Si no tuviera vergüenza, ¿qué me gustaría hacer?

Written by: Ana de Paz Menéndez
Published: | Updated: 16/05/2023
Edited by: Sofía Berrón

Las emociones constituyen reacciones ante determinadas experiencias y están asociadas a conductas o cambios fisiológicos. Poseen múltiples funciones protectoras, como la exploración del ambiente, el impulso a la acción y la comunicación de necesidades.

Existe cierto consenso entre los diversos autores en considerar como emociones básicas, es decir, las que aparecen en los primeros momentos de vida, a la tristeza, la alegría, la ira, el miedo, el asco y la sorpresa.

De esta manera, existe un grupo de emociones que se irán incorporando más tarde al inventario emocional, como la vergüenza, que aparece entre los 2 y 3 años de edad.

La vergüenza aparece entre los 2 y 3 años de edad
y es considera una emoción social

 

La vergüenza, una emoción social y autoconsciente

La vergüenza es considerada una emoción social, ya que es consecuencia de la maduración y la socialización. Además, para que se desarrolle, es necesario haber formado la identidad personal y haber internalizado ciertas normas sociales.

Por otro lado, también se trata de una emoción autoconsciente, la notamos cuando nos observamos a nosotros mismos, y se relaciona con la reacción que desencadenamos ante nuestros propios comportamientos o cualidades.

La vergüenza es una sensación que experimentamos todos y resulta desagradable, ya que está relacionada con la valoración que realizamos sobre los que los demás pensarán de cómo actuamos, lo que decimos y lo que pensamos. Es decir, está vinculada a un juicio negativo que pensamos que los demás hacen de nosotros.

Sin embargo, esta emoción también tiene una función adaptativa desde un punto de vista colectivo, ya que nos posibilita la conexión con el entorno, indicando lo que está censurado o mal considerado a nivel cultural, familiar o personal.

 

El impacto negativo de la vergüenza en la autoestima

El experimentar vergüenza de una forma recurrente daña la autoestima y dificulta la consecución de los deseos y logros, ya que es una sensación que implica la creencia de ser defectuoso, de debilidad o de no estar a la altura de los demás.

Por lo general, la vergüenza suele estar relacionada con experiencias del pasado, especialmente de la infancia, que han sido intensas o difíciles de procesar, y que han supuesto en la vida de la persona un aprendizaje relacional determinado que continúa existiendo en el presente.

Esta creencia instalada conlleva juicios de inferioridad y falta de valor y es lógico que, ante estas consideraciones personales, las conductas asociadas sean las de huir, esconderse, aislarse y, en definitiva, pasar desapercibido o ser invisible. De esta manera se busca prevenir el rechazo de los demás, evitando determinadas situaciones, lo que puede acabar siendo un problema importante.

 

Los efectos psicológicos de la vergüenza

Cuando la vergüenza se activa fácilmente y está relacionada con la imagen que tenemos de nosotros mismos, se puede producir una mayor predisposición a episodios de ansiedad y depresión. Además, esta emoción interfiere de manera significativa en el desempeño personal del día a día, llevando a la persona a ser, en muchos casos, disfuncional.

El principal problema aparece cuando los recuerdos que están asociados a esa sensación de vergüenza se convierten en el criterio en el que se basa la persona para valorarse y definirse a sí misma en relación con los demás. Esto puede conllevar una sobredimensión en la identificación de amenazas y una actuación desde la sumisión y el miedo, al entrar en contacto con los juicios que se cree que los demás emitirán.

 

¿Se puede vencer la vergüenza?

Lo primero para poder vencer la vergüenza es observar y reflexionar sobre la situación, preguntándonos si la valoración que haríamos sería igual si las personas protagonistas hubieran sido otras. Es decir, es de gran ayuda preguntarnos ¿juzgaría del mismo modo si esto le hubiese ocurrido a otra persona? De esta manera se puede poner la distancia necesaria para realizar una valoración de la situación desde una posición más objetiva.

Para poder trabajar y vencer la vergüenza, debemos trabajarla. Lo primero será identificarla y aceptarla, además de tener claros y siempre presentes los deseos, objetivos, valores y metas.

La pregunta que debemos hacernos es: si no tuviera vergüenza, ¿qué me gustaría emprender? ¿Hacia dónde me dirigiría?

Otro aspecto que puede ser de gran ayuda es realizar un listado de aquellas situaciones que nos suelen generar esta emoción, de menor a mayor dificultad. A partir de allí, podemos ir incorporando, de a poco, pequeños grandes logros. Además, muchas veces es útil recordarnos a nosotros mismos aquellas cosas en las que nos hemos sentido orgullosos de nosotros mismos.

 

Psicoterapia para aprender a controlar la vergüenza

Sin embargo, no es fácil cambiar lo que lleva mucho tiempo asentado. Cuando una forma de afrontamiento de las situaciones, como el pasar desapercibido o esconderse, está muy instalada, lleva mucho tiempo y esfuerzo poder posicionarse de una manera diferente.

Existen algunas personas a las que les resulta muy abrumador intentar vencer la vergüenza en solitario, por lo que es recomendable la ayuda de un especialista en Psicología. En estos casos se debe tener en cuenta que aquellas experiencias del pasado que no han sido procesadas siguen activas, por lo que interfieren en el presente.

En terapia se podrá encontrar y comprender estos obstáculos, posibilitando la posterior confrontación con aquello que impide dirigir la vida hacia donde la persona realmente desea.

Debido a que la vergüenza forma parte de nuestro universo emocional, debemos intentar tener una relación con ella los más saludable posible.

*Translated with Google translator. We apologize for any imperfection

By Ana de Paz Menéndez
Psychology

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