Incertidumbre: aceptar que no podemos controlar todo

Escrito por: Ldo. Daniele Antonio Vasta
Publicado:
Editado por: Margarita Marquès

¿Qué es la incertidumbre? ¿Por qué nos preocupa tanto?

La incertidumbre es la falta de conocimiento de lo que va a pasar, la falta de certeza.

 

Nos preocupa tanto porque los seres humanos tenemos cierta tendencia al control. Esa actitud a veces nos beneficia, otras veces no.

 

No lo es, por ejemplo, en aquellos casos cuando percibimos de forma consciente o no, si estaremos suficientemente preparados para enfrentarnos a lo imprevisto, a algo que nos puede desestabilizar. El ser humano continuamente, inconsciente o conscientemente, tiende a interrogarse sobre si puede enfrentarlo. De todas formas, la incertidumbre está en la vida misma y forma parte de ella.

 

Tenemos que reconocer que no podemos llegar a controlar todo y
que la incertidumbre pertenece a las dinámicas de la misma vida

 

¿La incertidumbre puede ser incapacitante? ¿Qué efectos tiene sobre el organismo?

Sí, puede ser incapacitante. Frente a la incertidumbre podemos quedarnos bloqueados y responder desde distintas dimensiones: mental, emocional y física.

  • Mental: quedarnos pensando y activando un bucle continuo de pensamientos sobre la dificultad, sobre lo que deberíamos o podríamos hacer. Los pensamientos están centrados en la preocupación en vez de en la activación, en hacernos cargo de la situación o conseguir los recursos para enfrentarnos a lo que percibimos como difícil o catastrófico.
  • Emocional: el miedo es la emoción vinculada con la incertidumbre y la ansiedad y la preocupación los estados de ánimo que creamos y en los cuales podemos quedarnos atrapados.
  • Física: genera problemas de ansiedad y aumenta el nivel de estrés, con las consecuencias que eso comporta a nuestro organismo, entre algunos: problemas cardiacos o dermatológicos, hipertensión, obesidad, colon irritable o úlceras, inmunodepresión.

 

¿Cuáles son los desencadenantes de la incertidumbre?

Pueden ser varios. Por ejemplo, como hemos dicho, la tendencia como seres humanos a tenerlo todo bajo control, porque tenemos una visión antropocéntrica. Nos pensamos como el centro del mundo y no tenemos en cuenta que somos un elemento entre otros muchos elementos. Esto puede darse a raíz de los avances tecnológicos y científicos de los últimos 100 años, ya que hemos creado una idea del ser humano como todo poderoso. Hemos experimentado el crecimiento de las capacidades del individuo y creado la idea de poder, y deber, controlar todo aquello que está a su alrededor.

 

La incertidumbre se desencadena cuando algo se sale de nuestra capacidad de control y nos sentimos desestabilizados. Cuando nos vemos obligados a manejar los imprevistos y encontrar recursos tanto internos como externos para lidiar con las circunstancias.

 

Cuando estamos frente a una dificultad entra en juego el concepto de autoeficacia, es decir ¿cuánto soy bueno yo y qué recursos tengo para salirme con la mía?”. La idea de autoeficacia está vinculada a la idea de autoconcepto, la idea que tengo de mi mismo. Al hecho de tener una buena y positiva percepción de mí (buen autoconcepto), de saber qué tipo de recursos tengo y cuánto creo que sería eficaz a la hora de enfrentarme a determinadas circunstancias (percepción de autoeficacia).

 

La incertidumbre cuanto más tengamos la percepción de no estar suficientemente capacitados para lidiar con lo que no conocemos todavía, más impactará, y negativamente, en nuestra vida. Esa percepción puede darse porque hemos crecido con una idea de nosotros mismos que se ha ido construyendo a raíz de lo que hemos oído decir de nosotros en los entornos familiares y escolares. En algunas ocasiones, durante la terapia se va descubriendo que el paciente ha sido víctima de acoso, de bullying o de maltrato familiar, lo cual ha influido en su seguridad personal y en la confianza en sí mismo y hacia los demás. Puede que los padres, o figuras adultas de referencia, hayan tenido una comunicación negativa (“podrías haber hecho más”), o se hayan hecho continuas comparaciones con los hermanos. La inseguridad puede, además, ser consecuencia de manipulaciones activadas por algunas personas a las que hemos entregado cierto poder o reconocido cierta autoridad (otros familiares, amistades, parejas, compañeros de clase).

 

Asimismo, puede deberse a haber vivido circunstancias traumáticas como un desamor, una pérdida de trabajo o falta de éxito profesional o escolar. Eventos que pueden poner en crisis la percepción de estabilidad, de control o de comodidad.

 

¿Podemos aprender a afrontar la incertidumbre? ¿Cómo?

Tenemos que reconocer que no podemos llegar a controlar todo y que la incertidumbre pertenece a las dinámicas de la misma vida.

 

El segundo paso es empezar a conocer nuestras fortalezas y puntos débiles, para saber cómo enfrentarnos a situaciones X, saber qué nos faltaría por aprender para gestionarla. Asumiendo y aceptando, a la vez, sin autocastigarse, la posibilidad de que algunos recursos no están en nuestra mano y que tenemos ciertos límites. Aun así, no por eso tenemos que considerarnos personas incapaces o inferiores. Al contrario, se trata de una estrategia importante, la de asumir nuestras limitaciones, de saber en qué podemos ser buenos y en qué menos, sin que esto afecte a nuestra seguridad, percepción de autoeficacia y autoconcepto.
Es decir, aceptar lo que somos, pero no desde una perspectiva de resignación o victimismo (“pobre de mí”), sino desde la proactividad y de lo que sí es posible dentro de lo que es.

 

Podemos plantearnos estas preguntas:

  • ¿Qué voy a hacer con lo que tengo?
  • ¿Cómo lo voy a hacer?
  • ¿Cuándo lo voy hacer?
  • ¿Para qué lo voy a hacer?
  • ¿Y qué necesito de más para hacerlo?

 

Hay personas que han desarrollado una buena capacidad de resiliencia y saben enfrentarse a la incertidumbre por sí mismas. Hay otras que tienen cierta dificultad para descubrir los talentos y los recursos que tienen y que no saben o pueden ver. La terapia con especialistas en Psicología puede ser un recurso muy útil para ayudar a reconocer las propias fortalezas y debilidades, así como para aumentar la sensación de seguridad personal. A la vez, podemos aprender a enfrentar el imprevisto o lo desconocido sin que impacte en la salud psíquica y física, como los síntomas comentados anteriormente. Por tanto, es necesario sentirnos capacitados, sosegados y confiados para poder seguir adelante a pesar de que no siempre sea tan fácil, de que nos cueste mucho trabajo y sacrificios.

 

Cabe destacar que el uso de fármacos puede ser necesario para acompañar la terapia. Sin embargo, por si solos no ayudan a empoderarse de cara al manejo de la incertidumbre. Sólo son paliativos de los síntomas y pueden, en algunos casos, ser necesarios para que sea más llevadera la psicoterapia y más eficaz.

Por Ldo. Daniele Antonio Vasta
Psicología

Daniele Antonio Vasta es un destacado especialista en Psicología, licenciado por la Universidad Ramon Llull. También cuenta con un máster en Psicología General Sanitaria y un posgrado en Terapia Racional Emotiva Conductual por el Instituto RET de Barcelona y certificado por el Albert Ellis Institute de Nueva York. Asimismo, en 2010 realizó un máster en Coaching Estructural en el CEFOC (Centro Europeo Formación Oficial Coaching). Actualmente es miembro activo de Grupo de Duelo y Pérdida y del grupo Psicología y Discapacidad del Colegio de Psicología de Cataluña. Con este colegio profesional colabora impartiendo conferencias sobre el duelo y como terapeuta en grupos de duelo.

Con varios años experiencia, ha ejercido como psicólogo en las Clínicas CITA y, actualmente, ejerce en su consulta privada (Psicología&Coaching Daniele Vasta). Entre los tratamientos de experto que realiza, destacan el acompañamiento en procesos de duelo por discapacidad, enfermedad crónica degenerativa, muerte y separación, el tratamiento para la ansiedad (con aplicación de mindfulness). También atiende a personas adictas a sustancias o con conductas problemáticas, parejas y ofrece asesoramiento familiar.

Su consulta está adaptada para personas con movilidad reducida.

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