Problemas de socialización en niños

Autore: Dra. Nuria Blanco Piñero
Pubblicato:
Editor: Albert González

 

¿Sociabilizar a un niño desde muy pequeño le ayudará en sus habilidades sociales, o es algo que puede estar relacionado también con la personalidad de cada niño?

Desde la primera infancia, la principal herramienta de aprendizaje es la imitación de las conductas emitidas por sus referentes más cercanos. De este modo, exponer a los niños a la mayor diversidad posible de situaciones sociales, les permitirá incorporar una mayor variabilidad y flexibilidad de recursos que garanticen su posterior relación autónoma con el entorno. Este proceso es lo que conocemos como socialización y es fundamental de cara a la adecuada maduración de los niños, desde las etapas iniciales de la vida.

 

Sin embargo, este proceso debe producirse de forma segura para los niños. Esto quiere decir que, debemos tener en cuenta tanto la edad, las características de personalidad de cada niño, las características particulares del entorno en el que se va a desarrollar, y también los recursos personales y sociales que haya adquirido hasta ese momento. Estas consideraciones deben hacerse para no exponer a los niños a demandas sociales que superen sus capacidades y/o nivel de maduración y que consecuente les generen un nivel de estrés excesivo pueda afectar a su futuro desarrollo social.

 

De este modo, queremos destacar que, si bien la socialización es un proceso fundamental y necesario para el futuro desarrollo integral del niño, esta debe realizarse atendiendo a las características de cada niño particular. Esto implicará tanto el grado de preparación previa que necesite el niño, la supervisión y grado de participación que deba ejercer la guía que le acompañe, los entornos que puedan resultarles de mayor seguridad y los tiempos que deba manejar. Por lo que siempre debemos considerar el cómo, cuándo y cuánto socializar a los niños.

 

La motivación e interés social es algo innato en la infancia.

 

¿Cómo podemos identificar que nuestro hijo puede tener un problema para sociabilizarse en el colegio o en el parque, por ejemplo?

La motivación e interés social es algo innato en la infancia. Las primeras figuras de referencia y vinculación suelen ser los padres y/o los responsables de sus cuidados, a los que identifican como figuras de seguridad y protección. Desde los primeros meses después del nacimiento, la orientación y búsqueda de dichas personas suelen ser un indicador de maduración normal. A partir de ahí, el círculo de referentes se debe ir ampliando por proximidad y/o intereses. El desarrollo de la intención comunicativa, del lenguaje y de la capacidad para generar situaciones comunes con otras personas se va produciendo de forma progresiva y natural a medida que el niño va acumulando experiencias y vivencias. Por lo que la naturalidad con la que el niño se va prestando y abriendo a las situaciones sociales, será uno de los indicadores en los que podremos apoyarnos para determinar la adecuación del proceso madurativo que viene siguiendo.

 

Otro gran factor a tener en cuenta, será la capacidad para adquirir los recursos y herramientas personales necesarias para el adecuado desempeño social, que empezará teniendo que ser dirigido y modelado por adultos y progresivamente ir evolucionando hacía una creciente autonomía e independencia. Por lo que los extremos que se pueden establecer en relación con este aspecto (desde los niños excesivamente independientes y con poco interés por integrarse en ningún tipo de interacción social o todo lo contrario, aquellos que son excesivamente inseguros y/o dependientes), deberán ser objeto de atención. En este aspecto, la dificultad más habitual sería la que presentan los niños que podríamos denominar coloquialmente como “torpes” socialmente. Es decir, aquellos que sin presentar un cuadro clínico grave, se muestran inmaduros en su competencia afectiva y/o relacional, y que suelen precisar estimulación e intervención técnica específica.

 

Finalmente la motivación y la curiosidad por investigar y compartir situaciones con otras personas, será el tercer gran factor a considerar. De nuevo, en este punto, oscilaremos desde el niño apático y/o excesivamente temeroso que no demuestra inquietud por ampliar su mundo social, hasta el niño excesivamente independiente y/o incluso temerario que se “va con cualquiera” y no atiende a la seguridad y/o vigilancia de los adultos de referencia. En estos extremos también sería conveniente realizar una valoración más exhaustiva de las dificultades que potencialmente pueden estarse dando.

 

Al margen de la perspectiva madurativa, los inicios de la capacidad de socialización pueden producirse de forma adecuada durante la infancia y truncarse en un momento dado. Esto puede darse de forma reactiva a algún tipo de vivencia más o menos traumática que el chico/a no haya sabido gestionar (situaciones de acoso o bullying), o como consecuencia y/o manifestación sintomatológica tanto de cuadros psicopatológicos (como la ansiedad, la depresión o los problemas de autoestima) o de enfermedades o dolencias físicas que les limiten o les obliguen a modificar su forma previa de relacionarse con el entorno. Por lo que queremos destacar que, los cambios significativos y más o menos duraderos en el interés y competencia social de niños y adolescentes, suelen ser una manifestación clara de otro tipo de padecimientos más profundos.

 

Presionar a los niños nunca es una buena opción. 

 

En este punto, queremos destacar también la problemática que puede aparecer de forma abrupta durante la adolescencia en chicos/as que durante la infancia mostraron una adecuada maduración y competencia social. En este escenario deberemos identificar la causa que justifica esta pérdida de capacidad y/o interés lo antes posible. Puesto que es una etapa madurativa lo suficientemente complicada para ellos como para que cuánto antes se ataje, mayores garantías tendremos que la superan de forma saludable y constructiva.

 

¿Puede ser contraproducente presionar a los niños a sociabilizarse, en casos de timidez extrema, si no se sienten cómodos con la situación?

Claramente. Presionar a los niños nunca es una buena opción para conseguir nada y más en el entorno de la carencia o el miedo. Actitudes como la motivación, el acompañamiento, el modelado y el reforzamiento de la seguridad y la confianza en ellos mismos, suelen ser mucho más efectivas para la superación de cualquier vulnerabilidad o debilidad que puedan presentar los niños, ya sea en el entorno personal y/o social.

 

A priori, la timidez debemos entenderla como un rasgo de personalidad de los individuos que, no necesariamente, tiene por qué suponer una limitación o incapacidad social. No obstante, sí va a implicar que el chico/a desarrollará sus propios procedimientos e intereses en la socialización. Otra circunstancia sería, que detrás de esa etiqueta de “timidez”, se escondan miedos, inmadureces y/o cualquier otra dificultad en la adquisición de las competencias sociales que, detallamos en puntos anteriores. Esto suele ser habitual cuando para describir el estilo de relación de los niños o las dificultades que estos presentan, los adultos acuden a la etiqueta “extrema”. En este escenario presionar y/o forzarles a enfrentar situaciones para las que no están preparados, y menos sin facilitarles los recursos necesarios para hacerlo de forma segura, puede provocar complicaciones emocionales y frustraciones que empeoren el pronóstico del chico/a.

 

¿Cómo podemos abordarlo y ayudarle en sus habilidades sociales, sin forzarles?

De forma evolutiva y mientras no se identifique la existencia de un problema concreto y específico que requiera la ayuda o guía de un profesional especializado, el acompañamiento más o menos intensivo y/o directivo, por parte de los adultos de referencia durante la exposición a las situaciones sociales, será el principal recurso. Puesto que reforzará la seguridad y confianza del niño de cara a la exploración y la investigación de nuevas formas de relación con desconocidos. En este escenario, la incorporación a actividades no académicas, pero grupales, más estructuradas y donde bajo la supervisión de adultos puedan ir ampliando sus competencias sociales (deportes, grupos de actividades artísticas, en la naturaleza…), es una de las formas más habituales de reforzar el potencial social de los niños/as.

 

Sin embargo, deberemos estar atentos a aquellos casos donde los niños muestran niveles de miedo o reticencia excesivos a estos escenarios sociales y/o dificultades manifiestas en la adquisición, tanto de recursos sociales como de la confianza en ellos mismos necesaria para enfrentar saludablemente estas situaciones. Ante estas situaciones, se debiera acudir a buscar ayuda profesional. Esta se caracterizará, una vez detectada las necesidades particulares de cada niño/a o adolescente, por ofrecerles un entorno seguro donde adquirir y entrenar las competencias que den respuesta a sus carencias. Dichos recursos podrán ofrecerse en un formato individual o grupal y es lo que se conoce como Intervención en habilidades sociales. Este trabajo puede abordarse desde distintas perspectivas y a través de diversas herramientas facilitadoras, pero siempre deben ir diseñadas y dirigidas por un profesional cualificado y acreditado para esta labor.

*Tradotto con Google Translator. Preghiamo ci scusi per ogni imperfezione

Dra. Nuria Blanco Piñero
Psicologia

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