Psicoanálisis: un proceso de transformación personal a través del lenguaje

Written by: Anabel López
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Edited by: Margarita Marquès

El sufrimiento y el malestar afecta a personas de todas las edades y clases sociales. Entendemos los síntomas que llevan a consultar como resultado de un trabajo psíquico inconsciente.

 

Son de diversa índole e intensidad, y van desde actos o rituales que pueden llegar a convertirse en acciones limitantes: dificultades para relacionarse con otros, para salir de casa, fobias y miedos (racionales o no), tristeza, depresión, ansiedad y angustia, entre otros.

 

La terapia psicoanalítica es un proceso del que partimos de los síntomas, producto de un trabajo psíquico inconsciente, para construir las causas que lo han determinado. El psicoanálisis es eficaz para aquellos que están dispuestos a iniciar un proceso terapéutico, porque sufren y desean saber las causas de ese sufrimiento.

 

La terapia psicoanalítica es un proceso del que partimos de los
síntomas para construir las causas que lo han determinado 

 

¿De qué se trata un psicoanálisis?

Planteamos el tratamiento psicoanalítico como una cura que se desarrolla durante un tiempo: tiene un principio y un final. Proponemos a la persona que consulta que relate su problemática. La regla fundamental a la que el paciente comunicar todo lo que se le ocurra, desde un principio, lo llamamos asociación libre.

 

Cuando una persona habla, intenta no perder el hilo de lo que está diciendo, pero puede dejar de lado todas las ocurrencias e ideas que le harían perder el hilo del relato. En cambio, en un psicoanálisis se propone proceder de otro modo, cuando el paciente habla, acuden a su pensamiento diversas ideas: tales como ‘esto que digo no tiene nada que ver con lo que estoy contando’, o ‘no tiene importancia’, o ‘es un error’.

 

Como psicoanalista animo a la persona a que siga relatando a pesar de esa tendencia a silenciarlo, callarlo o restarle importancia. La regla de la asociación libre implica decir todo lo que acude al pensamiento sin callar algo por más que sea desagradable de decir.

 

Es a través del acto de hablar y de decir y, de esta manera, puede aflorar algo que la persona no se ha propuesto decir y lo sorprenda. Este es un efecto de lo inconsciente, lo llamamos acto fallido o lapsus: tiene un sentido para el que habla y en un análisis se trata de averiguarlo.

 

Al proponer hablar, proponemos charlar, pero no de cualquier cosa, no se trata de hablar por hablar, sino de que el sujeto está implicado en lo que está diciendo, que signifique algo y que le afecte. Es parte del proceso analítico que la persona pueda recordar aquello que, por olvidado o por reprimido, es causa de sus síntomas y de su sufrimiento psíquico actual. Freud compara el proceso analítico con el trabajo del escultor. La escultura trabaja, quita de la piedra aquello que recubre una forma preexistente en ella. Así es como trabaja el psicoanálisis, retirando todo lo que enmascara, desvelando una fisonomía oculta.

 

Hay pacientes que preparan previamente lo que van a decir en la sesión con el pretexto de aprovechar el tiempo. Pero en esta conducta se oculta una resistencia, disfrazada de celoso interés por el análisis. Aunque el sujeto crea sinceramente en su propósito, la resistencia impondrá su intervención en la preparación de la sesión y logrará que el material más valioso se eluda.

 

Para que el acto analítico acontezca, el psicoanalista dirige la cura de modo que en ella se suceden acontecimientos que produzcan cambios en el discurso del analizante. El analista además de escuchar el relato del paciente, pregunta, guarda silencio, destaca alguna frase, interpreta, puntualiza.

 

El psicoanalista nunca dirige la vida del paciente, ni qué decisiones debe tomar, cómo tiene que vivir o qué pareja le conviene elegir. Tampoco es un confesor, ni un amigo, ni un juez; su función no es ni perdonar ni comprender, sino la de ofrecer con su escucha un lugar para que el sujeto en análisis pueda proyectar sus conflictos y dificultades para poder reconocerlos, elaborarlos y subjetivarlos. En el trabajo analítico es interesante que se establezca un vínculo afectivo, de confianza entre el analista y el analizante.

 

El psicoanálisis propone un tratamiento psíquico de las perturbaciones anímicas o corporales desde el alma, utilizando recursos que, de manera primaria e inmediata, influyen sobre lo anímico del sujeto: la palabra. Las palabras son el instrumento esencial del tratamiento anímico.

 

Para algunos puede resultarles difícil concebir que unas perturbaciones patológicas del cuerpo y del alma puedan eliminarse mediante palabras o interpretaciones que hace el analista. Escuchamos lapsus, sueños, chistes, palabras que se repiten e insisten para ser interpretadas.

 

La interpretación no es ninguna explicación racionalista sobre lo “que le pasa al paciente”, sino que tiene que ver más con una producción de sentido, una vez que se interpreta lo que se produce es otra cosa, el sujeto se moviliza, queda afectado, habla de otra cosa o de la misma, pero con otra lectura.

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By Anabel López
Psychology

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