Denominación y clasificación de los “Trastornos Generalizados del Desarrollo”: claves para su comprensión

Written by: Sara Céspedes Mercé
Published: | Updated: 13/06/2022
Edited by: Cristina Mateo

El DSM incluía en su cuarta edición de “Trastornos Generalizados del Desarrollo -TGD” el trastorno autista, el trastorno de Asperger, el trastorno desintegrativo infantil, el trastorno generalizado del desarrollo no especificado – TGD NE- , y el trastorno de Rett. En su quinta y última versión, el manual optó por englobar bajo un único epígrafe el autismo de Kanner, el Asperger y el TGD-NE, pasando a ser denominados como “Trastorno del Espectro Autista”, un cambio que contribuyó a hacer desaparecer del grupo síndrome de Rett y el desintegrativo infantil.

 

Por otro lado, encontramos la clasificación de la Organización Mundial de la Salud (OMS)  que utiliza en su décima edición también el término “Trastornos Generalizados del Desarrollo”, aunque luego su listado no sea idéntico al utilizado en el anterior DSM. En la CIE11, los trastornos del espectro autista se incluyen dentro de la denominación general de “Trastornos del neurodesarrollo”.

 

Por lo tanto, atendiendo a estos cambios de denominación, es habitual que el término “autismo” se emplee generalmente, tanto en medios de comunicación como en entornos profesionales o asociativos, para referirse a todos los trastornos incluidos bajo la denominación de “Trastornos Generalizados del Desarrollo” (CIE10) o la expresión “Trastornos del Espectro Autista – TEA” (DSM5).

 

El término TEA no es compartido universalmente.

 

La experiencia acumulada demuestra que existe una gran variabilidad en la expresión de estos trastornos. El cuadro clínico no es uniforme y su presentación oscila en un espectro de mayor a menor afectación; varía con el tiempo y se ve influido por factores como el grado de capacidad intelectual asociada o el acceso a apoyos especializados.

 

El concepto de TEA intenta reflejar la realidad clínica y social que afrontamos. Sin embargo, no es un término compartido universalmente. El término TEA facilita la comprensión de la realidad social de estos trastornos e impulsa el establecimiento de apoyos para las personas afectadas y sus familias.

 

Diagnóstico diferencial del autismo

 

Nos referimos al autismo como un conjunto de comportamientos observables que pueden estar o no asociados con otro trastorno conocido. Por lo tanto, si una persona recibe un diagnóstico de una enfermedad determinada, como la Fragilidad X o la Esclerosis Tuberosa, y presenta síntomas propios del autismo, recibirá ambos diagnósticos.

 

Por otro lado, es necesario valorar formalmente el nivel de desarrollo o de capacidad intelectual, comunicativa y adaptativa de la persona puesto que, conociendo sus niveles, se estará en condiciones de evaluar la presencia de posibles síntomas de autismo. Cuando se ven discrepancias entre la edad mental general y el desarrollo socio-comunicativo y la posible tendencia a la rutina, y aparecen diferencias cualitativas, características del autismo, se podrá establecer el doble diagnóstico de discapacidad intelectual (antiguamente denominada retraso mental) y autismo (o TGD o TEA).

 

El diagnóstico de discapacidad intelectual no debería hacerse antes de los cinco años, empleándose en este tiempo previo el término de Retraso Global del Desarrollo. Muchos autores cuestionan la limitada validez que tiene el hacer el doble diagnóstico si la persona no supera un cociente intelectual de más de 20 puntos, ya que la presentación clínica y las necesidades reales de la persona estarán básicamente determinadas por su discapacidad intelectual.

 

También es necesario realizar un diagnóstico diferencial con los trastornos graves del desarrollo del lenguaje (disfasias), en los que la sintomatología puede inicialmente coincidir, ya que en dichos trastornos se comprueba una mejoría llamativa de las competencias sociales y de la comunicación.

 

La importancia del diagnóstico clínico

 

Existen otros trastornos con lo que es habitual confundir los TGD, como por ejemplo: el trastorno múltiple y complejo del desarrollo, el trastorno esquizoide de personalidad de inicio en la infancia y el Síndrome del Hemisferio Derecho.

 

En todo caso, el diagnóstico clínico es fundamental para el avance del conocimiento, pero a la hora de establecer un programa personalizado de apoyo también es importante determinar las necesidades de salud, educativas, culturales y sociales. Estos son los elementos que individualizan a la persona dentro del variado espectro de estos trastornos son los que finalmente determinan el plan individualizado a seguir.

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 Sara Céspedes Mercé

By Sara Céspedes Mercé
Psychology

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