La metacognición en la prevención de la carga mental en el trabajo

Recibimos en consulta casos de personas que sienten mucha insatisfacción en sus trabajos, lo que impacta diariamente en su salud física y emocional. Jóvenes que han dedicado su trayectoria académica para emplearse en una profesión que termina quemándoles en muy pocos años y que están acostumbrados a escuchar frases como: “Estudia lo que te guste y así nunca tendrás que trabajar”, “tu trabajo será tu afición”, “si eliges bien, tendrás la fortuna de trabajar en lo que te gusta”.

Focalizamos en la perspectiva psicológica del problema, dejando a un lado las condiciones del propio trabajo para saber qué hay detrás de la mente de una persona que sufre esta situación. ¿Qué ocurre cuando dos personas ante la misma situación perciban una carga mental diferente?

¿Qué es la metacognición?

La metacognición se define como el conocimiento que tenemos las personas sobre nuestros propios pensamientos. Es como esa voz en off de las películas que va narrando internamente las imágenes que vemos. Este conocimiento nos ayuda a poner en marcha las estrategias de afrontamiento que necesitamos para superar situaciones estresantes. Nuestro lenguaje interno puede influir en el aumento de la ansiedad, por lo que la metacognición es una de las primeras habilidades que debemos cultivar.

Por ejemplo, imaginemos que pedimos a una persona que resuelva una sencilla prueba de cálculo matemático. Si esta persona siempre ha considerado que los números no son lo suyo y no confía en su capacidad, es muy probable que esta persona adopte estrategias cognitivas no adecuadas para resolver el cálculo. La valoración de nuestra propia capacidad, errónea o acertada, guía nuestro comportamiento y nuestras emociones percibidas.

¿Cuál es nuestra carga mental?

La carga mental es una “arquitectura de pensamientos” que empleamos para llevar a cabo cualquier tarea, es decir, si la carga de tareas es óptima y las exigencias para realizarlas se ajustan a nuestras capacidades experimentamos satisfacción. Cada persona tiene una experiencia subjetiva diferente de carga mental que repercutirá directamente en la satisfacción percibida.

En esta experiencia subjetiva, los especialistas en Psicología hablamos de sesgos de pensamiento que son fruto de nuestra experiencia en el proceso de cualquier aprendizaje. No es lo mismo la “arquitectura de pensamientos” de una persona que haya tenido experiencias positivas cuando hacía aprendizajes en la infancia que las que tenían dificultades para ello. Esto es lo que hace que dos personas que se enfrentan a una misma tarea, en condiciones similares, puedan percibir diferente carga mental.

Para comprender mejor el concepto de carga mental, hablaremos sobre las siguientes dimensiones: carga global, dificultad de la tarea, presión temporal, ejecución, esfuerzo mental/sensorial, esfuerzo físico, frustración, nivel de estrés, fatiga y tipo de actividad.

Todas estas dimensiones son una mezcla de los factores externos y factores internos. 

Ante un esfuerzo mental intenso o prolongado, nuestra capacidad de resistencia se debilita progresivamente. En la forma de autorregular nuestra ansiedad encontramos muchos pensamientos trampa. Uno de ellos es la preocupación. La preocupación es un recurso cognitivo, similar al del sobrepensamiento, que más que ayudarnos a reducir la ansiedad, la eleva. Ante tareas muy demandantes, nuestra capacidad metacognitiva se reduce porque estamos tan concentrados en intentar resolver la parte técnica de la tarea, que las creencias negativas desbordan la metacognición sin que tengamos consciencia de ello. Es entonces cuando, si se produce la sobrecarga metacognitiva, el desarrollo de la actividad caerá en picado.

¿Cómo podemos reducir la carga mental laboral?

Los juicios que hacemos sobre el propio procesamiento o cómo de bien somos capaces de desarrollar una tarea pueden interferir en la actuación y en la valoración de la carga mental. Existen diferentes "vacunas" para la carga mental en el trabajo:

• Autoestima.
• Motivación.
• Satisfacción en el trabajo y percepción de la importancia de nuestro trabajo para la vida de los demás.
• Alta tolerancia a la frustración.
• Autocuidados para el manejo de la ansiedad.
• Compromiso con el continuo aprendizaje, no sólo profesional, también el metacognitivo.
• Conocimientos y experiencia profesional adecuada a los requerimientos del puesto.