Cómo superar las frustraciones
Las frustraciones son parte inevitable de la vida, pero muchas de ellas tienen raíces en nuestra infancia. Aunque estos eventos ya pasaron, siguen siendo fuente de malestar en la actualidad porque mantenemos las mismas exigencias que teníamos entonces, tanto hacia nosotros mismos como hacia los demás.
Cuando culpamos a otros por nuestras frustraciones, nos llenamos de enojo y hostilidad. Si, por el contrario, nos culpamos a nosotros mismos, caemos en la tristeza y la autodevaluación. Sin embargo, si dejamos de juzgarnos por nuestras acciones, evitaremos sentirnos inferiores o inútiles.
Aceptar la frustración como parte de la vida
Es crucial entender que las frustraciones son tan inevitables como la muerte. Siempre habrá personas o situaciones que nos decepcionen, especialmente quienes están más cerca de nosotros, como nuestra familia o amigos. Las personas con las que no tenemos una relación cercana son mucho más fáciles de ignorar, lo que reduce la probabilidad de sentirnos frustrados por ellas.
El verdadero reto está en cómo manejamos el resentimiento que surge de estas situaciones. Aunque el enojo hacia nosotros mismos o hacia otros es lo que alimenta la frustración, esta última es solo un síntoma. El origen del malestar radica en cómo interpretamos lo que sucede.
Reflexionar y poner en perspectiva
Si analizamos nuestras frustraciones desde una perspectiva racional, sin dejarnos llevar por las emociones, veremos que muchos de estos eventos no son tan graves como parecen. Y aunque algunos sí lo hayan sido, alterarnos por ello solo agrava el daño. Hay que diferenciar entre estar frustrado y estar emocionalmente perturbado. Las frustraciones no necesariamente conducen a un estado de perturbación emocional, aunque reducirlas puede ayudarnos a mantenernos más estables.
Uno de los problemas más comunes es el temor de no ser valorados o aceptados. Pero, ¿quién garantiza que las personas que nos rodean deben valorarnos o respetarnos tanto como sentimos que merecemos? Sí, algunas personas han sido injustas, crueles o insensibles, pero ahora tienes el poder de decidir si quieres creerles o no.
Perdonar, pero no olvidar
El perdón es clave para avanzar, pero eso no significa olvidar lo ocurrido. Para mejorar tu estado emocional, es importante relativizar la gravedad de tus frustraciones. Reflexiona con mayor profundidad sobre lo que es realmente importante en la vida. Las necesidades básicas, como la alimentación y el refugio, son esenciales, pero no podemos exigir que todo el mundo nos ame o nos respete.
Recuerda que muchas de las personas que te han hecho daño pueden estar lidiando con sus propios problemas emocionales o ser personas profundamente neuróticas. Esto no justifica su comportamiento, pero te ayudará a comprender que no siempre actuarán de la forma que esperas, incluso cuando tengas razón.
Sé bondadoso contigo mismo
Uno de los mayores errores es interiorizar las críticas o el daño causado por personas deshonestas o perturbadas. Lo peor que puedes hacer es perpetuar ese daño en ti mismo. La mayoría de nuestras mayores angustias no surgen de lo que los demás nos han hecho, sino de cómo permitimos que eso nos afecte. Por ello, es fundamental que seas bondadoso contigo mismo y te trates con compasión.
No te hagas a ti mismo lo que otros intentaron hacerte. Aunque esas personas no valoraron tus sentimientos, tú sí debes priorizarlos. Salir de un estado de malestar no es fácil, pero reducir la intensidad, frecuencia y duración de tus emociones negativas es un claro indicador de progreso.
Avanzar paso a paso
Superar las frustraciones es un proceso gradual, pero cada paso cuenta. Reflexiona, sé amable contigo mismo y enfócate en lo que puedes controlar. Recuerda: tienes el poder de cambiar la narrativa de tus frustraciones y transformar tu perspectiva hacia una vida más plena y equilibrada.
Ante cualquier duda, es esencial consultar con una especialista con experiencia.