¿Cómo saber si tengo anemia?

Autore: Dr. Joan Lluís Vives Corrons
Pubblicato:
Editor: Patricia Pujante Crespo

Lo primero que se nota cuando se tiene una anemia es cansancio acompañado de la pérdida de fuerza muscular. Es decir, las tareas cotidianas del día a día requieren un mayor esfuerzo y cuesta mucho más que antes subir escaleras o realizar pequeños esfuerzos. En una palabra, uno no se encuentra al 100% de sus posibilidades físicas.

 

En general no solemos dar demasiada importancia al hecho de estar cansados, y por ello no lo comunicamos a nuestro médico de cabecera hasta transcurrido un tiempo (en general, más de tres meses) cuando los síntomas no desaparecen o aumentan. Por ello, un aspecto importante a tener en cuenta en toda anemia es que suele dar lugar a un cansancio duradero o progresivo, excepto en aquellos casos en que el paciente se adapta muy bien a la anemia.

Primer plano de los hematíes o glóbulos rojos - anemia - hematologia - by Top Doctors
El hierro forma parte de la hemoglobina, el pigmento rojo que da color a los hematíes o glóbulos rojos (en la fotografía),
 y es lo que se elimina cuando perdemos sangre, es decir, hemoglobina

 

¿La anemia puede ir acompañada de otras enfermedades?

La anemia no es una enfermedad, sino el síntoma o manifestación clínica de una enfermedad. Es como la fiebre, y, por ello, la anemia puede ser el primer signo de una enfermedad cuya importancia depende de su causa. El estudio de la misma forma parte de la Hematología y puede consistir en una simple carencia de hierro o en un trastorno más grave que debe ser investigado y correctamente diagnosticado. En algunas enfermedades, la anemia forma parte inherente de su patología como, por ejemplo, las anemias de origen genético o hereditario (anemias raras) mientras que en otras constituye un fenómeno acompañante (anemias secundarias).

 

Desgraciadamente, existe la falsa creencia de que toda anemia obedece a una mala alimentación o a una falta de hierro, y es frecuente que, antes de realizar un diagnóstico, se receten comprimidos de hierro a la espera de ver su efecto. Ante esta actitud poco deontológica, debe decirse que, si bien en el 90% de los casos la anemia obedece a una falta de hierro (anemia ferropénica), existen otras muchas causas en las que la administración de hierro puede ser altamente perjudicial (sobrecarga de hierro).

 

¿Qué otras causas pueden indicar anemia en el organismo?

Las más importantes, por su frecuencia, son las hemorragias o pérdidas de sangre. El hierro,  que forma parte estructural de la hemoglobina, el pigmento rojo que da color a los hematíes o glóbulos rojos (ver fotografía), se pierde cuando se pierde sangre, es decir, hemoglobina. Las hemorragias pueden ser externas y muy visibles, fáciles de diagnosticar,  o internas por pérdidas de pequeñas cantidades de sangre durante largos periodos de tiempo, que pasan desapercibidas pero que dejan exhaustos los depósitos de hierro del organismo. Entre las causas internas, generalmente imperceptibles clínicamente,  destacan la úlcera gástrica, la ingesta de aspirinas, los pólipos intestinales y el cáncer de colon, entre otras formas de expresión más o menos graves.

 

En la práctica clínica, la causa más frecuente de anemia por falta de hierro es la menstruación, propia de mujeres jóvenes o pre menopáusicas, donde es muy importante valorar con precisión el nivel de los depósitos de hierro del organismo para poder administrar la cantidad de hierro necesaria en cada caso, para restituir los depósitos adecuadamente. Esta administración de hierro no debe ser interrumpida hasta conseguir una repleción total de los depósitos, para lo cual es fundamental seguir las directrices del hematólogo. En general, el tratamiento de la anemia ferropénica intensa suele requerir entre 2 y 3 meses.

 

¿Cómo debería tratarse la anemia?

Frente a una anemia, el tratamiento debe ir dirigido hacia la causa que la produce, es decir, la enfermedad o situación subyacente. Para ello, lo primero es realizar un correcto diagnóstico y, si la anemia obedece a una falta de hierro, se debe administrar un preparado farmacológico con alto contenido en hierro, siempre que se pueda por vía oral y, si obedece a otra causa, establecer primero el diagnóstico y no administrar hierro hasta que se demuestre una falta del mismo con los análisis pertinentes. La actitud correcta ante una ferropenia es diagnosticar y tratar la enfermedad de base que la produce.

 

¿Es cierto que algunos alimentos pueden ayudar en casos de anemia?

En cierta manera sí, desde el punto de vista científico. El problema es que a través de los alimentos se absorbe muy poco hierro porque este, en exceso (sobrecarga de hierro), es altamente tóxico y puede lesionar tejidos vitales como el corazón, páncreas, hígado y otros. Por ello el organismo dispone de un sistema protector frente a la sobrecarga de hierro que limita drásticamente su absorción. Así, de una dieta normal se absorbe alrededor de 1,5 mg /día de hierro, que es suficiente para abastecer la formación diaria de hematíes, pero que tiene escaso margen frente a un aumento de la pérdida de hierro (hemorragia crónica), a un exceso de consumo (niños en edad de crecimiento y personas jóvenes) o a un defecto de absorción (enfermedad celiaca o envejecimiento). Gracias a este freno fisiológico de la absorción de hierro, en el que interviene una proteína muy importante llamada hepcidina, se evita su sobrecarga y, con ello, su posible efecto oxidante y letal sobre los diferentes tejidos del organismo mencionados con anterioridad. Existe una enfermedad hereditaria, con pérdida del control de la absorción de hierro, que se llama hemocromatosis y en la que el hierro, en exceso, se acumula en los depósitos, pero también en muchos otros tejidos del organismo pudiendo llegar a causar la muerte del paciente, si no se diagnostica a tiempo.

 

Por otra parte, debe mencionarse que cuando hablamos de dieta normal, se incluyen dos tipos de alimentos: vegetales y animales. Los alimentos vegetales, aunque pueden contener mucho hierro, como es el caso de las legumbres, este se absorbe muy poco y la mayor parte se elimina por las heces. En los alimentos animales, es decir, la carne, el hierro forma parte estructural de la hemoglobina dentro del grupo llamado “hemo” que, como si fuera una pastilla, se absorbe muy rápidamente y mucho mejor que los alimentos vegetales. Es por ello que comer carne aporta más hierro que comer vegetales porque su grado de absorción es mayor que cualquier otro tipo de alimento. Con todo, ante una falta real de hierro, la ingesta de carne nunca puede suplir la administración de un preparado farmacológico de hierro, es decir, el paciente nunca se curará comiendo carne.

 

¿Los pacientes que ya han sufrido anemia tienen más probabilidades de sufrirla de nuevo?

Todo depende de la causa de la anemia. Por ejemplo, en el caso de la anemia ferropénica debida a la menstruación (mujeres jóvenes) y recuperada con la administración de hierro, esta reaparece cuando cesa la administración de hierro, ya que la perdida mensual de hierro persiste. Esto es lo que sucede en las mujeres jóvenes con ferropenia mal controlada y donde es frecuente oír decir a la paciente que tiene anemia “desde siempre”. En este caso, con una correcta administración de hierro y su control periódico por parte del hematólogo, se consigue que la anemia desaparezca y que la paciente muestre un vuelco favorable en su calidad de vida.

 

Cuando la anemia no obedece a una falta de hierro, esta no se curará hasta que desaparezca la causa que la produce. Averiguar esta causa es muchas veces un proceso largo y costoso que exige  amplios conocimientos de medicina interna. Por ello se ha dicho que, en algunos casos, el diagnóstico de una anemia constituye un verdadero reto clínico  

 

La manera como los hematólogos diagnostican y controlan el tratamiento de una anemia no es basándose en si el paciente se muestra más o menos cansado, sino solicitando un conjunto de pruebas al laboratorio entre las que destacan la concentración de hemoglobina en sangre (Hb), el tamaño de los hematíes o volumen corpuscular medio (VCM) y el recuento de reticulocitos.

 

La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha definido la existencia o no de anemia en base a la Hb. Así, una mujer tiene anemia cuando su Hb es inferior a 120 g/l, un hombre cuando su Hb es inferior a 130 g/l, y un niño, cuando su Hb es inferior a 110g/l. Hoy en día para expresar la concentración de hemoglobina ya no se utilizan los clásicos “tantos por cien” (%) y solo se habla de concentración de Hb por litro de sangre (l). El VCM es tan importante como la concentración de Hb porque nos sirve para clasificar una anemia en tres tipos:

  1. Microcítica (VCM<82fl).
  2. Macrocítica (VCM> 98fl).
  3. Normocítica (VCM entre 82 y 98 fl).

 

Las anemias microcíticas obedecen, generalmente, a una falta de hierro (anemias ferropénicas) y las macrocíticas a una falta de vitamina B12 (anemias megaloblásticas). Cuando el VCM es normal (anemias normocíticas) resulta más difícil realizar una orientación diagnóstica y debe complementarse siempre con un recuento de reticulocitos, que nos permite conocer el grado de respuesta de la médula ósea (la fábrica de la sangre) a la anemia. Si la concentración de reticulocitos es elevada (reticulocitosis) la anemia obedece generalmente a una destrucción de los hematíes en la sangre (anemia hemolítica) y, si se halla disminuida, la anemia obedece a una incapacidad de la medula ósea para producir hematíes (anemia diseritropoyética o aplasia medular)

 

En definitiva, no obstante, es la concentración de hemoglobina lo que permite al hematólogo controlar el curso de una anemia una vez realizado el diagnóstico.

*Tradotto con Google Translator. Preghiamo ci scusi per ogni imperfezione

Dr. Joan Lluís Vives Corrons
Ematologia

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