Rebelde con causa: problemas de conducta en adolescentes

Written by: Dra. María Eugenia Russi Delfraro
Published: | Updated: 14/02/2023
Edited by: Patricia Pujante Crespo

“…La rebeldía, clásicamente ha sido representada en el séptimo arte como una falta de obediencia y de rumbo marcada por la incomprensión y la violencia; cuya causa parece radicar únicamente en la incomprensión por parte de los padres de los problemas de sus hijos o en un ambiente familiar desestructurado.

De esta manera, el “joven inadaptado” agobiado por la soledad busca desesperadamente la comprensión de otros jóvenes en su misma situación, y se ve obligado a demostrar su “hombría” mediante actos crueles y osados, que le llevan a rozar la delincuencia…”.

Dicha premisa, sin embargo, analizada desde una perspectiva de la Neurología Infantil, no deja de ser una verdad a medias, una visión sesgada por el “romanticismo nostálgico” que envuelve en una estela icónica al símbolo por excelencia de la juventud rebelde norteamericana, James Dean. Se ha de tener en cuenta que a inicios de la década de los 50 aún no se reconocía la importancia de la “individualidad biológica” y su influencia sobre la conducta, y que no fue hasta 1956 cuando un estudio americano que siguió a 133 niños hasta la edad adulta (“The New York Longitudinal Study”) cuando se pudo identificar la existencia y persistencia de diferencias biológicas en la conducta de todos los niños.

Afortunadamente, gracias al avance de las neurociencias, hemos asistido en las últimas décadas a un cambio en el modelo paradigmático de los trastornos de conducta y hemos evolucionado hacia una postura mucho más ecléctica que acepta no solo la importancia del ambiente, sino también del cerebro, de la genética, y de la compleja interrelación que existe entre todos ellos.

 

Cambios corporales y psicológicos durante la pubertad: cierta rebeldía es normal

Por ejemplo, si pensamos en un adolescente normal es habitual que muestre cierto grado de “rebeldía”, puesto que se encuentra en un momento de transición a la vida adulta, de cambio y de aceptación de una nueva realidad. Se ha de tener en cuenta que, durante la pubertad, se producen una serie de cambios corporales y psicológicos, además de cerebrales (especialmente en el lóbulo frontal y sus conexiones más cercanas) que, en su conjunto, son los que explican los cambios cognitivo-conductuales propios de la adolescencia. Y, puesto que el lóbulo frontal se encarga del autocontrol, la razón, el juico y la toma de decisiones (y es la última región en madurar), es lógico e inevitable que, durante este período de la vida, se produzcan roces más o menos intensos con los padres sobre la manera de vestir, la hora de volver a casa, los amigos con los que ir o incluso los valores morales, éticos y/o religiosos. Sin embargo, con el paso de los años dicho “espíritu rebelde” suele aplacarse y desaparecer, gracias a que se alcanza la completa madurez cerebral (marcada en azul-violeta en la siguiente imagen).

Madurez cerebral, que se adquiere con el paso de los años, marcada en azul-violeta - Top Doctors
Madurez cerebral, que se adquiere con el paso de los años, marcada en azul-violeta

 

 

Trastorno oposicionista-desafiante: una rebeldía llevada al extremo

No obstante, en algunos chicos estas conductas de desafío, rebeldía y oposición a las normas propias de la adolescencia pueden llegar al extremo, mostrándose abiertamente hostiles, negativistas y provocativos en sus acciones. Es lo que se conoce en medicina con el nombre de trastorno oposicionista-desafiante (TOD) y suele ocurrir en la infancia y adolescencia temprana. Afecta a un 3-8% de la población, es más frecuente en niños que en niñas y, si bien puede presentarse de forma aislada, el 40% de los niños con trastorno por déficit atencional e hiperactividad (TDAH) lo presenta de forma asociada. Sin embargo, y puesto que se trata de dos trastornos muy diferentes, el tipo de comportamiento que exhiben los niños y adolescentes con trastorno oposicionista-desafiante debe diferenciarse del presente en el TDAH, en el que el chico no obedece las órdenes porque se despista y no las recuerda o porque está demasiado activo para atender a razones, o porque su conducta es irreflexiva e impulsiva y no sabe cómo controlarse en un momento dado.

Los niños que padecen un trastorno oposicionista-desafiante son muy beligerantes y muestran una actitud muy desafiante frente a la figura de autoridad, haciendo con frecuencia todo lo contrario de lo que se les ordena y comportándose de manera obstinada, desafiante y provocativa. Estos niños suelen decir “no” como norma, adoptan una actitud de rechazo y desafío, y prefieren salir perdiendo a ceder o pedir perdón. Y, en casos más extremos, pueden llegar a mostrarse resentidos, vengativos y hostiles, fastidiando a los demás intencionadamente y culpabilizándolos de sus problemas.

A diferencia del clásico “adolescente rebelde”, en el que los problemas son más leves y pueden durar algunas semanas para luego mejorar y volver a aparecer según el ambiente, en el trastorno oposicionista-desafiante el comportamiento disruptivo es duradero en el tiempo, intenso y repercute negativamente en el día a día del chico, su familia y las demás personas que le rodean.

Y, para complicar aún más las cosas, algunos de estos chavales con trastorno oposicionista-desafiante pueden llegar a desarrollar un trastorno de conducta (TC), que es la forma más grave de los trastornos del comportamiento. Suelen ser adolescentes que rompen repetidamente las normas de convivencia social y se saltan y violan los derechos de los demás, pudiendo llegar a la delincuencia juvenil. No se trata de un gamberrismo esporádico sino de chicos de difícil manejo que crean problemas serios a sus padres y que, en muchos casos, entran en contacto con el sistema judicial a edades muy tempranas.

 

¿Cuáles pueden ser las causas del trastorno oposicionista-desafiante?

¿Pero cuál es la causa del trastorno oposicionista-desafiante y del trastorno de conducta? Hoy en día sabemos que su origen es neurobiológico (es decir, es un problema médico que provoca un funcionamiento deficitario o anómalo de determinadas partes del cerebro y de sus interconexiones), y que existen determinados factores genéticos y ambientales que influyen en la expresión de dichas alteraciones. Y tanto la incidencia como la gravedad de ambos trastornos pueden estar profundamente moduladas por el ambiente familiar y el tipo de educación recibida. Porque los padres que educan a sus hijos a la fuerza y que se enfrentan a ellos con hostilidad, violencia física y/o verbal, incrementan el riesgo y la gravedad de dichos trastornos. Pero esto no significa que la desestructuración familiar o los problemas matrimoniales, la pobreza o el desempleo sean la única causa de los mismos.

Es aquí donde el enfoque neurobiológico actual arroja luz sobre el origen de los trastornos conductuales en la infancia y la adolescencia, considerándolos como resultado de una compleja interrelación entre factores biológicos, genéticos y ambientales. Todos ellos son importantes y, por ende, deben ser abordados en cada caso en particular por un equipo multidisciplinar que pueda aportar una “visión de conjunto” de dichos trastornos y el contexto en el que se desarrollan, y que contemple, entienda y sepa manejar no solo los aspectos meramente psicológicos y conductuales de forma aislada sino también los médicos, genéticos y ambientales. Porque tan importante como saber ver y apreciar las cualidades del bosque en su conjunto, es poder hacer lo mismo con los árboles que, de forma individual, lo componen.

“La disciplina más eficaz es aquella que combina en un delicado equilibrio firmeza con aprobación. Porque disciplinar no necesariamente implica castigar, sino mantener una coherencia entre el modelo de puesta de límites que ambos padres utilizan y el aprendizaje de técnicas que ayudan a modificar la conducta incentivando la mejora”.

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By Dra. María Eugenia Russi Delfraro
Pediatric neurology

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