¿Dónde debe terminar la empatía?

Escrito por: Carlos Antonio Rodríguez Méndez
Publicado:
Editado por: Alicia Arévalo

Comprender a otra persona y ofrecerle apoyo es una expresión de profundo afecto frente a quien nos abre y expone toda su complejidad emocional. La empatía no siempre debe indicar una necesaria semejanza de opiniones y es probable que, en ocasiones, los argumentos no sean totalmente compartidos o justificados.
 

Por ello, las situaciones empáticas resultan un verdadero laberinto en el que se debe contar con la capacidad y habilidad suficiente para poder alejarse del punto de vista propio y acercarse al del otro. Escuchar y comprender mejor los problemas ajenos, mejora también nuestras relaciones sociales pero, ¿y si somos demasiado empáticos? ¿Corremos el riesgo de asumir los problemas de otros como propios?
 

Cultivar la empatía de forma sana

Ayudar y empatizar con alguien es saber escuchar y prestar atención a sus argumentos verbales, pero también al lenguaje no verbal de sus gestos y actitudes; no interrumpir y dejar el protagonismo a quien reflexiona buscando cierto feedback externo: asentir, mirar a los ojos y mostrarse tranquilo puede ayudar a entrar en detalles complejos.
 

Cultivar la empatía es observar por encima del ofrecer. Cuando alguien se expresa en una conversación es importante recoger todos los signos de su mensaje: la entonación, el tiempo de respuesta, el volumen, el ritmo de las palabras, los gestos faciales.
 

Todo ello nos da una importante información que luego nos permite ser congruentes con nuestras respuestas.
 

Algo fundamental es conocer si alguien está buscando ayuda o simplemente desahogo es clave. No se deben ofrecer soluciones a no ser que alguien las pida o las necesite.

 

Decir que ‘sí’ por evitar el conflicto o la tensión no tiene nada que ver con la empatía.
 

Una virtud si no es en exceso

Pero, ¿qué ocurre cuando en este proceso de interacción cuando alguien sufre un exceso de empatía? La relación social normalmente se produce en varios pasos:

  1. una primera percepción
  2. un reconocimiento
  3. una respuesta ante las emociones indicadas.

Sin duda, un procedimiento que requiere conexión y concentración.
 

Quienes constituyen personalidades demasiado empáticas son, a su vez, personas muy influenciables. Esto provoca un profundo agotamiento, teniendo en cuenta que casi siempre parten de la posición de cuidadores o “escuchadores”. Esta fatiga por compasión no sólo provoca cansancio físico y emocional, sino que puede derivar en un riesgo a desconectarse emocionalmente de sí mismos, asumiendo los problemas de los demás como propios.
 

A lo largo del día los niveles de energía se reducen progresivamente y, con ellos, nuestra capacidad de escucha y atención. Aunque no debamos entenderlo tanto como “gastar” empatía, sino más bien como “invertir” en empatía, esto es, no abandonar a quienes nos necesitan, sino reservarles un tiempo de calidad sin que eso interrumpa nuestro funcionamiento vital.
 

Aprendamos a controlar nuestra empatía

Igual que es importante escuchar, cuando lo necesites, deja de hacerlo. Dedícate un tiempo de soledad e introspección y establece que todo el mundo respete esa burbuja. Desconectar de lo de afuera es una manera de conectar con lo de dentro, sin necesidad de buscar ayuda en nadie más.
 

Es importante saber decir “no”. Empatizar con alguien no debe suponer que accedamos a todo lo que nos proponga, y eso debes dejarlo claro desde un inicio para no actuar por compasión. La empatía es un ejercicio de respeto, atención y presencia que no obliga a nadie a dejarlo todo de lado por tenderle la mano a otra persona.
 

Tu propio bienestar se alimenta de una empatía en equilibrio en la que se hayan establecido límites a las relaciones interpersonales y prioridad a los sentimientos propios frente a los de los demás.

Por Carlos Antonio Rodríguez Méndez
Psicología

Carlos Antonio Rodríguez Méndez es un reputado psicólogo de Madrid, experto en los tratamientos de Psicología general, infanto - juvenil, coaching, cognitivo - conductual, crisis de pareja y duelo, entre otros. 

Su desempeño profesional como ingeniero en distintas empresas le permitió conocer de primera mano la importancia vital que tienen las personas en una empresa. Esto le llevó a estudiar Psicología y a viajar a más de 50 países, donde aprendió a conocer sus culturas.

Carlos Rodríguez rechaza los juicios y utiliza una metodología de trabajo basada en la escucha activa y la empatía con el paciente. 

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