El duelo: un proceso natural de adaptación

Se entiende como un proceso de adaptación emocional ante una pérdida y es catalogado como universal porque se entiende que todos hemos pasado por el alguna vez. Sin embargo, las maneras de afrontar esa pérdida variará y la reacción vendrá determinada, en parte, por el tipo de duelo al que nos enfrentemos. Bien puede ser la pérdida de un familiar, de una mascota, de un trabajo, una ruptura amorosa o incluso por el hecho de tener que cambiar de hogar.

El duelo se trata de un trance por el que todos pasamos y es una experiencia vital compleja que nos afecta a tres niveles: emociones, comportamientos y actitudes o pensamientos. De ahí que frente a un mismo hecho las personas reaccionen de manera diferente.

Este proceso consta de tres fases:

1. Fase cognitiva. Es la primera y quizás más dolorosa. Experimentamos un pensamiento de negación de lo ocurrido, no dando crédito a lo que ha sucedido. Nuestras emociones y pensamientos quedan momentáneamente bloqueados y experimentamos una sensación de irrealidad.

Sin embargo, a medida que pasan los días, empezamos a comprender lo que ha sucedido, racionalizamos, y somos capaz de expresarlo, aunque sin conectarlo a emociones.

2. Fase emocional. En esta segunda etapa, empiezan a florecer las emociones. Es una fase crítica de duelo y cada persona tiene su manera particular de vivirla. Su duración dependerá tanto de la capacidad de la persona para afrontar el duelo como de la magnitud del hecho.

Entre las emociones que aparecen durante esta fase y se relacionan con el duelo premian las siguientes:

• Enfado. 
• Miedo. 
• Tristeza.
• Aceptación emocional.

3. Fase de cierre. En esta última etapa aceptamos lo que ha ocurrido y volvemos a conectar con nuestra vida y realidad. Para concluir esta fase es necesario perdonar y dar las gracias. Estos dos últimos pasos son fundamentales porque en el primero de ellos nos perdonamos y perdonamos al que se ha ido por aquellas cosas que pasaron y quedaron pendientes, soltamos y aceptamos lo vivido, y en el segundo nos liberamos de aquellas emociones asociadas a la pérdida y seguimos adelante con nuestra vida.

Una vez llegados a este punto, es hora de volver a comenzar. Para ello es importante conectarse con el aquí y ahora, transformar todo ese dolor en algo que nos sirva tanto a nosotros como a los demás. Si somos capaces de lograrlo, llegará la fase final de aceptación y reparación emocional y podremos decir que la herida se ha curado y ha cicatrizado correctamente.