¿Cómo ayudar a las víctimas del bullying?

Escrito por: Sarah Reyero Serret
Publicado:
Editado por: Nerea Colomé Lamas

El bullying o acoso escolar es la situación que se produce cuando una persona (la víctima), es agredida de manera reiterada por otra persona o grupo de personas (el acosador o los acosadores), y no tiene capacidad o recursos para defenderse por sí misma.

 

Las consecuencias del acoso escolar pueden ser muy dramáticas, ya que se asocian a problemáticas que acompañan a quienes lo han padecido durante muchos años, a veces de por vida, y que merman la autoestima, complican las relaciones, dificultan el desarrollo, etc.

 

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La intimidación escolar afecta profundamente a los jóvenes,
generando consecuencias emocionales y sociales

 

 

Los acosadores suelen recurrir al uso de insultos, de motes ofensivos y a ironías cuyo objetivo es ridiculizar a la víctima, es decir, violencia verbal, pero también suelen hacer uso de la violencia psicológica, que se produce cuando se utilizan amenazas o acciones de aislamiento, como sería impedir que la víctima participe en los juegos, hacerle el vacío, no querer sentarse a su lado o agredir a quien lo haga… Y, por último, la violencia física, como la que se da cuando se dañan o rompen sus pertenencias o se agrede físicamente a la víctima.

 

 

¿Quiénes son los implicados en el bullying?

En el acoso siempre se ha hablado de dos partes. La víctima, quien sufre el acoso, y el acosador, la persona o personas que agreden a la víctima reiteradamente. Sin embargo, hay un tercer grupo de implicados: los espectadores. Estos se convierten en cómplices cuando se ríen, cuando apoyan al acosador o al no hacer nada para evitar las agresiones, pero también pueden ser parte de la solución, intercediendo, no mirando para otro lado o haciendo partícipes a los adultos (padres, profesores) de lo que está ocurriendo.

 

Uno de los elementos que más sufrimiento causa a las víctimas de acoso escolar es darse cuenta de que nadie hace nada para ayudarles, ni sus amigos ni el resto de compañeros de clase. Y no es que estos no quieran ayudar, que en algunos casos es así, sino que en la mayoría de ocasiones, los espectadores no participan, no paran la situación ni median, porque no saben cómo hacerlo y pueden tener miedo a las represalias de los acosadores.

 

Hasta hace poco tiempo, no se enseñaba a actuar ante este tipo de situaciones. Sin embargo, las actuaciones que se están llevando a cabo en la actualidad en los centros escolares están dirigidas a involucrar a los espectadores, a facilitarles herramientas de actuación, a que puedan mediar y también sentir seguridad ante estas circunstancias. Estos programas han ofrecido resultados muy prometedores y parecen ser uno de los caminos hacia la reducción sistemática del bullying.

 

 

¿Cómo identificar a una persona que sufre bullying, pero no pide ayuda?

Puede parecernos que si una persona sufre bullying deberíamos darnos cuenta, pero resulta sorprendente descubrir la cantidad de veces que estas situaciones pasan desapercibidas. Muchas familias y profesores se sienten culpables por no notarlo en el momento en el que se inicia, o cuando ya lleva cierto tiempo produciéndose, pero la verdad es que, cuando se está dando una situación de acoso y la víctima no pide ayuda, muy probablemente se esté dando de maneras implícitas que no resultan fáciles de percibir, o a espaldas de los adultos que podrían llevar a cabo acciones para acabar con ello.

 

Sin embargo, hay ciertos detalles que podrían ayudarnos a detectar una situación de acoso. Las muestras más sencillas serían descubrir en la víctima síntomas físicos como: moratones, ropa u objetos rotos o rasgados, pérdida de objetos, libros y juguetes sin una explicación.

 

El segundo tipo de detalles que podrían disparar nuestras alarmas serían los conductuales: por ejemplo, que la persona deje de salir de casa, no quiera quedar con amigos, simule enfermedades, llore o se resista a ir al colegio cuando antes no lo hacía…

 

Y, en tercer lugar, en el ámbito emocional, sería recomendable que prestáramos atención a cambios muy acuciados de temperamento (tristeza o irritabilidad), niveles muy altos de apatía o falta de interés general.

 

Con el paso del tiempo, el malestar podría cronificarse, siendo este el origen de problemas de autoestima, de identificación o de baja percepción de capacidad para enfrentarse a los problemas, así como motivo de la aparición de trastornos de carácter emocional, como trastornos depresivo mayor, trastornos de ansiedad generalizada, trastorno de estrés postraumático

 

 

¿Qué pueden hacer los padres ante una situación de acoso?

Es importante que los hijos sientan que sus padres les apoyan y que les van a ayudar. Para ello, es recomendable evitar preguntas que hacen responsable al menor de lo que le ocurre, como ¿por qué no me lo has dicho antes? o ¿por qué no te defiendes? Si no lo ha dicho o no se ha defendido, quizá sea porque no se ha sentido capaz.

 

En segundo lugar, hay que hablar con el centro educativo. Con la entrada en vigor de la Ley Orgánica 8/2021 de Protección Integral a la Infancia, los colegios e institutos han implementado una serie de protocolos de actuación. Entre ellos, el del acoso escolar, por medio de los cuales cualquier figura (alumno, profesor o padres) puede informar de una situación de acoso, momento a partir del cual se inicia una investigación que involucra al equipo directivo, orientación y al coordinador de bienestar. A partir de este momento, el colegio sigue, de forma pautada, acciones para evaluar e intervenir en la situación. Por ello, la colaboración con el centro educativo es muy importante, ya que es la forma más sencilla para llevar a cabo las mejores actuaciones para solucionar el problema.

 

En muchas ocasiones, es recomendable que la víctima y su familia asistan a terapia psicológica, sobre todo cuando el menor sienta mucha ansiedad o tristeza. Hay que tener en cuenta que el acoso es una problemática que se puede extender en el tiempo, afectando a nuestra sensación de seguridad personal, a nuestra  autoestima y a cómo nos relacionamos con los demás.

 

Por último, el acoso es una situación muy aversiva para la víctima, que puede desarrollar sentimientos de poca valía, creencias sobre lo peligroso que es el mundo y su incapacidad para hacerle frente. Es responsabilidad de todos los que están en la vida de los menores contribuir a eliminar estas situaciones.

Por Sarah Reyero Serret
Psicología Infantil y Juvenil

Sarah Reyero Serret es una psicóloga especializada en la evaluación y tratamiento de adultos y menores con problemas de convivencia. Licenciada en Psicología por la Universidad Autónoma de Madrid, complementó su formación el máster en Psicología Clínica en ITEMA y el máster en Terapia Sistémica en ITAD.

Además, es experta en problemas de conducta, terapia familiar, psicología del adolescente, TDAH, enuresis y evaluaciones psicopedagógicas.  

Actualmente compagina su labor como psicóloga sanitaria con su puesto de psicóloga y orientadora en el Centro de Estudios Universitarios CEDEU.

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