tranquilizante, que induce al sueño y relaja los músculos.

Sin embargo, el uso que antaño se daba a las benzodiacepinas, hoy en día ha evidenciado su potencial para generar tolerancia y dependencia. Por esta razón, es imprescindible usarlas con precaución y durante un periodo de tiempo breve.

En este sentido, el descubrimiento del potencial adictivo de este fármaco usado para el tratamiento de síntomas tan comunes ha movilizado la investigación orientada a hallar fármacos no benzodiacepínicos para abordar dichas afecciones.

¿Cuáles son los efectos secundarios de este medicamento?

Como hemos dicho, su principal efecto adverso es su potencial de generar tolerancia (necesitar mayores dosis para el mismo efecto) y dependencia.

No obstante, existen otros efectos secundarios derivados del uso de las benzodiacepinas, cuya intensidad y naturaleza variarán en función del individuo y de la dosis. Algunos de los efectos secundarios más comunes son:

• Somnolencia y/o fatiga.
• Debilidad muscular.
• Mareos.
• Problemas de coordinación o equilibrio.
• Visión borrosa.
  
  Asimismo, de forma menos frecuente, pueden aparecer efectos secundarios más serios como:
  • Problemas de sueño (insomnio).
  • Problemas de memoria, atención y concentración.
  • Depresión, disforia, inestabilidad del humor.
  • Confusión.

En cualquier caso, es fundamental la supervisión del tratamiento de esta patología por un especialista en Psiquiatría. Aún más, al tener en cuenta el extendido hábito a la automedicación y a tratamientos prolongados sin un adecuado seguimiento pudiendo convertirse en fármacos de riesgo.

¿Cómo se desarrolla esta dependencia?

Depende de la vulnerabilidad individual, la dependencia a las benzodiacepinas puede desarrollarse incluso cuando se toma este medicamento en las dosis prescritas y en un corto periodo de tiempo.

Asimismo, cuando hablamos de dependencia podemos implicar tanto a la dependencia física como psicológica:

• Dependencia física. Ocurre cuando el cuerpo se acostumbra a la presencia constante del medicamento, y el usuario experimenta síntomas de abstinencia cuando se reduce o se detiene el uso.

• Dependencia psicológica. Es cuando una persona siente una necesidad o deseo de continuar usando la sustancia, a menudo debido a los efectos que produce, como la reducción de la ansiedad.

¿Cómo puede prevenirse?

La prevención de la dependencia se basa principalmente en el uso responsable y regulado de estos fármacos.

Algunas medidas para facilitar un empleo moderado de este tipo de medicamento son:

• Uso a corto plazo. Utilizar benzodiacepinas solo durante el período de tiempo más corto posible.

• Seguir las indicaciones. Tomar el medicamento exactamente como lo prescribe el médico especialista, sin aumentar la dosis por cuenta propia.
• Comunicación con profesionales de la salud. Hablar abiertamente con los profesionales de la salud sobre cualquier inquietud, efectos secundarios, o si se siente la necesidad de aumentar la dosis.
• Informarse sobre estrategias alternativas. Consultar al médico especialista sobre las posibles alternativas existentes para cada caso.
• Poner en práctica estrategias complementarias. Utilizar estrategias alternativas para manejar la ansiedad o el insomnio, como terapias cognitivo-conductuales, técnicas de relajación o cambios en el estilo de vida.

¿En qué se diferencia un uso a corto plazo y a largo plazo de las benzodiacepinas?

El empleo de benzodiacepinas puede darse a corto o largo plazo y cada uno tiene sus propias implicaciones y riesgos:

• Uso a corto plazo (hasta 2-4 semanas). Actualmente, se evita prescribir el tratamiento con benzodiacepinas sin que este esté complementado por otros fármacos que permitan su retirada a corto plazo.
  A pesar de que a corto plazo el riesgo a desarrollar dependencia es mucho menor que con el uso a largo plazo, este todavía es relevante. Además, los pacientes pueden experimentar efectos secundarios como:
  • Somnolencia.
  • Mareos.
  • Debilidad muscular.
  • Bradipsiquia, es decir, lentitud cognitiva en el pensamiento.
     

             Asimismo, cuando se prescribe a corto plazo, esta medicación suele estar destinada a los siguientes objetivos:

• Controlar episodios agudos de ansiedad o insomnio.
• Contención de crisis de descontrol y agresividad en contextos de sintomatología psicótica o consumo de tóxicos.
• Tratamiento sintomático de episodios depresivos y otros trastornos del ánimo.

• Uso a largo plazo (más de 4 semanas). Aunque actualmente siempre se intenta evitar el uso de benzodiacepinas a largo plazo mediante el uso de fármacos alternativos, antaño se empleaba para el tratamiento de patologías crónicas.

El principal riesgo de las benzodiacepinas a largo plazo es su alta probabilidad de generar dependencia y otros síntomas relacionados:

• Síndrome de abstinencia.
• Tolerancia al medicamento, es decir, la necesidad de administrar más medicamento para lograr el mismo efecto.
• Efectos secundarios más severos, como problemas de memoria y concentración.

En cualquier caso, es crucial que cualquier uso de benzodiacepina, ya sea a corto o largo plazo, sea supervisado por un especialista para gestionar los riesgos y asegurar que se esté haciendo un uso seguro y eficaz del medicamento. Además, si se anticipa la necesidad de este tratamiento a largo plazo, deben explorarse siempre opciones de tratamiento alternativas.

¿Cómo se deja de tomar benzodiacepinas de forma segura?

Dado el alto riesgo de producir síntomas de abstinencia que caracteriza a las benzodiacepinas, abandonar un tratamiento de este fármaco debe de hacerse de la misma manera que comenzarlo: con extrema precaución y, preferentemente, bajo la supervisión de un profesional de la salud. Esto es especialmente necesario si se han estado utilizando estos fármacos durante un período prolongado de tiempo.

A continuación, se enlistan algunas recomendaciones sobre cómo se podría gestionar la interrupción del uso de benzodiacepinas de forma segura:

• Reducción gradual. Durante la interrupción de este tratamiento, las dosis suelen reducirse de forma gradual. En este sentido, es posible que el profesional de la salud decida establecer un plan de retirada que defina cómo y cuándo reducir dichas dosis y, en cualquier caso, es fundamental que el paciente tenga citas regulares con el especialista para monitorizar el progreso y ajustar dicho plan.
• Manejo de los síntomas de abstinencia. El paciente tendrá que estar atento ante la aparición de posibles síntomas de abstinencia (ansiedad, insomnio, sudoración, temblores, etc.). En algunos casos, los especialistas pueden prescribir medicamentos adicionales para gestionar esta sintomatología.
• Estrategias psico-educativas. Participar en terapia, asesoramiento psicológico o incluso unirse a un grupo de apoyo puede proporcionar apoyo adicional durante el proceso de retirada. En este sentido, técnicas como la meditación o el yoga también pueden resultar extremadamente útiles para manejar el estrés y la ansiedad inherentes al proceso.