Cuidarse y quererse a uno mismo para poder cuidar y querer al otro

Escrito por: María Eugenia Rigueiro Iaccarino
Publicado:
Editado por: Marga Marquès Gener

Los seres humanos somos seres sociales que disfrutamos en el compartir y de ahí la búsqueda del compañero de viaje. No obstante, debemos tener claro que el camino es individual, porque incluso en el supuesto de que vivamos gran parte de nuestra existencia con una misma persona, el último día de nuestra vida no suele coincidir.

 

Por ello, no habría que elegir a nuestra pareja con la finalidad de que cubra aquello que nosotros no hemos sido capaces de llenar, porque si lo hacemos desde ese lugar, nos estaríamos uniendo desde la necesidad y desde ahí nada puede funcionar de forma óptima ni puede romperse si no va bien.

 

Las personas debemos tener claro, que estar en pareja no puede ser sufrimiento y que el dolor debería ser la señal indicadora de que debemos modificar algo, ya sea de persona, lugar, pensamiento o conducta, pero el dolor debe ser la señal para el cambio. Las personas que no han tenido dicha posibilidad porque su relación se fundamenta en las carencias individuales son incapaces de responder correctamente a la señal de dolor.

 

Es muy importante cuidarse y quererse a uno
mismo para poder cuidar y querer a nuestra pareja

 

El funcionamiento de una pareja

De lo anterior se deriva que tenemos que conocernos a nosotros mismos para así y solo así, poder funcionar posteriormente con la pareja. Está claro que encontrar a la persona adecuada proporcionará grandes dosis de felicidad, pero estar con la inadecuada generará grandes dosis de tristeza y frustración. Por eso, en muchas ocasiones, nos encontramos con parejas duraderas en el tiempo, pero bastante insanas, en donde cada uno de ellos se queja constantemente de su compañero, pero son incapaces de poner fin a esa relación.

 

Por ejemplo, una persona que en su familia de origen ha tenido experiencias de sumisión y no ha logrado establecer relaciones desde otra posición aun siendo adulta, es muy probable que busque una pareja que la domine y, de esa forma, permanecer en el único lugar que conoce para relacionarse con los demás porque necesita al otro para funcionar, pero no es capaz de establecerse desde la reciprocidad. Al otro le pasaría algo parecido, pero en el polo contrario, es decir, para sentirse importante le resulta imprescindible dominar al otro, encontrarse en una posición de poder porque no ha aprendido a ubicarse desde la igualdad, a ser “alguien” independientemente de la posición en la que se coloque el otro. Cuando surgen este tipo de parejas, a pesar de que se quejen de que no van bien, es muy difícil que se rompan, pero que alguien nos resulte imprescindible no es amor verdadero, porque no me estoy relacionando con él, sino que me vinculo con mis miedos y temores.

 

La pregunta que debemos formularnos sería la siguiente: ¿la otra persona es la adecuada o en realidad no la he elegido y simplemente me relaciono con ella por mis necesidades? Para dar respuesta a esto debemos dedicarnos tiempo y espacio, estar solos, conocer la familia de la que venimos, los modelos aprendidos, las generaciones anteriores, sus formas de relacionarse, la parte que más nos gusta de nosotros y la que menos para aceptar esta última e integrarla en el concepto que tenemos de nosotros mismos, querernos también con ello, tener expectativas, metas y ser capaces de cubrirlas. Esto lo podremos conseguir desde la introspección y otorgando mucha importancia al yo individual sin esperar que otra persona sea la que dé respuesta a dicha pregunta.

 

A partir de ahí podremos elegir y zambullirnos en el mundo de la pareja dónde tendremos que conocer al otro, sus sistemas, valores, de dónde viene, aprender a escucharlo, a entenderlo y seguramente a negociar para así compartir un camino. Una vez que nos hemos construido como seres de mayor autoconocimiento personal, que nos queremos y nos cuidamos, podemos entrar en el mundo de la pareja y allí tendremos que tener claro que para funcionar somos 3: nosotros, tú y yo. Estos últimos deberán ocupar aproximadamente un 30% de la relación y tendremos que dedicar un 70% más o menos al nosotros, al construir en común y al compartir para de esa manera tener muchas posibilidades de funcionar correctamente.

 

El yo individual se dedicó tiempo al dar respuesta a la primera pregunta y ahora somos libres para ceder parte del mismo en la construcción de un nuevo personaje: “nosotros” que no debe ser el único, pero sí el protagonista si queremos una relación duradera y libre, sin olvidar que las otras figuras importantes: el “yo” y el “tú” deben existir para conseguir un “nosotros” sano y pleno.

Por María Eugenia Rigueiro Iaccarino
Psicología

La Sra. Rigueiro Iaccarino es una reconocida especialista en Psicología en Madrid. Cuenta con más de 20 años de experiencia en la profesión y una amplia formación en distintos ámbitos de la especialidad. En concreto, es experta en psicoterapia, terapia de pareja, terapia familiar y técnicas mindfulness, entre otros tratamientos y patologías.

Licenciada en Psicología por la Universidad Complutense de Madrid, cuenta con un Máster en Psicología Clínica y de la Salud en la misma universidad. Además, es coautora del libro "Vulnerabilidad y fortaleza".

En la actualidad, ejerce como psicóloga sanitaria en el Centro terapéutico Bfine-Bmind.

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