¿Cuándo se considera que un niño come mal?

Written by: Dra. Myriam Herrero Álvarez
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Edited by: Yoel Domínguez Boan

La definición de si un niño come bien o mal realmente es algo subjetivo percibido por los padres. El niño sano, por definición tiene la capacidad de regular sus ciclos de hambre-saciedad y con ellos dar por terminada una comida cuando no quiere más. En ocasiones, somos los mismos padres los que consideramos que si no se acaban la ración que tienen puesta en el plato (que nosotros, los adultos, hemos decidido poner) es insuficiente lo que come.

Entonces, ¿cómo sabemos entonces qué es comer bien? Es sencillo, si un niño gana peso y crece adecuadamente siguiendo su percentil como nos dice el pediatra, y además está activo y contento, significará que está comiendo suficiente. De hecho, igual que los adultos, habrá temporadas que tenga más hambre o menos, e incluso a lo largo de una semana irá compensando unos días con otros. Esto ocurre de forma fisiológica y es totalmente normal.

Ahora bien, es frecuente que haya niños que sean más selectivos o repetitivos comiendo solo unos tipos de alimentos determinados, o que tarden mucho tiempo en hacerlo, y eso sí que se podría englobar dentro de la categoría del “mal comedor” y se puede trabajar.
 

 

Consejos básicos para los padres con niños que comen mal

Lo primero y básico serán los hábitos y normas a la hora de comer. Igual que tenemos claro que un niño no puede cruzar la calle mientras pasan los coches porque es peligroso, habrá normas en relación a la comida que son importantes:

  1. No forzar a comer. El padre elige la calidad y el niño la cantidad. Si tenemos brócoli para cenar le pondremos brócoli, pero si él elige comer sólo un arbolito, no pasará nada, lo importante es que lo haya probado.
     
  2. Comer en familia. Se recomienda que el niño se incorpore a la mesa familiar lo antes posible, comiendo los mismos alimentos que los demás, que además le llamarán la atención. Al principio se puede hacer acercando su trona con bandeja y posteriormente ya directamente en la mesa. Para ello también es importante que adecuemos gradualmente la comida familiar sin muchas salsas, especias ni picantes que le puedan hacer rechazarla. Mucho mejor las preparaciones sencillas sin muchas grasas, sal ni azúcares para educar el paladar infantil en los sabores naturales.
    Además, si nosotros durante la comida tenemos nuestra atención distraída en precisamente comer y hablar distendidamente, estaremos menos pendientes de si el niño come más o menos cantidad y al estar más relajado comerá más. Es el clásico refrán “no echar de comer aparte”, todos juntos es mejor.

     
  3. Fomentar la autonomía. Si el niño se sienta en la mesa familiar y le damos cubiertos, intentará imitar a los mayores y empezará a manejarlos para comer solo, destreza que tendrá que ir aprendiendo con el tiempo.
     
  4. Dejarle experimentar con la comida. Para ellos inicialmente es parte de un juego y tienen que aprender cómo son las texturas de los alimentos, la temperatura, e ir probando el sabor y para ello tienen que mancharse y manchar el suelo, no pasa nada.
     
  5. Evitar pantallas. Hay que intentar que la comida sea un tiempo distendido, divertido y social que el niño lo perciba como algo que hacemos todos juntos. Si antes de que naciera el niño estábamos acostumbrados a cenar en torno a la TV, quizá ahora sea un buen momento para cambiar de hábitos. Por definición, los niños que comen mucho con una pantalla comen de más porque no se dan cuenta, y los malos comedores comen de menos porque se emboban.
     
  6. Limitar el tiempo de las comidas. Es normal que un niño tarde más que un adulto en comer, sobre todo si está empezando a comer solo, pero de ahí a que tardemos dos horas en comer no es necesario ni recomendable. Entendemos que 30-40 minutos como máximo serán suficientes, más tiempo lo más probable es que lo dedique a jugar con la comida y a reclamar más atención del adulto de la necesaria. Una vez terminado el tiempo se retirará el plato sin enfados.
     
  7. Los niños funcionan con refuerzos positivos. Los enfados y castigos no son útiles tanto en la comida como en otras esferas de la vida, y menos aún, el clásico: “si no te lo comes para comer, lo tendrás para merendar y sino para cenar”. Esto lo único que hace es perpetuar que aborrezcan el alimento. Así que, si conseguimos que prueben un alimento reforzaremos la conducta y diremos qué bien lo están haciendo, pero es importante que las comidas no se premien con otras comidas de forma habitual ni repitamos una y otra vez delante del niño lo mal que come con ellos u otras personas.
     
  8. No levantarse de la mesa mientras estamos comiendo. Cuando se sientan en una trona no suele haber problema, pero cuando empezamos a darles autonomía y se sientan en silla tienden a levantarse para irse a jugar porque no les interesa perder el tiempo en la mesa, y es importante que entiendan que eso es algo que no se puede hacer. Si toca la hora de comer y el niño no quiere comer, tiene que esperar a que los demás terminen sentado en su sitio aún si no quiere comer lo que toca ese día.

 

Niño comiendo
No debe forzarse a comer a los niños
 

 

 

¿Cómo introducir nuevos alimentos en el menú de un niño al que le cuesta comer?

Si aún manteniendo las normas anteriores desde el inicio de la alimentación tenemos un niño al que le cuesta comer, tarda mucho y no le llama mucho la atención la comida, lo primero es mantener la calma.

Es normal que entre los 2 y los 6 años pasen una época de mayor restricción alimentaria, incluso niños que previamente querían probarlo absolutamente todo, de repente se empiezan a ceñir cada vez a menos alimentos, y es algo normal porque ya caminan y han descubierto un mundo fascinante a su alrededor y realmente lo que pasa es que para muchos el momento de sentarse a comer es perder ese preciado tiempo que tienen para jugar.

Yo suelo recomendar varios consejos básicos y sobre todo ser insistentes, tenemos que ser más pesados que ellos, porque el día que nos ganen una sola batalla es probable que, por un tiempo mucho más largo del que nos gustaría nos hayan ganando la guerra.

  • No cambiar platos. Si el niño se acostumbra a que, si hay judías verdes para comer, pero no me las como, al final papá, mamá o la abuela me sacan macarrones. Por tanto, esperará pacientemente, con rabieta o sin ella, a que pase el tiempo para conseguirlo.
     
  • Entre comidas sólo agua. Si entre horas nos acostumbramos a ofrecer galletitas, zumo, batidos o chuches (muchas veces porque ha comido regular en la anterior comida, y es la pescadilla que se muerde la cola), al final es normal que a la hora de comer no tenga hambre. Así que es preferible que, si vemos al niño con mucha hambre e insistencia por snacks no saludables, adelantemos la hora de la comida antes que ofrecerle un tentempié que le quite el hambre.
     
  • Es normal que haya alimentos que le gusten más y otros menos, pero nosotros, los adultos, sabemos que no se pueden alimentar sólo de macarrones y pollo, por lo que habrá que insistir con los alimentos más saludables. Hay veces que hay que ofrecer un alimento hasta 15 veces para que un niño lo acepte y eso siempre lo podemos hacer cambiando las preparaciones de ese mismo alimento o combinándolo en la misma comida con alimentos que sí le gustan.
     
  • Fruta y verdura suelen ser los hermanos pobres, es precisamente donde más necesitamos insistir preferiblemente con el estómago vacío. Si tenemos espinacas y pollo y el niño se come primero el pollo, una vez saciado las posibilidades de que pruebe las espinacas son muchas menos que lo haga de entrada, así que primero le ofreceremos los alimentos que menos le gusten. Aunque parezca técnica de chef, es más fácil de lo que parece y el truco de cocinar las verduras en su punto de cocción, hace que sean más apetecibles que las texturas blandurrias a las que generalmente nos tienen acostumbradas las verduras cocidas (mejor al vapor, horno, papillote y el mínimo tiempo posible).
    Nos pasará igual con la fruta a la hora de la merienda, si antes le doy un yogur o unas galletas, ya la fruta no tendrá cabida, así que es preferible que invirtamos 15 minutos en que vaya comiendo un gajo de mandarina o un trozo de pera y después completemos con algo más. El niño que se acostumbra a que la fruta y la verdura siempre está presente, la termina comiendo con el tiempo.

     
  • Trabajar desde pequeñito en no utilizar muchas salsas, sal o azúcar, para que los niños tengan apetencia por los sabores naturales, porque sino tendremos que seguir trabajando en enmascararlos en el futuro.
     
  • Utilizar platos combinados, por ejemplo, arroz con verduras salteadas y trocitos de pollo, mejor que un arroz de primero y un filete con guarnición de verduras de segundo, porque el niño mal comedor, se cansará a mitad del primer plato y nunca llegaremos al segundo.
     
  • No atiborrar los platos. Si alguien que de normal no tiene mucha hambre, ve un plato lleno, lo normal es que se agobie y coma menos cantidad que si ponemos sólo la cantidad que sabemos que tiene posibilidades de comerse. Por ejemplo: si sabemos que habitualmente se come una croqueta y media, le pondremos dos croquetas y cuando esté terminando le instaremos a preguntar si quiere repetir. Para ellos es mucho más gratificante pensar que ha conseguido acabarse el plato que poner cuatro croquetas de entrada y dejarse dos.

 

 

¿Es cierto que es mejor no obligar a los niños a comer?

Rotundamente sí. Nunca, nunca, nunca debemos obligar a comer ya que corremos el riesgo de perpetuar las conductas que hemos comentado antes, como depender todos los días de los dibujos para que abra la boca, tener que correr detrás del niño por toda la casa para que se coma el plátano o peor aún, que aprenda a vomitar cuando se sienta lleno y no quiera más.

Es preferible que trabajemos en los hábitos y normas saludables, con tranquilidad y paciencia, porque al final recogeremos los frutos, y no olvidemos que estamos invirtiendo en su futuro alimentario, que es para toda la vida.

Si desea más información sobre la alimentación infantil, consulte con un pediatra.

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By Dra. Myriam Herrero Álvarez
Pediatrics

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