Mitos y realidades entorno al trastorno del espectro autista (TEA)

Escrito por: Dra. María Eugenia Russi Delfraro
Publicado:
Editado por: Margarita Marquès

“La falta de cariño de los padres o de cuidados del entorno familiar provoca el trastorno...”

No existe ninguna relación causal entre el afecto proporcionado por los padres y las madres a sus hijos y el desarrollo posterior de este trastorno. El TEA es un trastorno del neurodesarrollo de origen genético. Es un problema médico, igual que la diabetes o la hipertensión arterial.

 

“Ciertas vacunas administradas en la edad pediátrica pueden causar un TEA...”

Hasta el momento ningún estudio científico ha podido demostrar una relación causa-efecto entre la vacunación y el TEA. No es un trastorno adquirido que surja tras el nacimiento o como consecuencia de factores externos (incluida la vacunación). Se trata de un trastorno del neurodesarrollo con el que se nace, y afecta al sistema nervioso central.

 

“Las personas que padecen un TEA no tienen sentimientos...”

Las personas con TEA tienen sentimientos como todos nosotros: lloran, ríen, se alegran, se entristecen, se enfadan, sienten celos, etc. Sin embargo, en ocasiones pueden tener dificultades para identificar y expresar dichas emociones. Les cuesta procesar e interpretar correctamente la información que les llega (incluida la emocional), por lo que algunas de las estrategias que utilizan para afrontarlo resultan inadecuadas al contexto social (se “refugian” en sí mismos, realizan actividades repetitivamente, porque son conocidas y controlables para ellos, o canalizan sus emociones a través de rabietas y berrinches). Existe por tanto, una dificultad significativa en lo que llamamos “inteligencia social”.  

 

El TEA es un trastorno del neurodesarrollo de origen genético

 

“Todas las personas con TEA tienen discapacidad intelectual...”

Tener un TEA no implica necesariamente que la persona padezca una discapacidad intelectual. Cuando hablamos de espectro del autismo nos referimos a un amplio abanico de manifestaciones clínicas, que abarcan desde el autismo clásico (presentación más grave y con un riesgo de afectación cognitiva del 75%), hasta formas menos graves como el autismo de alto funcionamiento y el síndrome de Asperger (con un nivel de inteligencia normal o incluso superior).  

 

“Todos los niños con TEA son “genios,” tienen un talento excepcional o son muy inteligentes...”

Como hemos mencionado anteriormente, algunos niños con TEA pueden exhibir habilidades cognitivas extraordinarias. Por ejemplo, pueden recordar un rango de fechas, modelos y matrículas de coches, etc. A menudo, la información que acumulan no es útil en el día a día, pero constituye una actividad atractiva puesto que se relaciona con sus centros de interés. A pesar de dichas “habilidades cognitivas”, sus escasas “habilidades sociales” y de adaptación al entorno que les rodea, suelen ser las que comportan mayores dificultades y sensación de malestar a estas personas. 

 

“Todos los niños con TEA tienen problemas de aprendizaje...”

Los síntomas del trastorno pueden variar considerablemente y, aunque algunos niños tienen problemas de aprendizaje, otros son muy inteligentes y siguen adecuadamente el currículo escolar. A muchos les interesan especialmente las ciencias de la naturaleza, o por el contrario se les da muy bien el cálculo mental o el aprendizaje inicial de la lectura (incluso sin una instrucción específica). En cambio les cuesta la resolución de los problemas matemáticos o la comprensión lectora, pues han de hacer uso de habilidades inferenciales e interpretativas de situaciones abstractas complejas. Aun así, las dificultades más importantes que la mayoría suelen presentar en la escuela son las derivadas de las dificultades sociales, de comprensión y adaptación al entorno. Los ruidos e imprevistos que se suceden constantemente, el juego y las bromas de sus compañeros que no comprenden, les suelen generar una gran ansiedad.

 

“Las personas con TEA no se comunican ni se relacionan...”

Las dificultades sociales que los individuos con TEA suelen presentar están condicionadas por su dificultad en la interpretación del estado de ánimo de las personas que les rodean (empatía), así como por el reconocimiento de las expresiones faciales. Les cuesta empatizar, mirar a los ojos de su interlocutor y comprender bromas e ironías o segundos sentidos. Suelen ser rutinarios y los cambios inesperados hacen que se frustren con facilidad. Pero esto no significa que no se relacionen o que no quieran hacerlo, sino que lo hacen de una forma diferente.

 

“Las personas con TEA presentan problemas de conducta...”

Las personas con TEA, por su condición, no tienen malas intenciones. Se ha de tener en cuenta que, en ciertos momentos o ante determinadas situaciones sociales (que no saben interpretar y les sobrepasan), se frustran y pueden reaccionar con una rabieta. Ésta es su manera de enfrentarse al mundo desde su peculiar forma de entenderlo y vivirlo, desde sus dificultades para expresar sus sentimientos y buscar estrategias alternativas de actuación. Sin embargo, este tipo de comportamientos no tienen por qué darse de manera generalizada, y pueden mejorar y disminuir si les enseñamos estrategias alternativas de actuación.

 

“Son niños que no pueden ir a colegios ordinarios...”

En general, los niños con autismo se benefician enormemente de la integración en la vida escolar. Son niños que, con una instrucción específica, aprenden a comprender las reglas del mundo en el que nos movemos. Un mundo en el que hay cabida para la diversidad y en el que todos somos iguales, aunque diferentes. Lo importante es crear un modelo educativo que se adapte a sus necesidades, con los apoyos necesarios y el ambiente estructurado preciso para favorecer la inclusión.

 

“El autismo únicamente se puede diagnosticar en edad infantil...”

Con demasiada frecuencia, los medios hablan de niños/as con autismo, pero casi nunca de adultos con autismo. Es necesario que la sociedad conozca y entienda tanto a los niños como a los adultos con TEA. Se puede por tanto, diagnosticar a cualquier edad.

 

“Determinadas dietas aportan mejoras en el TEA...”

A pesar de que en un pequeño porcentaje de casos la eliminación de alimentos concretos de la dieta ha mejorado algunos comportamientos (según los estudios esto ha sucedido únicamente en 20 casos de 40.000), este hecho no se relaciona directamente con la presencia de TEA. Dicha teoría no se ha comprobado científicamente y, si fuera cierta, el trastorno ya se habría erradicado. Lo que verdaderamente refleja mejora a corto, mediano y largo plazo es la intervención psicológica.

 

“El TEA se cura...”

El TEA no desaparece con el tiempo ni se cura. No obstante, se pueden mejorar y superar algunas de sus dificultades. Para ello, es necesario llevar a cabo un tratamiento temprano, individualizado y constante que tenga como objetivos principales trabajar la comunicación, la relación social, las capacidades cognitivas, la simbolización, la flexibilización, la disminución de patrones de conducta característicos y la autonomía.

Por Dra. María Eugenia Russi Delfraro
Neurología infantil

La Dra. María Eugenia Russi Delfraro es una reconocida especialista en el campo de la Neuropediatría; con una amplia experiencia en el diagnóstico y tratamiento del TDAH, los trastornos del aprendizaje (como la dislexia, la discalculia, la disgrafía, el trastorno del desarrollo de la coordinación, etc.), la neurología cognitiva y los diferentes trastornos del neurodesarrollo como el trastorno del espectro autista (TEA), el trastorno del espectro alcohólico fetal (TEAF), o la discapacidad intelectual (DI). Asimismo, también es especialista en dificultades del aprendizaje derivadas de patologías neurológicas como la prematuridad, la epilepsia, los trastornos genéticos o el daño cerebral adquirido.

Cuenta con más de 15 años de experiencia en la profesión y una exhaustiva formación en diferentes campos de su especialidad, con numerosos cursos y titulaciones de postgrado adquiridas, como el Máster de Neurología Infantil otorgado por la Universidad de Barcelona (UB) o el Máster de Práctica Clínica en Psiquiatría del Niño y el Adolescente. Dedicando buena parte de su tiempo a la formación médica continua y a la actualización en el campo de la Psicofarmacología y especialmente en el tratamiento farmacológico del TDAH, realiza numerosos cursos de renombre internacional; como el "Curso de Formación Medica Continua en Psicofarmacología en Niños y Adolescentes" del Hospital General de Massachusetts, dependiente de la Universidad de Harvard.

A lo largo de su trayectoria profesional ha combinado su actividad médica en centros hospitalarios de prestigio con una extensa actividad docente, siendo al momento actual profesora del Máster de Neurología y de Neuropsicología infantil de la Universidad de Barcelona, e impartiendo charlas en diferentes ámbitos y cursos de actualización relacionados con su especialidad. Por otra parte, la Dra. Russi ha publicado numerosos artículos científicos y capítulos de libros sobre diferentes temas de Neurología infantil, y realiza una gran labor de divulgación científica mediante la elaboración de diferentes artículos de interés general.  

También es miembro de la Sociedad Española de Neurología Pediátrica (SENEP), donde forma parte del grupo de trabajo de TDAH, e integra el equipo de "Trastornos del Aprendizaje Escolar", de la Sociedad Catalana de Pediatría. 

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