Aracnoiditis adhesiva espinal: una enfermedad real infra-diagnosticada
Escrito por:La aracnoiditis adhesiva espinal es una enfermedad más común de lo que se cree y su prevalencia está en aumento. Sin embargo, pocos especialistas conocen a fondo esta afección, lo que lleva a un diagnóstico erróneo en muchos casos y dificulta el tratamiento temprano y exitoso. Es fundamental estar atentos a las señales de alarma y enfocarse en la prevención.
La aracnoiditis es un proceso inflamatorio progresivo que afecta la capa de meninges llamada aracnoides, la cual envuelve el cerebro y la médula espinal. Cuando esta capa se inflama en la región lumbar y sacra del canal espinal, se produce la aracnoiditis adhesiva. Esto provoca dificultades en la circulación del líquido cefalorraquídeo, causando daño a las raíces nerviosas y deterioro neurológico.
El diagnóstico de la aracnoiditis adhesiva espinal puede ser complicado, ya que sus síntomas pueden confundirse con otras patologías. Sin embargo, se pueden utilizar pruebas de imágenes como la resonancia magnética para detectar signos de aracnoiditis en casos avanzados, como la agrupación de raíces nerviosas o la adherencia completa de las mismas.
Los síntomas más comunes de la aracnoiditis espinal incluyen dolor persistente e intenso en la zona lumbar, debilidad en las piernas, cefalea, sensación de entumecimiento u hormigueo, pérdida de equilibrio y quemazón en los pies. Estos síntomas a menudo se confunden con los de la fibromialgia, lo que dificulta aún más el diagnóstico correcto.
Las causas más frecuentes de la aracnoiditis espinal son las lesiones discales y la fibrosis después de una cirugía de columna. También se ha asociado a la anestesia neuroaxial, aunque esto es menos común. Otras causas incluyen trastornos genéticos del tejido conectivo, inyecciones de fármacos contra el cáncer y algunas infecciones.
El tratamiento de la aracnoiditis adhesiva espinal se centra en aliviar los síntomas y prevenir el empeoramiento de la enfermedad. Se pueden utilizar medicamentos antiinflamatorios, anticonvulsionantes y antidepresivos tricíclicos para controlar el dolor. Además, las terapias con derivados del plasma, la ozonoterapia y la radiofrecuencia pueden ser útiles en ciertos casos.
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