¿Puede la psicología ayudarnos a detectar mentiras?

Escrito por: María Gallego Blanco
Publicado: | Actualizado: 03/09/2020
Editado por: Nicole Márquez

 

¿Es posible para una persona como cualquiera de nosotros detectar las mentiras?

La verdad es que no es una pregunta fácil. Para intentar responderla voy a hablar un poco del hallazgo más conocido: las llamadas “microexpresiones faciales” de Paul Ekman. El Dr. Ekman, experto en el tema, al que probablemente relacionen con una serie americana que trataba precisamente de cómo desenmascarar a mentirosos y que llevaba por título “Lie to me”, “Miénteme”.

 

Como digo, es probablemente la persona (o una de las personas) que más ha estudiado el tema y que, además, enseña cómo detectar la mentira en talleres que imparte, juntamente con su equipo. En palabras suyas, se puede tardar en conseguir detectar una mentira en 32 horas, si no recuerdo mal. Entrenar a la gente para detectar lo que él llama una “microexpresión”, una expresión facial que dura muy poquito, (una veinticincoava parte de un segundo) es lo más útil para conseguirlo.

 

Él y su equipo han experimentado y testado a más de 15.000 personas en todos los ámbitos de la vida, y más del 99% no las ven, aunque con un entrenamiento adecuado cualquier persona podría aprender a ser consciente de ellas. ¿Qué es lo que ocurre? Que las microexpresiones, evidentemente, tienen limitaciones. Voy a hacer referencia a una: solamente pueden decirte que la persona está ocultando una emoción (lo que constituiría una mentira), pero no informarte de lo que esa persona siente realmente.

 

Vamos a poner un ejemplo para entenderlo mejor. Si me acusan de algo terrible que no he hecho, siento ira por ello y oculto esta emoción, manteniendo verbalmente mi inocencia, podrán detectarse elementos discordantes con lo que digo (microexpresiones). Pero eso no es necesariamente indicativo de mi culpabilidad, sino de que escondo una emoción (en este caso, como digo, la ira). La cuestión, como vemos, no es tan sencilla como parece. Detectar una emoción que alguien desea ocultar (según el Dr. Ekman) es posible, pero no hace a esa persona necesariamente culpable de nada.

 

Por otra parte, también es importante hacer referencia a que las investigaciones de este psicólogo no solo tienen seguidores, sino también detractores.

 

La sensación de culpabilidad disminuye contra más se practica la mentira. 

 

¿Cuánto más se miente, más culpable se siente uno?

No necesariamente. De hecho, hay investigaciones que han concluido lo contrario. Un estudio de científicos de Reino Unido (de la University College of London), por ejemplo, ha llegado a la conclusión de que la repetición del engaño hace que el cerebro pierda sensibilidad frente a la mentira y, como consecuencia, se produzca una escalada de falsedades.

 

La investigación, publicada en la revista Nature Neuroscience, proporciona evidencia empírica de cómo ocurre este proceso en el cerebro. Es decir, cuanto más mentimos, más se adapta nuestro cerebro a la situación de mentir y nos genera menos culpa. Aunque la gente inicialmente se pueda sentir culpable, esa sensación de culpabilidad va desapareciendo (o se va difuminando) con la práctica.

 

¿Hay alguna relación entre mentira y autoestima baja?

Algunas veces sí. Se me ocurre el caso de aquellas personas que tienen poca confianza en que vayan a ser aceptadas tal como son, y que podríamos decir que caen en la tentación de “adornar” su historia o sus habilidades, para intentar causar una impresión más favorable en terceros.

 

¿A qué edad comenzamos a mentir?

Tempranito, diría yo. De pequeños. Un niño de alrededor de 1 año es capaz de fingir el llanto, hacer una pausa para ver si alguien viene, y continuar haciendo que llora. Cualquier padre o madre se habrá percatado de ese hecho tan curioso. Uno de 2 años ya es capaz de disimular y uno de 5 puede mentir sin reservas, abiertamente.

 

En conclusión: nuestra relación con la mentira nos viene desde muy muy pequeñitos.

 

¿Cómo detectarlas a través del lenguaje verbal?

Antes de hablar de este tema desde un punto de vista práctico, tengo que matizar que los datos a los que voy a hacer referencia son indicadores. Nunca (y de ninguna forma) son pruebas de que alguien intenta ocultar algo. Muchas veces, aislados, no tienen ninguna relevancia. Son el resultado de investigaciones, pero no podemos tomar uno de estos datos aislados para acusar a nadie. La realidad es mucho más compleja que eso.

 

En relación con el tema del lenguaje, hay estudios que demuestran que las personas obstinadas en negar sus actos tienden a recurrir al uso del lenguaje formal, más que al informal; y a recurrir más a lo que llamamos el lenguaje distanciador (es decir: los mentirosos inconscientemente se distancian de la persona de la que hablan, utilizando como herramienta su forma de hablar, el lenguaje). Hay más elementos que pueden delatar a alguien que trata de mentir:

 

Sabemos que el lenguaje calificativo quita credibilidad a la persona (“para ser honesto …” “con toda franqueza”) El hecho de repetir la pregunta completa que le acaban de hacer (de formular) a uno. Saturar el relato con detalles que no vienen al caso, puede ponernos un poquito en guardia. En relación con todo esto, una cosa que suelen hacer los interrogadores entrenados (experimentados) es pedir a la persona que narre su versión de la historia (que muchas veces, como digo, tenderá a plagar de detalles irrelevantes y contará los hechos en orden cronológico).

 

El problema para quien miente, puede surgir si le piden que narre la historia hacia atrás (lo contrario al orden cronológico). Y, complicársele más aún, si el interrogador entrenado comienza (además) a fijarse en su lenguaje no verbal. ¿Por qué? Porque las personas que mienten pueden practicar lo que dicen (habitualmente en un supuesto orden cronológico), pero no suelen ensayar sus gestos.

 

¿Cómo detectarlas a través del lenguaje corporal?

Hay datos curiosos. La gente, en general, tiende a creer que los mentirosos se mueven constantemente mientras mienten, pero hay investigaciones que han concluido que inmovilizan la parte superior de su cuerpo al mentir. Otro error que cometemos es pensar que no miran a los ojos mientras nos intentan engañar, pero hay estudios que han comprobado que mantienen la mirada (digamos) más de lo normal y cambian la velocidad del parpadeo.

 

Tienden a sujetar objetos como barreras y los colocan entre ellos y la persona que les interroga. Alteran su tono de voz, frecuentemente disminuyéndolo, y presentan otros muchos signos que son realmente comportamientos aislados y que, aisladamente (como digo), no constituyen la prueba de ningún engaño.

 

Un signo que, sin duda, lleva a equívocos es el tema de la sonrisa. Las personas frecuentemente creemos que la cordialidad y la sonrisa son signos de honestidad y de sinceridad, pero un detector de mentiras un poquito entrenado puede identificar muy fácilmente una sonrisa falsa analizando los músculos que se contraen en la cara, por ejemplo, que no son los mismos cuando la contracción es consciente o es involuntaria. Esto sería fácil de detectar en alguien con mascarilla, que solo nos muestra los ojos (con los que es complicado mentir). Hay más indicios de este tipo.

 

Existen ocasiones en las que decimos sí, pero nuestra cabeza (muy sutilmente) dice que no. Y otras mostramos una expresión facial con una esquina del labio levantada hacia arriba y hacia dentro. Una expresión muy característica y asimétrica, la de desprecio (que es muy fácilmente detectable).

 

Son muchísimos los signos se suelen asociarse a la mentira, y resultan fácilmente reconocibles si sabemos lo que tenemos que buscar y estamos atentos.

Por María Gallego Blanco
Psicología

María Gallego Blanco es licenciada en Psicología, con amplia experiencia en edad pediátrica y adultos.

Durante sus años de formación y colaboración en el Departamento de Pediatría del Hospital Clínico de Santiago de Compostela, su actividad en la Unidad de Paidopsiquiatría se desarrolló en el área de consulta, hospitalización, elaboración de informes psicológicos jurídico–periciales y asesoramiento clínico y psicopedagógico a varias unidades y servicios del Departamento. Fundamentalmente en el Servicio de Neuropsicología pediátrica, Unidad de endocrinología, crecimiento y nutrición pediátrica, Unidad de trastornos metabólicos, Unidad de Gastroenterología y Hepatología y Nutrición pediátrica, Unidad de Hematología y Oncología pediátrica y Pediatría general.

De este modo y, puesto que también trabaja con adultos al margen de la práctica psicoterapéutica en el área de pediatría, a lo largo de los últimos 20 años ha realizado la evaluación e intervención de casos que engloban los problemas y trastornos más frecuentes en psicoterapia: de ansiedad, depresivos, de personalidad, patología específica pediátrica, terapia de pareja, trastornos de alimentación, patología ligada a enfermedades crónicas (oncología, diabetes...).

Colabora todos los lunes a las 12:30 en el  programa de EsRadio Galicia, donde tiene el 'Espacio de psicología con María Gallego'.

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