Adicciones a videojuegos en adolescentes

Escrito por: Laura Fernández García
Publicado:
Editado por: Marga Marquès Gener

Una pregunta que nos hacen a diario los padres a los psicólogos es “¿Es mi hijo adicto a los videojuegos?”. Durante este artículo, conoceremos qué son las adicciones, cómo los videojuegos interaccionan con ellas y qué puede estar tratando de comunicarnos nuestro hijo o hija en esas horas tan absorto en la pantalla.

 

En primer lugar, es crucial delimitar qué es una adicción. Una adicción es un fuerte deseo, también llamado compulsión, que impulsa a llevar a cabo una conducta especifica. Esta conducta es muy difícil de controlar y aquellos que padecen una adicción pueden experimentar malestar y alteraciones en el estado de ánimo cuando esta conducta es impedida.

 

En el caso de los videojuegos, según el CIE-11, hay un deterioro en el control del tiempo que se destina al juego (intensidad, frecuencia y duración); el juego se vuelve una prioridad y se dejan de hacer actividades diarias y finalmente continúan jugando a pesar de las consecuencias negativas que tiene sobre su vida.

 

Otras características son:

  • La predominancia del juego en la vida del sujeto.
  • La euforia que conlleva sensaciones de felicidad y alivio de la ansiedad.
  • La necesidad de jugar cada vez más para mantener la misma sensación.
  • La intolerancia a la abstinencia.
  • El juego genera conflictos que distorsionan diferentes áreas de la vida.
  • La fase recaída y/o recuperación con tendencia a retomar el juego de manera exagerada después de un periodo de abstinencia.

 

La adicción a los videojuegos se caracteriza por la necesidad
de jugar cada vez más para mantener la misma sensación

 

¿Por qué puede un adolescente volverse adicto a los videojuegos?

Resulta ser multifactorial, pero suele ser iniciado por la propia naturaleza, siendo grandes potenciadores de emociones positivas y reforzantes. Los videojuegos son cambiantes, coloridos, dinámicos y, sobre todo, entretenidos. En un breve periodo de tiempo se pueden sentir muchas emociones que, por lo general, incitan a su uso repetido.

 

Hay que tener en cuenta que, además de esto, establecen metas a corto y largo plazo, habiendo siempre en su uso pequeños retos o desafíos que permiten al propio jugador evaluar sus habilidades y motivarle a seguir adquiriendo capacidad y conocimiento de ese entorno, para sentirse mejor valorado. Esta motivación es uno de los principales evocadores de la “conducta motivada”, activando tres sistemas:

  • Sistema homeostático: interviene en las necesidades primarias.
  • Sistema hedónico: interviene en la sensación de placer subjetivo.
  • Sistema de estrés o castigo: nos incita a evitar situaciones dolorosas.

 

Es decir, mediante activación e inhibición de ciertos sistemas se generan estimulaciones placenteras, provocando que la conducta de juego sea realizada y repetida.

 

Además, cada vez más, se ve mayormente valorado el presente y la satisfacción inmediata. Lo que se conocen como expectativas de futuro, el desarrollo profesional y personal se desdibujan, no resultando gratificante pensar o “invertir en ello”. Esta falta de “paciencia” mezclada con una sensación de soledad, que resulta predominante en la adolescencia, acaban generando un cóctel que inicita a los más jóvenes a evadir la realidad mediante los videojuegos.

 

¿Qué podemos hacer para prevenir la adicción a los videojuegos?

Los videojuegos son adictivos de por sí, y en un contexto informatizado como el español, donde las pantallas y los dispositivos están al acceso de todos parece imposible detener la adicción.

 

En este punto resulta crucial diferenciar un ocio sano de una adicción; los videojuegos resultan también una gran herramienta, no solo para el ocio, pero para el desarrollo cognitivo de mayores y jóvenes. Conocer, identificar y aplicar relaciones sanas con las pantallas, normalizándolas en nuestro día a día y compaginarlas con otros tipos de ocio saludable resultaría en los videojuegos como otra forma de ocio más, como salir a pasear o jugar al futbol.

 

Como anteriormente comentamos, el potencial adictivo de los videojuegos no se puede eliminar, pero sí podemos trabajar en el tiempo que se invierte en ellos y la sensación de soledad.

 

La herramienta principal que se está implementando en algunas consolas (Nintendo, XBOX…) es un limitador del tiempo de uso; tras programar el tiempo deseado, la consola solo se podrá usar en ese periodo. Por otra parte, también es crucial generar hábitos, tener horarios de sueño estables y sanos, horarios para comer y destinar el tiempo de ocio a varias actividades distintas.

 

A raíz del ocio, hablaremos de la soledad; si la única fuente de interacción social que recibe el adolescente es mediante los videojuegos retirarlos puede ser un error; a pesar de que la adicción nunca va a ser buena, la soledad tampoco es mejor, hay que encontrar un equilibrio entre las relaciones sociales y el tiempo solo deseado. Salir a la calle, ir a actividades de ocio fuera del hogar o practicar algún deporte pueden ser alternativas que favorezcan la salud, tanto mental como física de los más jóvenes, paliando también esa sensación de soledad.

 

¿Cuáles son las partes positivas de los videojuegos que fueron anteriormente nombradas?

A nivel cognitivo es un gran entrenamiento para la percepción, memoria y reconocimiento espacial. Para la resolución de puzles o situaciones se entrena la capacidad deductiva, lógica y de razonamiento; muchos juegos también requieren de habilidades de lectoescritura, matemática, etc. Finalmente, los juegos cooperativos fomentan la planificación en grupo, la estrategia, resolución de problemas, etc.

 

En el nivel de habilidades, los juegos favorecen la autoevaluación, la implicación en el desarrollo, la superación y se percibe mejor la mejoría al tener sistemas de recompensas al completar misiones que requieren percepción visual, coordinación óculo-manual y percepción espacial.

 

Como ya ha sido nombrado, se entrenan las habilidades sociales y finalmente, dar peso a la alfabetización digital, formando a los jóvenes en el mundo digital que cada vez está más presente.

Por Laura Fernández García
Psicología

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