La rinoplastia y la negociación de la apariencia física

Escrito por: Dr. Javier Arias Gallo
Publicado:
Editado por: Anna Raventós Rodríguez

Una de las funciones más importantes de la cara es la de presentarnos como seres humanos. Y qué duda cabe que la nariz, por estar en el centro de la cara, imprime un carácter específico al resto de las facciones. La nariz como tal es una característica genuinamente humana, y resulta un rasgo netamente diferenciador con respecto a nuestros primos los chimpancés y gorilas. Así, junto con la mayor capacidad cerebral, la posición erguida y la capacidad de oponer el pulgar a los demás dedos, la nariz nos hace humanos. El tamaño y forma de la nariz va a decir mucho a los demás de qué tipo de humanos somos.

 

Están las narices pequeñas. Están las narices grandes; y las finas, y las bulbosas, y las rectas, y las torcidas. La nariz está en el centro de la cara, y a lo largo de la vida se ve expuesta a los rigores vitales como golpes, infecciones, el paso de aire con más o menos dificultad; pero también a la presión de los músculos masticatorios sobre el esqueleto facial.

 

Justa o injustamente, la forma y tamaño de la nariz crean una impresión en los demás y en uno mismo. Y muchas veces es una impresión sutil. Cuántas veces se juzga a alguien que es poco fiable, o que es agresivo, o que es huidizo, sin saber muy bien porqué. Y muchas veces ese porqué viene influenciado por la nariz.

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La nariz excesivamente pequeña transmite una sensación de ligera pobreza. Una nariz grande, por contra, otorga un aspecto expansivo a la cara, quizá generoso, quizá rudo. Las narices aguileñas dan cierto aire rapaz. Una nariz con piel fina transmite elegancia a la persona, de la misma manera que una nariz de piel gruesa, o con las estructuras anatómicas poco definidas, da cierta idea de falta de clase. Una nariz torcida y achatada nos remite directamente a un boxeador, o a alguien problemático…

 

Es cierto que estas características son muy sutiles. Cuando vemos por primera vez a una persona se recibe toda la información de golpe. En general, las personas reciben todos los estímulos visuales sobre los demás, y muchas veces no individualizan los defectos que resultan muy evidentes a los expertos.

 

Negociar la apariencia a la hora de planificar una rinoplastia

Cuando una persona se plantea una cirugía estética sobre la nariz, la situación cambia bastante. La persona se ha mirado mucho, de frente, de medio lado o hasta de perfil (mediante un espejo, o haciéndose un “selfie”). Incluso desde abajo. El paciente que solicita información sobre la cirugía de la nariz suele tener una idea clara de los problemas que tiene su propia nariz. Y, sin embargo, durante la entrevista es muy frecuente que el criterio del paciente no coincida con el del cirujano. Por ejemplo, bastante a menudo, los pacientes con “caballete” nasal pronunciado no son conscientes de que parte de la deformidad puede deberse a una punta nasal demasiado pequeña, y no tanto a una nariz más grande de lo normal. Algo similar ocurre con los pacientes con caballete y mentón pequeño. El tamaño de la nariz y el tamaño del mentón deben estar en equilibrio para que la cara se vea armoniosa. Sin embargo el mentón es a veces injustamente olvidado en la cirugía de la nariz. Puede ser más oportuno reducir discretamente el tamaño de la nariz y a la vez aumentar el tamaño del mentón. Se consigue de este modo un equilibrio correcto entre las partes, sin dejar al paciente con una nariz ridículamente pequeña.

 

Como el anterior ejemplo hay diversas situaciones en las que la principal preocupación del paciente no coincide con el criterio del especialista en Cirugía Oral y Maxilofacial. Esto no significa que el médico no haga caso a las demandas del paciente. Significa que la tarea del médico es transmitir al paciente que, para conseguir el resultado visual deseado, es recomendable hacer modificaciones del resto de la nariz, o del resto de la cara, que en un principio pueden resultar un poco complicadas de entender.

 

El cirujano no debe ser nunca un “despachador” de operaciones a criterio exclusivo del paciente sino que debe ser un profesional que guíe al paciente hacia la mejor solución para su problema, y que complemente la idea que trae el paciente a la consulta.

Por Dr. Javier Arias Gallo
Cirugía Oral y Maxilofacial

El Dr. Arias Gallo es un destacado especialista en Cirugía Oral y Maxilofacial, con veinte años de experiencia, experto en cirugía estética y funcional nasal, cirugía reconstructiva y microcirugía, cirugía preprotésica e implantes dentales, entre otros.

Además, ha compaginado su labor profesional con la docencia, realizado cursos de formación quirúrgica específica en microcirugía y en cirugía avanzada de implantes dentales para residentes y especialistas.

​Actualmente es jefe clínico del equipo de Cirugía Maxilofacial del Hospital Ruber Juan Bravo.

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