Psicoterapia Psicoanalítica: cómo superar el círculo vicioso

Escrito por:

Neus García Guerra

Psicóloga

Publicado el: 14/06/2016
Editado por:


La Psicoterapia es un tratamiento psicológico que pretende resolver el conflicto entre los impulsos del Yo y el Súper-yo que sufre el individuo y se manifiesta a través de los síntomas.

Y es que en la personalidad de todo individuo confluyen tres factores:

Los instintos: fuerza biológica de la cual surgen los impulsos El yo: adapta los impulsos a la realidad El súper-yo: es el encargado de la auto-crítica

Así, la psicoterapia psicoanalítica busca ayudar a este propósito, ofreciendo una respuesta diferente, conocimiento y comprensión de su manera de hacer, haciendo al paciente consciente lo que es inconsciente.

El paciente por un lado comienza a observarse y entender sus actuaciones, lo que favorecerá aprender de las experiencias, por tanto, promueve el desarrollo y disminuye la tendencia a la repetición.

El terapeuta ayuda al paciente a llevar a la conciencia una cantidad de energía de los impulsos y a aguantar y soportar la angustia que conlleve. Así, va aprendiendo a diferenciar entre su realidad interna y la realidad externa, a medida que se le va presentando en pequeñas dosis su yo real, pudiendo percibir la realidad sin que esté deformada por su percepción de la misma.

 

Tratamiento psicoterapéutico

En el punto que se presenta el paciente, su yo se encuentra tan a merced de los impulsos y del súper-yo que sólo puede hacer frente a la realidad si ésta se le administra en dosis mínimas. Estas dosis son las que el terapeuta le da en forma de interpretaciones, es decir, describiendo al paciente los procesos psíquicos inconscientes, quien hasta el momento sólo conocía estos procesos a través de los síntomas, como las dificultades de relación interpersonal, ansiedad, etc.

Se obtiene un cambio en el paciente gracias a un proceso de reorganización mental, al que se llega a través de la relación con el terapeuta y en cuya base se encuentra el descubrimiento de fantasías, sentimientos, deseos, significados, etc

Esta reorganización permite al paciente aprender nuevas formas de comportamiento frente a uno mismo y frente a los demás. Esto significa aumentar la comprensión que tiene de sí mismo a fin de que pueda utilizar más libremente sus aptitudes y recursos para manejar la realidad que le rodea y satisfacer sus necesidades afectivas, impulsivas y sociales.

Igual que ocurre con una pulmonía, que al curarla desaparecen los síntomas de fiebre y tos, los síntomas psicológicos ya no serán necesarios y desaparecerán.
 

En conclusión, el proceso terapeútico se divide en:

1.- Finalidad: Permitir que la organización mental del paciente pueda romper el círculo vicioso y continúe su progresión.

2. Principal alteración: El conflicto existente entre los impulsos, el yo y el súper-yo de la personalidad del paciente.

3. Modificación: Se lleva a cabo una serie de innumerables pasos pequeños, por la acción de la interpretación, para hacer al paciente consciente de lo inconsciente.

4. Objetivo: Fortalecer el yo y permitirle manejar adecuadamente aquellos impulsos y emociones frente a los que, hasta el momento, ha fracasado en la función de síntesis e integración que le es propia.
 

El proceso terapeútico se divide en finalidad, principal alteración, modificación y objetivo.
 

El marco de trabajo de un terapeuta

Para que este proceso pueda llevarse a cabo se necesita un marco de trabajo, como en una operación quirúrgica es necesario un quirófano.

Esta marco se establece en base a elementos fijos, es decir, el paciente tiene un espacio de tiempo que es suyo, marcado por unos días concretos y un horario que siempre es el mismo. El espacio físico en el que se desarrollan las sesiones no sufre cambios y el lugar del paciente y del terapeuta también será el mismo.
Todos estos elementos que no sufren cambios proporcionan unas referencias concretas, fijas, que favorecen la aparición de las variables a trabajar. Cuanto menos contaminado esté por la realidad externa, más clara se podrá ver la realidad interna del paciente. Ésta es la manera de que menos variables externas intervengan y por tanto los cambios dependan más de la situación emocional del paciente.

 

Ejemplo de psicoterapia psicoanalítica: caso de fobia
 

El caso:

Una mujer de 40 años, de profesión peluquera, acude a la consulta por padecer el siguiente síntoma: temblor en las manos cuando corta el pelo, sólo le pasa con algunas personas, personas maleducadas que no la tratan bien.

El síntoma se manifiesta por primera vez cuando empieza a trabajar hace 20 años. Le ocurre con una persona que la paciente manifiesta que le gritó y le dijo que lo estaba haciendo mal.

La paciente es soltera, vive con su madre, muy dependiente de ésta. Ha tenido diversas relaciones de pareja en las que ella se anulaba como persona, sometiéndose al otro y sintiéndose maltratada.

De su familia, explica que su padre murió cuando ella tenía 3 años, la madre era una persona fuerte que se ocupó de los hijos, eran 4 chicos y ella, la única hija y la pequeña. Recuerda haberse sentido protegida por todos, pero sin tener voz ni voto, hacía lo que le decían.

En la relación terapéutica manifestaba su deseo de recibir un listado de pautas de comportamiento con la intención de cumplir todo lo que se le ordenase, sometiéndose. Al no recibir la respuesta esperada apareció frustración, la cual se pudo trabajar. Así se comenzó a romper el círculo vicioso de repetición, gracias al conocimiento y comprensión del conflicto existente.
 

Conflicto:

Se había desplazado al trabajo la relación no resuelta con su madre. Los impulsos agresivos hacia ésta no podían ser reconocidos, los tenía que desplazar e invertir en que son los demás los que le agreden.

El super-yo de la paciente no toleraba estos impulsos agresivos: no se podía separar de la madre, ya que consideraba la separación como una agresión. Así, o estaba sometida o agredía. Separarse de su madre sería para la paciente satisfacer los sentimientos agresivos de ella y no sólo independizarse.
 

Tratamiento:

A medida que la paciente pudo reconocer sus sentimientos agresivos, tolerando que fueran aspectos suyos, también pudo percibir a los demás adecuadamente, sin distorsiones.

Su yo se fortaleció, pudo ejercer su función de integración ante unos impulsos que se podían aceptar, con la ayuda de un súper-yo que los podía tolerar. Y como consecuencia pudo diferenciar adecuadamente la realidad externa y su realidad.

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