La cognición social, la gran olvidada en los trastornos neurodegenerativos

Escrito por: María Cristina Luna Moreno
Publicado:
Editado por: Yoel Domínguez Boan

La cognición social ha sido la gran olvidada a la hora de evaluar e intervenir a una persona con un trastorno neurodegenerativo, que ha sufrido un daño cerebral, o bien presenta un trastorno del neurodesarrollo o de cualquier otra tipología clínica.

 

Hasta el siglo pasado no se ha comenzado a estudiar cómo pueden verse afectadas las interacciones sociales en personas que presentan déficit en cognición social, puesto que siempre el “esqueleto” central han sido los procesos cognitivos más “nucleares” (atención, memoria, lenguaje...), dejando de lado el papel importante que tiene este dominio en el día a día de las personas, en sus relaciones personales y en la interacción con su entorno.

 

Una de las características evolutivas esenciales del ser humano es la capacidad de interactuar socialmente (Sánchez-Cubillo et al., 2012). Poder “ponernos en el lugar del otro”, saber qué puede estar sintiendo o pensando, nos ayuda a conocer si nuestros actos o palabras están afectando a esa persona; o incluso, puede ayudarnos a anticiparnos a sus comportamientos si estos nos pueden beneficiar o dañar; es decir, damos sentido a esa información y actuamos en base a ella. Estos procesos cognitivos y emocionales forman parte del concepto de cognición social, el cual hace referencia a la capacidad de entender los diferentes estados mentales, tanto ajenos como propios (Stewart et al., 2016), para saber analizar y emplearlo en el mundo social. Este dominio ha sido incluido recientemente en el Manual Diagnóstico y Estadístico de las Enfermedades Mentales (DSM-5), el cual reconoce la importancia de la cognición social como uno de los seis dominios neurocognitivos fundamentales (Sachdev et al., 2014).

 

 

¿Qué forma la cognición social?

Se puede dividir la cognición social en varios componentes principales que estarían relacionados entre sí. Una perspectiva más actual de Arioli et al., (2018) propone que el “cerebro social” se puede dividir en los siguientes tres procesos (Triviño et al., 2020):
 

  1. Percepción social. La alteración de la percepción y el procesamiento facial frecuentemente se refleja en la dificultad para identificar e inferir estados mentales mediante señales sociales, expresiones faciales y emociones básicas, llegando a verse afectada la comunicación y las interacciones sociales debido a que se ven comprometidas la interpretación y la comprensión de la pragmática y la prosodia, las posturas corporales, el tono de voz y la mirada (Arioli et al., 2018).
     
  2. Compresión social. Para poder interpretar la percepción de información social obtenida de las interacciones sociales, tenemos que poder integrar los comportamientos de otras personas con sus sentimientos, para atribuir estados mentales y conocer sus intenciones y, a partir de ahí, poder predecir cómo podrán sentirse o comportarse. Estas habilidades de comprensión social, también pueden ser entendidas como el proceso de “mentalización”, abarcarían tanto la teoría de la mente como la empatía, ambas pudiendo ser divididas en subcomponente cognitivo y subcomponente afectivo.

 

La empatía es la capacidad de saber como se siente otra persona
La empatía es la capacidad de saber como se siente otra persona
 

 

  • La Teoría de la Mente (ToM) puede ser definida como la capacidad de inferir creencias e intenciones sobre las creencias de otra persona para poder explicar y realizar predicciones sobre sus conductas y actuar en consecuencia (Sánchez Cubillo et al., 2012). Se ha distinguido la ToM en dos subcomponentes según las funciones de las que se encargan. Por un lado, la teoría de la mente cognitiva (ToM cognitiva) es la capacidad para hacer inferencias sobre creencias e intenciones de otras personas, es decir, “saber lo que puede estar pensando”; por otro lado, la teoría de la mente afectiva (ToM afectiva) es el proceso mediante el cual realizamos inferencias sobre las emociones y sentimientos de los demás, es decir, “saber lo que puede estar sintiendo” (Triviño et al., 2020).

 

  • La empatía puede ser definida como la capacidad para sentir y comprender por uno mismo las emociones y sentimientos de otra persona (Triviño et al., 2020), lo que comúnmente se entiende como “ponernos en el lugar del otro”. Estas autoras (como otros autores anteriormente, por ejemplo, Walter, 2012) proponen que la empatía también puede dividirse en dos subcomponentes: empatía cognitiva, siendo la capacidad para reconocer o imaginar los sentimientos de los demás, es decir, “saber cómo se siente” (dicha división, en la literatura a menudo viene solapada con la ToM afectiva, debido a que ambos componentes se encargan de las mismas funciones); y la empatía afectiva, como la habilidad de experimentar y compartir emociones expresadas por otra persona, es decir, “sentir cómo se siente” (Triviño et al., 2020).

 

  1. Toma de decisiones sociales. En un contexto de interacción social es necesario comprender las intenciones de otras personas con el fin de interpretar su comportamiento, saber cómo reaccionar ante ello y ser consciente de las consecuencias de los actos, tanto ajenos como propios (Arioli et al., 2018). Este proceso se encuentra relacionado con la teoría de la mente, puesto que en ambos componentes prioriza la comprensión y valoración del significado de hechos e intenciones.

 

Si desea más información sobre la cognición social, consulte con un especialista en Psicología.

Por María Cristina Luna Moreno
Psicología

La Sra. Luna Moreno es una reconocida especialista en Psicología en Córdoba. Se licenció en Psicología por la Universidad de Sevilla y cuenta con diversos Másteres: en Neuropsicología infantojuvenil, en Psicología General Sanitaria y en Neurociencia cognitiva y del comportamiento. Además, ha realizado formación en intervención específica en drogodependencias, prevención en adicciones en el ámbito familiar y escolar y prevención en problemas asociados a los juegos de azar. 

A lo largo de su experiencia profesional ha trabajado en la unidad de drogas y adicciones del Instituto Provincial de Bienestar Social de Córdoba, en FIDYAN Neurocenter y en la Asociación de Familiares y Enfermos de Alzheimer de Fernán Núñez. También ha realizado voluntariados en dicha asociación y en Cruz Roja, CTA de drogodependencias. 

En la actualidad, la Sra. Luna Moreno ejerce en Ítaca Psicología

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