Consejos para poder evitar los problemas sexuales

Escrito por:

Dra. Marina Mazheika

Ginecóloga

Publicado el: 13/04/2021
Editado por: Albert González


Se habla mucho de sexo y de sexualidad, pero si preguntamos su significado a distintas personas, incluidos profesionales sanitarios, nos daremos cuenta de que les cuesta definir los conceptos de forma clara y, en muchos casos, lo hacen de forma reduccionista, confusa y contradictoria.

 

La sexualidad es el resultado de la interacción de factores biológicos, psicológicos, socioeconómicos, culturales, éticos, religiosos o espirituales. Por lo tanto, la sexualidad se experimenta y se expresa en todo lo que somos, sentimos, pensamos y hacemos. Y por ello, es uno de los aspectos más vulnerables al estado de salud física y/o mental.

 

Los cambios propios del proceso evolutivo provocan necesidades de adaptación psicológica, que a veces propician el desarrollo de disfunciones sexuales, como, por ejemplo, el paso de la pubertad a la adolescencia con el descubrimiento del propio cuerpo y el inicio de las relaciones sexuales; cambios puntuales como el afrontamiento del parto y postparto; la necesidad de ajustes que supone la menopausia; o el llegar a ser mayores y ancianos. Se pueden producir disfunciones sexuales a lo largo de nuestras vidas por múltiples causas, desde las físicas o secundarias producidas por procesos patológicos, a las relacionadas con factores más psicológicos.

 

Una disfunción sexual implica la ausencia o la modificación de una o de varias fases de la respuesta sexual: deseo, excitación, orgasmo y resolución. Según cada caso, puede tratarse de una falta de interés, una imposibilidad para sentir placer, un problema fisiológico que impida o dificulte una correcta resolución sexual o una incapacidad para controlar o sentir el orgasmo.

 

Las disfunciones sexuales provocan trastornos neuróticos y conflictos con grave repercusión en la autoestima o en las relaciones de pareja, pudiendo constituir un signo precoz de patología orgánica: cardiovascular, neurológica o endocrina. Sin olvidar que, tanto en hombres como en mujeres, las DS pueden generar problemas sexuales también en la pareja y que muchos casos de violencia de género y de abusos sexuales.

 

Una disfunción sexual implica la ausencia o la modificación de fases sexuales.

 

Problemas sexuales en las mujeres:

Deseo sexual: estas alteraciones pueden aparecer por defecto (bajo deseo), por exceso (hipersexualidad) o por las variaciones en cuanto al objeto del deseo (parafilias). Trastorno de excitación sexual: interés ausente o reducido en la actividad sexual, fantasías o pensamientos sexuales. Anorgasmia: ausencia de orgasmo, reducción de la intensidad de las relaciones orgásmicas. Vaginismo: un trastorno psicológico que se presenta como miedo o ansiedad ante la penetración (también puede incluir dolor), y físicamente con espasmo vaginal. Dispareunia: molestia o dolor genital recurrente que aparece antes, durante o después del coito o de la penetración vaginal superficial o profunda, relacionado con una causa física identificable a excepción de la falta de lubricación.

 

Problemas sexuales masculinos:

Deseo sexual: estas alteraciones pueden aparecer por defecto (bajo deseo), por exceso (hipersexualidad) o por las variaciones en cuanto al objeto del deseo (parafilias). Trastorno eréctil: dificultad marcada para conseguir una erección durante la actividad sexual, mantener la erección hasta finalizar la actividad sexual y la reducción marcada de la rigidez de la erección. Trastornos de orgasmo y eyaculación: eyaculación precoz y retardada.

 

Entre los recursos terapéuticos utilizados en Sexología se encuentran el asesoramiento y el consejo sexual. La terapia sexual es un encuadre muy individualizado ante el cual el especialista diseña para cada problema sexual un programa único de tratamiento adaptado a las peculiaridades del paciente y su pareja, y a las causas de su problema sexual.

 

La terapia sexual trabaja directamente con los problemas sexuales sufridos por los pacientes, planteándose como metas la modificación de la conducta o el funcionamiento sexual de los mismos en un sentido positivo. Para ello, necesita un período relativamente corto de tiempo, normalmente cifrado entre unos tres y seis meses, a razón de una sesión de terapia semanal. De todos modos, la duración del tratamiento depende normalmente del tipo y la complejidad del problema abordado y de las metas propuestas en relación con el mismo.

 

Consejos cómo evitar problemas sexuales:

La comunicación: una relación sexual sana debe basarse en el respeto y el entendimiento mutuo, así como en el consentimiento por ambas partes. Hacer ejercicio o practicar algún deporte. Técnicas de relajación: el estrés puede reducir el deseo sexual. Cuidado con las prácticas de riesgo como practicar sexo sin anticonceptivos con las consecuencias que ello supone: infecciones de trasmisión sexual, embarazo no deseado, etc. No fumar: está clínicamente demostrado que el consumo de tabaco disminuye satisfacción sexual. Llevar una buena alimentación: una dieta con un alto contenido en grasas saturadas puede derivar en problemas de índole sexual. Visitar al especialista cuando se presente un problema.
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