El amor y los vínculos afectivos en el Trastorno Límite de la Personalidad

Escrito por: Dr. Jaime Gordo Sánchez
Publicado:
Editado por: Marga Marquès Gener

El Trastorno Límite de la Personalidad es una patología grave de gran actualidad, y esto en dos sentidos. Por un lado, es de gran actualidad en el sentido de que es una de las patologías más presente en la clínica contemporánea.

 

Y, por otro lado, es actual en el sentido de que nos informa de los modos actuales de vivenciar la relación con el deseo y la subjetividad. Clásicamente alude al límite, en ocasiones difuso, que se ha mostrado siempre difícil de establecer entre psicosis y neurosis. Campo que también ha sido nombrado como borderline, fronterizo, etc.

 

 El TLP es actual, ya que nos informa de los modos actuales
de vivenciar la relación con el deseo y la subjetividad

 

Los síntomas del Trastorno Límite de la Personalidad

Entre los síntomas más habituales encontramos:

  • Ansiedad de separación (necesidad de dependencia y protección).
  • Variabilidad del estado de ánimo o inestabilidad afectiva con periodos de abatimiento y de euforia.
  • Irritabilidad.
  • Comportamientos autodestructivos y autolesiones.
  • Impulsividad.
  • Sentimientos de vacío.
  • Pensamiento dicotómico del tipo todo o nada.
  • Pueden aparecer también en ocasiones episodios micropsicóticos.

 

En relación a la ansiedad de separación frente a los vínculos con los demás nos encontramos con el miedo a estar solo y el consiguiente miedo al abandono. Esto supone, con frecuencia, que los episodios psicóticos y las conductas impulsivas de tipo autolesivo se desencadenen frecuentemente como respuesta a los abandonos reales o fantaseados.

 

Estas autolesiones son relativamente frecuentes y pueden consistir en cortes, quemaduras, arañazos, etc. Se suelen utilizar para dar salida a los afectos negativos. En algunas ocasiones se presenta en forma de ponerse en riesgo de accidente o agresión. También son frecuentes las conductas suicidas.

 

Usualmente los cortes (cutting) producen cierto alivio de la angustia ante el abandono del otro. Es una barrera ante la angustia que opera a la manera de una localización en la superficie del cuerpo que permite cierta fijación del exceso y así limita la experiencia de invasión y dispersión propia de la angustia. Es un intento de contención y delimitación del campo de la angustia.

 

Si atendemos a la historia vital encontramos que estos pacientes suelen narrar una biografía de dramas como el abuso físico o sexual, abandonos, pérdidas parentales, etc. En cualquier caso, hay que atender a la vivencia subjetiva de dolor y desamparo respecto al otro primordial que obedece a razones particulares y no es sólo ubicable en una aproximación que atienda exclusivamente a los hechos realmente acontecidos. De hecho, estos pueden ser subjetivados de formas muy dispares.  

 

Si atendemos a la forma de desenvolvimiento vital y funcionamiento psíquico nos encontramos generalmente una vivencia subjetiva de errancia que empuja a vivir un permanente empezar de nuevo impulsivo que suele no acabar bien.

 

Mecanismos de defensa en el trastorno límite de la personalidad que han sido muy estudiados son la “escisión” y “pensamiento dicotómico” del tipo “idealización-devaluación”: la tendencia a ver a los demás como extremadamente buenos o como absolutamente malos. Por otra parte, oscilan frecuentemente entre el sentimiento de vacío y la omnipotencia y la grandiosidad. Hay ocasiones en las que los sujetos límite necesitan defenderse de sus sentimientos de vacío, devaluación y ruina poniendo en funcionamiento, a modo de formación reactiva, estrategias de tipo hipomaníaco que intenten poner una tapadera a sus emociones desoladoras.

 

Estas emociones desoladoras que frecuentemente incluyen los sentimientos de vacío y tristeza les provocan un ansía por producir encuentros fuertes, pasionales, que ponen en juego el cuerpo con la suficiente intensidad como para sentirlo vivo, y que en su desesperación pueden dar lugar a situaciones de riesgo y daños en el cuerpo como cortes, adicciones, anorexia, bulimia, etc.

 

Uno de los recursos a los que pude aferrarse el sujeto es a la ilusión de encontrar su salvación mediante un amor pasional, ilimitado, fusional, absoluto, que tendría como misión redimirlo de tanta tristeza, injusticia y soledad. La pasión como un intento de curación de la tristeza y el dolor exacerbado.

 

Como bien señaló Winnicott, la capacidad de estar sólo es un indicio de madurez que tiene que ver con la existencia de una madre u otro primordial capaz de interesarse por el niño y a la vez por otras cosas. Para estar relajado, tranquilo, se tiene que poder soportar la ausencia de estímulos, eso implica soportar estar sólo sin sentirse solo, en tanto se tiene la seguridad de que hay un otro que acompaña. Un otro que sabe que dejar que el niño juegue sólo no significa abandonarlo y que no es grave si se aburre un poco. Para el niño, acostumbrarse a que cuando el otro está presente, no lo está del todo, va de la mano con tolerar su ausencia, que tampoco será total, ya que conlleva la seguridad de su retorno.

 

Hay personas que requieren contar todo el tiempo con estímulos suficientemente intensos como para garantizar el clímax, el éxtasis. Paradójicamente, el problema surge en la búsqueda continua del clímax. En ese sentido, hay personas que descartan de plano actividades que no prometen el éxtasis.

 

Como ya hemos dicho, uno de los ámbitos más propensos a la búsqueda de ese éxtasis es la relación de pareja, el amor. Como ya hemos señalado, las relaciones personales son, para estos pacientes, un foco permanente de conflicto. En general, pretenden establecer relaciones exclusivas de uno a uno en la que no exista riesgo alguno de abandono. Son pegajosos con los demás y cuando son abandonados tienen fuertes vivencias de desesperación y hundimiento. Las relaciones simbióticas se derivan de problemas de identidad que les hace estar permanentemente ante el abismo de una amenaza de disolución.

 

Por otra parte, el hecho de ser extremadamente demandantes, volubles y en ocasiones manipuladores hace que frecuentemente generen rechazo y se encuentren con la escena que más temen: el abandono. En realidad, la búsqueda que se proponen de relaciones simbióticas, intensas, voraces e insaciables, siempre a la búsqueda de un encuentro total y pleno, les aboca a la permanente insatisfacción y a la saturación del otro. En definitiva, el carácter temporal y efímero del enamoramiento, destinado, en el mejor de los casos a convertirse en un amor cotidiano, no pleno y a dejar de ser el fundamento central de su vida y su estar en el mundo que es lo que estos pacientes parecieran buscar. De hecho, parecen querer tapar con el amor y los vínculos afectivos un abismo al que una y otra vez se confrontan cuando cada relación se desmorona. Al fin y al cabo, el amor pleno está destinado a resultar finalmente imposible. Un amor maduro pasaría por aceptar la incompletitud del otro, la imposibilidad del vínculo total con la persona amada, y por aceptar también la diferencia del otro como motor de lo que permite compartir la vida y crecer en compañía.

 

Un problema grave se puede producir cuando ocurre el encuentro entre dos personas atrapadas en esta misma dinámica y búsqueda insaciable, esto puede derivar a dinámicas de violencia destrucción y autodestrucción.

 

En seguimientos a largo plazo se observa que muchos pacientes límite mejoran con la edad. Su diagnóstico es inusual en personas de más de 40 años. En ese sentido la juventud es su época más turbulenta, lo que podría indicar que hay algo del proceso de la maduración y reconocimiento de las propias emociones que estaría en juego en esta patología.

 

Esto es lo que algunos autores dentro del psicoanálisis como Peter Fonagay han denominado como problemas en la capacidad de mentalización. Desde esta perspectiva se propone la terapia basada en la mentalización que tendría que ver con la capacidad de interpretar el comportamiento propio y el de los demás a través de la atribución de estados mentales. En la terapia se trata de favorecer capacidad mentalización paciente. Peter Fonagay hace hincapié en el déficit en la capacidad de mentalizar que se produce en el niño por la falta de una adecuada relación parental, bien por un problema relacional, bien por la existencia de un trauma de apego.

 

Una tarea evolutiva que todos los humanos hemos de llevar a cabo es aprender que los demás y nosotros mismos tenemos una mente, que tenemos pensamientos, y que éstos nos pueden llevar a actuar de una forma u otra. Cuando, por ejemplo, un niño es sometido a malos tratos o a abusos desde edades muy tempranas, la tarea de la mentalización se ve interrumpida o, al menos, entorpecida: al niño le resulta imposible de asumir que su padre, su madre, las personas que presumiblemente deben brindarle apoyo, protección y amor, piensan cosas malas de él, quieren hacerle daño o les resulta insoportable su presencia.

 

El trabajo psicoterapéutico con estos pacientes puede ser muy beneficioso. Es necesario para ello, un adecuado uso de la transferencia por parte del terapeuta pues el vínculo terapéutico con estos pacientes es difícil dada la dependencia, las interrupciones y las demandas desesperadas de ayuda. En definitiva, la palabra y la transferencia son un instrumento adecuado para la deconstrucción y elaboración de dinámicas destructivas y la reconstrucción vital y subjetiva del paciente con Trastorno Límite de la Personalidad.

*Перевод с переводчиком Google. Мы приносим извинения за любые несовершенства

Por Dr. Jaime Gordo Sánchez
психология

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