El papel de las emociones en el ser humano

Escrito por: Lucia Cortada
Publicado:
Editado por: Marga Marquès Gener

Vivimos en un mundo donde el tiempo se nos escapa y a veces sentimos que estamos funcionando en un modo automático constante. Nos levantamos, desayunamos, nos lanzamos al trabajo, comemos algo rápido, volvemos al trabajo, algunos hacemos ejercicio, cenamos y al final del día nos metemos en la cama, solo para empezar de nuevo al día siguiente. Llega el fin de semana y tratamos de exprimir cada segundo entre amigos, familia, pareja, hobbies o simplemente descansando, pero siempre con la sensación de que nunca hay suficiente tiempo.

 

En este mundo donde las cosas suceden tan deprisa y
parece difícil prestar atención a nuestras emociones

 

¿Prestamos atención a nuestras emociones?

Encajar el trabajo con el tiempo libre se convierte en un reto diario. Quisiéramos pasar más tiempo con la familia, nuestra pareja, hijos, disfrutar de una cena sin prisas y charlar sobre cómo ha ido el día sin agobios. Pero, la rutina a veces no lo permite y sentimos que nos falta tiempo para todo. A veces, los días se vuelven largos y agotadores, otras veces, divertidos y amenos, pero siempre con un vaivén de emociones.

 

En este mundo donde las cosas suceden tan deprisa y parece casi imposible dedicar tiempo a las cosas que nos gustan también parece difícil prestar atención a nuestras emociones. Me gustaría hacerte una pregunta, ¿cuándo fue la última vez que te detuviste a pensar, qué emociones estoy experimentando en este mismo instante? Probablemente, la respuesta sea "no lo recuerdo". La velocidad con la que vivimos no nos da espacio para ello; volvemos a poner ese piloto automático.

 

A lo largo del día, y dependiendo de cómo haya sido ese día, podemos llegar a experimentar varias emociones, desde la alegría y euforia, hasta la frustración y la rabia, lo sentimos, pero rara vez nos detenemos a entender su significado.

 

En este caos diario, a menudo no dejamos que nuestras emociones fluyan de forma natural y saludable. Si nos detenemos a reflexionar juntos, expresar alegría nos resulta fácil y cómodo, pero ¿qué hay de la tristeza, la rabia, impotencia, culpa o la frustración? ¿Dónde guardamos todas esas emociones? Durante el día todos y todas tenemos que cumplir con nuestras obligaciones como trabajar, cuidar de nuestra familia, pareja, hijos, mascotas, o de nosotros mismos por lo que ‘’no hay tiempo para eso’’, y desarrollamos mecanismos de defensa para sobrevivir ante esas emociones incómodas; una sonrisa, un ‘’todo bien’’, un suspiro fuerte. Quizás nos ayudan a corto plazo, igual pensamos que nos ayuda a avanzar en nuestra día a día, pero en realidad no resuelve absolutamente nada, al contrario, lo empeora.

 

Emociones positivas o negativas vs. emociones agradables y desagradables

Nos han enseñado a entender las emociones como positivas o negativas, pero ¿qué te parece si empezamos a llamarlas simplemente agradables y desagradables? Por ejemplo, experimentar alegría es agradable, pero experimentar rabia es desagradable, pero ninguna es puramente positiva o negativa. Necesitamos desvincular estas etiquetas y entender que todas las emociones tienen su razón de ser.

 

A menudo, valoramos más positivamente la risa que el llanto, sin considerar que, dependiendo del momento, reír puede ser la peor opción, y llorar puede ser liberador. No existen emociones puramente buenas ni malas; todas están conectadas, y sin ellas, la experiencia humana perdería su esencia. Imagina un mundo sin emociones; a mi modo de ver, sería horrible no sentir o, lo que es peor, vivir sin saber que sentimos, porque al final sentir, es inevitable.

 

El ser humano, desde que nace hasta que muere, experimenta, y esas experiencias se nutren de conocimiento, emociones, pensamientos, sensaciones. Esto es lo que nos hace humanos, crecer, aprender, vivir. Deberíamos agradecerles a las emociones su existencia, porque gracias a ellas, nos adaptamos y vivimos, y lo mejor de todo, sentimos.

 

Pero volvamos al concepto de emociones agradables y desagradables. Nos sentimos a gusto cuando experimentamos emociones de placer como la alegría, ilusión, entusiasmo, esperanza, y les damos la bienvenida con los brazos abiertos. Es lógico, nos gusta sentirnos bien; es placentero percibir buenas sensaciones tanto mentales como físicas.

 

Cuando vivimos experiencias que percibimos como positivas, nuestra mente las almacena en el baúl de los recuerdos de ‘’gozo’’, ‘’satisfactorio’’, ‘’disfrutable’’, y nos encanta volver a ellas. En cambio, sucede lo contrario con las emociones desagradables; las rechazamos. Nos resulta incómodo experimentarlas, y es comprensible, a nadie le gusta sentir algo que no sea placentero. Intentamos esquivarlas o les concedemos un espacio muy pequeño en nuestras vidas. Si estamos tristes, nos permitimos estarlo un poco, a veces incluso ni nos permitimos llorar; lo disimulamos igual con una pequeña sonrisa, o el típico comentario ‘’voy tirando’’ cuando te preguntan cómo estás. Pregúntate cuántas veces has fingido estar bien cuando realmente no lo estabas, seguramente ha sido más de una vez. Es decir, no le has permitido a tu mente funcionar de manera natural.

 

Cuando sentimos frustración, en vez de expresarla, la guardamos, igual para evitar conflictos con los demás, por miedo a ser juzgado, por miedo a sufrir, y la almacenamos en nuestro interior, quizás encubriendo dicha emoción también con una agradable o simplemente distrayendo la mente con cualquier otra actividad (mecanismos de defensa). En muchas ocasiones, podemos sentir impotencia, desgana, desmotivación, pero en lugar de permitirnos un espacio de reflexión y de autocompasión, decidimos poner en marcha el piloto automático. Piensa en cuántas veces has decidido ponerte hacer mil cosas para distraer tu mente y así ‘’dejar de pensar’’ y, por ende, dejar de sentir. Volveríamos a lo mismo, no has permitido ni a tu cuerpo ni a tu mente funcionar de manera natural.

 

Parece que las emociones desagradables no son bienvenidas en nuestro mundo. Pero, ¿y por qué? ¿Qué tan malas son? ‘’No tenemos tiempo’’ para sufrir, o, mejor dicho, no nos lo permitimos, y es mejor simplemente continuar con nuestras vidas sin mirar en nuestro interior lo que realmente está ocurriendo. Pero resulta que seguir sin mirar implica acumular, y acumular equivale a mayor sufrimiento.

 

Imagina que tu vida es como una olla a presión, repleta de emociones desagradables que nunca abres, solo cuando quieres meter una emoción que no te gusta. Las vas acumulando, y la olla se llena cada vez más, y más, y más, hasta que finalmente, un día, explota. Ese día, puede manifestarse en forma de susceptibilidad, respuestas bruscas, mal humor, irritabilidad, y luego, aparecen las reacciones físicas: malestar, dolor de estómago, migrañas, insomnio. Tu cuerpo reacciona porque no le has permitido liberar lo que necesita. Recuerda que mente y cuerpo están unidos, trabajan constantemente.

 

A menudo, achacamos malestares físicos a enfermedades o factores externos, pero muchas veces son señales que el cuerpo emite para indicarnos que algo no va bien internamente: estrés, ansiedad, nervios, malestar, emociones desagradables acumuladas que piden ser liberadas.

 

Pensamos que al evitar o dar menos atención a estas emociones, eventualmente desaparecerán, pero, al contrario, el ruido que emiten, aumenta. Volviendo a la metáfora de la olla a presión, imagínatela con un pitido. Cuantas más emociones acumules, más alto es el pitido. Convivir con ese sonido todo el día sería incómodo; tu día se volvería agotador, seguramente acabarías teniendo dolor de cabeza, que acabaría provocando en ti mal humor, y posiblemente irritabilidad. Por lo general, lo que incomoda, genera malestar.

 

Quiero compartir algo crucial contigo: eres tú mismo quien provoca ese pitido. Te propongo destapar esa olla, mirar lo que hay dentro con calma. Permítete parar, observa qué emociones encuentras: quizás rabia, tristeza, desilusión, cansancio, apatía. Después de mirarlas, saca cada emoción desagradable y ponla sobre la mesa. Haz una lectura de cada una de ellas, dándoles su lugar, al igual que haces con las emociones agradables.

 

Cuando aparecen las emociones desagradables, no lo hacen sin razón. Quieren decirte algo, protegerte, avisarte de que algo no va bien. En lugar de ignorarlas, da voz a esas emociones. Si las escuchas, ellas mismas te permiten detenerte, reflexionar sobre lo que necesitas en tu vida, tomar decisiones, mejorar, pedir ayuda. Imagina qué te dirían esas emociones si tuvieran voz. Hazte amiga o amigo de ellas, porque lo único que intentan es acogerte y salvarte de algo que te está causando dolor.

 

Las situaciones dolorosas siempre generan emociones incómodas, pero es esencial pararnos, reflexionar sobre lo que está pasando y lo que estamos sintiendo para poder actuar. Si no lo hacemos, el piloto automático y los mecanismos de defensa toman el control y todo se almacena en nuestro interior, en esa olla.

 

Imaginemos darle voz a cada emoción. Cada una te estaría diciendo algo útil, como "deberías descansar y parar un poco", "te sentaría bien tomar el aire", "necesitas compañía", "hay que cambiar esto en tu vida para mejorar", "llorar te sentaría bien". Poner voz a las emociones nos ayuda a ganar perspectiva y a situarnos mejor en cada situación, nos permite entendernos y saber qué nos podría ayudar más en ese momento. Podemos hacer lo mismo con las emociones agradables: reforzar nuestro bienestar al reconocerlas. Se trata de sentir.

 

Con todo esto, no quiero decir que funcionar con mecanismos de defensa esté mal, o que esquivar las emociones desagradables sea un error, es más, a veces nos ayudan a sobrellevar días y situaciones complicadas. Quiero tratar de darte una visión más amplia, poder abrir los brazos y acoger las dos partes por igual, y empezar a percibir ambas como parte de ti.

 

Las emociones existen y forman parte del ser humano como ayudantes, no nos exigen, no nos reclaman, únicamente nos avisan y nos ayudan a adaptarnos diariamente, por eso mismo solamente debemos escucharlas un poco más, eso nos permitirá lograr un mayor entendimiento de lo que nos ocurre, conocernos mejor y un mayor bienestar mental.

 Lucia Cortada

Por Lucia Cortada
Psicología

Compaginado con sus estudios, dedicó más de seis años a trabajar en distintos centros sanitarios (intervenciones en consulta privada de drogodependencias y salud mental, asistencia psicológica en domicilio, sesiones individuales en consultas externas hospitalarias, como terapeuta llevando grupos de adicciones y salud mental, talleres de relajación, terapias familiares, intervenciones en crisis, terapias individuales, grupos terapéuticos online, etc.), lo que le permitió trabajar con diferentes metodologías, conocer distintos perfiles de pacientes, patologías y formar parte de diversos equipos multidisciplinares.

En 2018 comenzó como psicóloga en Clínica Galatea, centro de desintoxicación y tratamiento de adicciones y trastornos mentales especializados en médicos y profesionales sanitarios. Durante todos estos años ha podido formarse y enriquecerse con conocimientos y experiencias dirigiendo grupos terapéuticos, talleres semanales trabajando distintos temas (mindfulness, emociones, adicciones…) terapias familiares, intervenciones en crisis en diversas patologías (trastornos de personalidad de tipo límite, bipolaridad, también depresión, ansiedad…).

Tras la pandemia y la implementación de nuevas vías de comunicación, empezó a dirigir sesiones individuales y grupales de manera online y aumentaron las visitas telefónicas. Formaba parte de un equipo multidisciplinar con el que contaba para reunirse semanalmente, llevar a cabo supervisiones de casos difíciles, repasar la evolución de los pacientes ingresados en la unidad, terminar informes de alta junto con los psiquiatras, etc. Definiría su experiencia como gratificante y constructiva, se siente muy agradecida de haber podido formar parte de un equipo y tratar con multitud de pacientes que le ha enseñado tanto.

Hace unos meses tomó la decisión de centrar todo su esfuerzo en la línea de terapia online de la que está muy convencida e ilusionada por el progreso que ha logrado desde entonces. Establecer la práctica de terapia online le ha permitido conectar con pacientes de diversas partes del mundo, superando barreras geográficas y brindando apoyo terapéutico a aquellos que lo necesitan. La flexibilidad de las sesiones virtuales ha demostrado ser beneficiosa para sus pacientes. La respuesta positiva de aquellos que han participado en las sesiones en línea y su proceso de recuperación ha fortalecido su convicción en la efectividad de este enfoque.


  • Tratamientos relacionados
  • Cambio de sexo
    Tratamiento psicológico
    Terapia de pareja
    Psicología infantil
    Neuropsicología
    Evaluación psicológica
    Histeria
    Trastornos psicóticos
    Trastornos alimenticios
    Psicofarmacología
    Este sitio web utiliza Cookies propias y de terceros para recopilar información con la finalidad de mejorar nuestros servicios, para mostrarle publicidad relacionada con sus preferencias, así como analizar sus hábitos de navegación. El usuario tiene la posibilidad de configurar sus preferencias AQUI.