8 hábitos que nos alejan de la felicidad

Escrito por: María Gallego Blanco
Publicado:
Editado por: Sofía Berrón

Según un estudio realizado por la Universidad de California, “nuestra felicidad está, en gran parte, bajo nuestro control”, ya que sólo el 50% de la felicidad dependería de causas genéticas o personales.

El otro 50% lo construimos nosotros mismos, por lo que depende claramente de nuestros hábitos. A menudo tenemos costumbres, actitudes y formas de pensar que juegan en nuestra contra, si pensamos en términos de ser felices.

Algunos de los hábitos que van en contra de nuestra felicidad y bienestar diario son el procrastinar, no descansar, preocuparnos y quejarnos constantemente, criticar y guardar rencor.

Un 50% de nuestra felicidad depende de nuestras decisiones y hábitos
  1. Procrastinar

Posponer constantemente tareas o trabajos personales, laborales o domésticos a los que sabemos que, tarde o temprano, tendremos que enfrentarnos es una forma de sumirnos en uno de esos estados inútiles que no nos aporta nada y nos hace sentir mal.

Los especialistas en Psicología tenemos una palabra para referirnos a esto, de la que ya hemos hablado en alguna ocasión: procrastinar. Consiste en posponer o postergar una tarea, sabiendo que debe ser realizada.

Para evitar procrastinar hay diferentes reglas que pueden ayudarnos. En primer lugar, la regla de los dos minutos: si estás planificando una acción que se puede hacer en menos de dos minutos, no la planifiques, hazla. ¿Qué pasa si la tarea lleva algo más de tiempo? que puedes extenderlo a 5 o 10 minutos como máximo. Si haces de esta regla un hábito, habrá muchas tareas que no vas a poder posponer

Otra estrategia consiste en dar un primer paso pequeñito. Si temes a un deber, por el motivo que sea, plantéate trabajar solo 5 minutos diarios en él y posteriormente dejarlo. Muchas veces, al dar ese primer paso, consigues vencer esa resistencia y empiezas a ver de otra manera algo que antes te parecía imposible. De hecho, muchas veces esos 5 minutos se convierten, casi sin que la persona se dé cuenta, en un rato mucho más largo.

Por último, es de gran utilidad hacer un seguimiento de tu tiempo. Es decir, anotar las tareas que realizas cada día y cuánto tiempo has dedicado a cada una de ellas. De esta manera generas un compromiso interno que te hace más responsable con respecto a cómo optimizar el tiempo.
 

  1. No descansar

Vivimos en una sociedad en la que todo va muy deprisa. Comemos rápido, caminamos rápido y parece que nuestra vida es una especie de carrera de obstáculos en la que tenemos permanentemente el cronómetro en la mano.

Lo peor es que no somos conscientes de cuánto nos afecta esa prisa, que la asumimos como normal. En muchos casos incluso la trasladamos a nuestros hijos, que se pasan la vida de actividad extraescolar en actividad extraescolar, corriendo como lo hacemos nosotros. En ese sentido, es fundamental entender que los niños tienen que tener tiempo de descansar y de aburrirse.

Otro aspecto importante es no descuidar los momentos de las comidas, ya que estamos perdiendo la costumbre de comer, cenar o desayunar con la gente con la que convivimos. Incluso estamos dejando de hacer algunas comidas, por ejemplo, el desayuno, al que le robamos minutos para poder dormir un poco más.

No descansar, no acostarse pronto y no respetar las horas del sueño nos lleva a un cansancio constante del que nunca nos podemos librar y que nos impide sentirnos bien durante el día.

Una solución puede ser poner una alarma para irnos a dormir, al igual que lo hacemos para levantarnos. La mayor parte de las personas se sienten bien con unas 7-8 horas de sueño, así que lo razonable es pensar a qué hora deberíamos levantarnos para que nos dé tiempo de hacer las cosas con calma, desayunar incluido. A partir de allí, debemos calcular 7-8 horas menos y poner una alarma para irnos a la cama.
 

  1. Quejarnos como estilo de vida

Quejarnos por todo, de todo y sin hacer nada por mejorar las situaciones que nos incomodan también nos sume en un estado que no nos lleva a ninguna parte. No me refiero a una persona que se queje puntualmente de un problema concreto, sino de aquella que hace de la queja un estilo de vida.

Frente a esto, se debe adoptar una actitud más práctica, es decir, resolver los problemas o pedir ayuda. Es importante asumir que hay problemas que no podemos solucionar o modificar, por lo que es necesario hacer algo para cambiar aquellas sobre las que sí tenemos un cierto grado de control.

Hay pacientes que quieren cambiar situaciones que no dependen de ellas, y que sufren crónicamente por no poder solucionar esto o aquello. El punto central podría estar en ser conscientes de que hay personas a las que sólo podemos ayudar si nos piden ayuda.
 

  1. Preocupación constante

Tener una actitud negativa, poniéndonos constantemente en el peor de los casos y dando vueltas a todas las calamidades posibles sin llegar a soluciones porque realmente aún no tenemos el problema delante.

Esta tendencia al negativismo suele venir acompañada por una fuerte ansiedad y una serie de pensamientos que no suelen traducirse en planes de acción determinados, sino en pensamientos molestos que rondan nuestra cabeza y que no paramos de rumiar.

Ante la aparición de un problema, debemos centrarnos en cómo solucionarlo. Si no tenemos ningún problema, tenemos que enfocarnos en el aquí y ahora, porque excesiva preocupación y angustia no ayudan a evaluar la situación si el problema llega a aparecer realmente algún día.
 

  1. Guardar rencor

Todas las heridas necesitan un tiempo para sanar, para curarse, pero guardar rencor sólo nos sirve para hacernos daño a nosotros mismos. Y cuando hablo de daño, me refiero a que hay mucha gente que guarda rencor durante años y eso no sólo no es bueno para la salud emocional, sino que también puede tener consecuencias a nivel físico.
 

  1. No ignorar los propios problemas

Lo único que logramos cuando negamos los problemas es que suelen crecer. Es decir, cuanto más hagamos como que no existen, más enormes e inabordables nos parecerán.

Sin embargo, es importante saber elegir las batallas que queremos librar. No es positivo discutir por casi todo, pero tampoco no hacerlo nunca y adoptar una actitud pasiva con tal de evitar los conflictos.

Para no caer en uno o en otro extremo lo mejor es escoger bien nuestras batallas, ya que nuestra energía no es infinita y discutir muchas veces no nos compensa en términos de pérdida de bienestar emocional.
 

  1. Criticar

Uno de los mejores consejos para tener una vida tranquila y aportar a nuestra propia felicidad es no criticar. Es necesario deshacernos de esa mentalidad “criticona”, ya que con ella sólo se demuestra que la gente no se puede fiar de ti, y eso terminará volviéndose en tu contra.
 

  1. Elegir nuestras amistades

Lo ideal es rodearnos de personas que nos aporten, en lugar de restarnos. No se trata de no apoyar a los amigos cuando necesiten ayuda o tengan un problema. Más bien alejarnos de aquellas personas que no nos aportan absolutamente nada y solo se acuerdan de nosotros en ciertos momentos y luego desaparecen.

Un amigo es alguien a quien, aunque no veas con frecuencia, sabes que siempre vas a tener ahí. Es alguien que nunca te va a hacer daño a sabiendas, y que siempre se alegrará de que te vayan bien las cosas.

Por María Gallego Blanco
Psicología

María Gallego Blanco es licenciada en Psicología, con amplia experiencia en edad pediátrica y adultos.

Durante sus años de formación y colaboración en el Departamento de Pediatría del Hospital Clínico de Santiago de Compostela, su actividad en la Unidad de Paidopsiquiatría se desarrolló en el área de consulta, hospitalización, elaboración de informes psicológicos jurídico–periciales y asesoramiento clínico y psicopedagógico a varias unidades y servicios del Departamento. Fundamentalmente en el Servicio de Neuropsicología pediátrica, Unidad de endocrinología, crecimiento y nutrición pediátrica, Unidad de trastornos metabólicos, Unidad de Gastroenterología y Hepatología y Nutrición pediátrica, Unidad de Hematología y Oncología pediátrica y Pediatría general.

De este modo y, puesto que también trabaja con adultos al margen de la práctica psicoterapéutica en el área de pediatría, a lo largo de los últimos 20 años ha realizado la evaluación e intervención de casos que engloban los problemas y trastornos más frecuentes en psicoterapia: de ansiedad, depresivos, de personalidad, patología específica pediátrica, terapia de pareja, trastornos de alimentación, patología ligada a enfermedades crónicas (oncología, diabetes...).

Colabora todos los lunes a las 12:30 en el  programa de EsRadio Galicia, donde tiene el 'Espacio de psicología con María Gallego'.

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