Lesión del ligamento cruzado anterior: una guía hacia tu recuperación

Escrito por: Daniel Esteve Garulo
Publicado:
Editado por: Inés Acuña

El ligamento cruzado anterior (LCA) es una estructura vital para el correcto funcionamiento de la rodilla, a menudo subestimada hasta que sufre una lesión. En este artículo, el especialista en Fisioterapia Daniel Esteve Garulo explora qué es el LCA, cuáles son sus funciones esenciales y cómo se aborda su recuperación en el contexto de la Fisioterapia.

 

¿Qué es el ligamento cruzado anterior y para qué sirve?

El LCA, ubicado en el interior de la rodilla junto al ligamento posterior, forma una "X" con este último. Juntos, estos ligamentos controlan el movimiento de la rodilla en todas las direcciones, evitando desplazamientos no deseados del fémur sobre la tibia y estabilizando la zona durante los movimientos de rotación externa o interna.

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La recuperación de esta lesión puede llevar de 6 a 9 meses

 

 

¿Qué es la rotura del LCA?

La rotura del LCA es una lesión muy frecuente, especialmente entre deportistas que practican disciplinas como el esquí, los deportes de raqueta o el fútbol. Existen distintos tipos de lesión, según la gravedad, que va desde una distensión ligera del ligamento a una rotura completa.

 

Por otro lado, es también interesante conocer que esta lesión afecta más comúnmente a las mujeres, debido a sus diferencias anatómicas con respecto a los hombres, como una mayor laxitud y una pelvis más ancha, lo cual conlleva también un mayor rango de rotación externa de la tibia. Además, este tipo de lesión a menudo puede dañar otras partes de la rodilla, como el cartílago, el menisco u otros ligamentos. En aquellos casos en los que la rotura del LCA está acompañada de una rotura de ligamento lateral interno y menisco, estaríamos hablando del tipo de lesión más grave: la triada de O’Donoghue, comúnmente conocida como la triada desgraciada. 

 

 

¿Cuáles son los síntomas asociados?

La mayoría de los pacientes identifican la rotura a través de un crujido audible en el momento de la lesión, acompañado de una pérdida de la estabilidad en la rodilla.

Así, dentro de los síntomas más comunes relacionados con las lesiones de LCA, se encuentran:

  • Inestabilidad en la rodilla al caminar o correr.
  • Hinchazón o inflamación, minutos después de la rotura.
  • Pérdida del rango de movimiento normal.
  • Dolor o molestia en la zona.

En relación con la pérdida de estabilidad en los movimientos de la rodilla, es frecuente que los pacientes se pregunten si esta lesión les impedirá andar o correr. En este sentido, los especialistas indican que es posible llevar una vida normal incluso teniendo un ligamento cruzado anterior roto. No obstante, si el paciente lesionado es un deportista con una rotura grave (de tercer grado, por ejemplo), generalmente necesitará de cirugía para poder regresar a su nivel de actividad y exigencia física anterior.

 

 

¿Qué tipos existen?

Tal y como se adelantaba en el punto anterior, existen tres tipos de lesiones del ligamento cruzado anterior, según la gravedad del daño:

  1. Rotura de ligamento cruzado anterior de grado 1. Este es el tipo de lesión menos grave, que únicamente implica una distensión o un esguince del ligamento.
  2. Rotura de LCA de grado 2. En estos casos, sí que habría rotura en el tejido del ligamento, pero solo de manera parcial.
  3. Rotura de LCA de grado 3. Este es el más grave de los tipos de lesión de LCA. En este caso, la rotura del ligamento sería completa.

La rotura del LCA puede ocurrir debido al contacto con un oponente durante el deporte o sin contacto. En ambos casos, la rodilla experimenta siempre un bloqueo, haciendo que sea la rodilla quien se ocupe de absorber todo el peso del cuerpo. Esto, sumado a una serie de fuerzas como pueden ser la rotación interna de la tibia, la rotación externa del tronco, la desviación interna de la rodilla o la traslación de la tibia, conducen a la lesión.

 

 

¿Cuáles suelen ser las causas?

Las lesiones de ligamento cruzado anterior pueden ser causadas por múltiples factores, aunque la mayoría de casos están relacionados con movimientos dañinos durante prácticas deportivas, siendo los más frecuentes los siguientes:

  1. Colisionar directamente con otra rodilla desde el lateral.
  2. Correr y desacelerar de manera abrupta, haciendo que la rodilla vaya hacia atrás.
  3. Aterrizar mal durante un salto o en una caída.
  4. Frenar o cambiar de dirección bruscamente cuando se ha quedado el calzado clavado al suelo.

 

 

¿Cómo se trata esta lesión?

La recuperación del LCA a través de la Fisioterapia es un proceso que puede llevar de 6 a 9 meses, y, en algunos casos, hasta 2 años. El tratamiento se divide en varias fases:

  1. Antes de la cirugía. En esta fase, justo después de que la lesión haya tenido lugar, el tratamiento se centrará en el alivio de las molestias, la conservación de la fuerza de los músculos, la reducción de la hinchazón y la mejora del rango de movimiento.
  2. 2-4 semanas después de la cirugía. En segundo lugar, tras haberse intervenido quirúrgicamente la lesión, los esfuerzos de los especialistas en Fisioterapia se concentran en la minimización de la inflamación, la recuperación total de la movilidad y, sobre todo, el comienzo de los ejercicios que trabajen la fuerza isométrica.
  3. 6-10 semanas después de la intervención. En esta tercera fase, se buscará que el paciente fortalezca los músculos que rodean la rodilla (isquiotibiales y cuádriceps, especialmente), que trabaje en la propiocepción y estabilidad de la zona, que logre llevar a cabo una flexión completa de rodilla y que recupere su patrón de marcha. 
  4. 2-3 meses tras la cirugía. La cuarta fase del tratamiento debería implicar la continuación del trabajo de estabilidad y fortalecimiento, la mejora de la resistencia aeróbica, la recuperación de las cualidades deportivas más básicas y la realización de ejercicios de rodilla con movimientos excéntricos y concéntricos.
  5. 16 semanas después de la intervención. Llegados a este punto, los objetivos a perseguir por el tratamiento con la pliometría son el aumento de la carrera en intensidad y distancia, la estabilidad y el trabajo de fuerza.
  6. Vuelta a la normalidad. Finalmente, para que el paciente pueda retomar su vida de forma normal, se buscará prepararlo físicamente de manera específica para el retorno al ejercicio físico y la actividad deportiva, incluyendo ejercicios de la fase justo anterior como la pliometría, el incremento gradual de entrenamiento en carrera y la práctica de los cambios de dirección.

En conclusión, una lesión puede ser desafiante, pero con el enfoque adecuado y el apoyo de profesionales de la Fisioterapia, la recuperación es posible.

Por Daniel Esteve Garulo
Fisioterapia

Daniel Esteve Garulo es especialista en Fisioterapia y es experto en ecografía musculo-esquelética, en lesiones del ligamento cruzado anterior, en tendinitis, en lesiones del manguito rotador, en ciática y en lesiones de hombro. Durante su carrera también se ha especializado en epicondilitis, epitroclietis, electrólisis percutánea intratinsular, neuromodulación, lumblagia, latigazo cervical, fascitis, roturas musculares, entre otros.

Se licenció en Fisioterapia por la Universidad Católica de Valencia y en Ciencias de la Actividad Física y el Deporte por la misma institución. Además, ha realizado el máster en experto en ecografía musculo-esquelética por la Universidad CEU Cardenal Herrera.

En la actualidad, ejerce su labor asistencial en la Clínica Gravity, donde trabaja de manera disciplinar combinando los beneficios de la terapia manual, junto con el ejercicio terapéutico en función de las necesidades de cada paciente.

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