¿Qué información nos da la fiebre?

Escrito por:

Dra. Cristina Bonjoch Marí

Pediatra

Publicado el: 19/12/2019
Editado por: Cristina Mateo


En diferentes ocasiones podemos notar como la temperatura del cuerpo se eleva. Se conoce como fiebre y es el resultado de un mecanismo de defensa que activa nuestro cuerpo ante factores externos. Pese a que existen diferentes causas que explican su aparición, la más frecuente son las infecciones.

 

Se aconseja acudir al médico cuando la temperatura sube a los 39 ºC.

 

Se recomienda poner el termómetro en la zona de las axilas, ya que se determina con mayor precisión y certeza el grado de temperatura corporal. Se hablará de fiebre cuando la temperatura iguale o supere los 38ºC, pero recordemos que se trata de un mecanismo de autoprotección, ya que activa las defensas del cuerpo para afrontar la infección presente en el organismo del niño.

 

En cualquier caso, es importante valorar el estado general del niño y no quedarse únicamente con la temperatura que marca el termómetro. Se aconseja administrar un antitérmico si la temperatura sigue subiendo y el paciente no se encuentra bien. También es muy importante mantener al paciente bien hidratado.

 

El tratamiento por excelencia suele ser el paracetamol y es preferible que se administre vía oral atendiendo a las dosis recomendadas según el peso del niño. Siempre que éste sea mayor de seis meses, también puede recurrirse al ibuprofeno en caso que su pediatra lo aconseje.

 

La fiebre como tal no es un signo de gravedad. Serán señales de alarma cuando el niño se sienta irritado, presente dificultades respiratorias, vómitos persistentes, manchas en la piel o rigidez en la zona de la nuca.

 

Casos que requieren asistencia médica:

Fiebre en lactantes, especialmente en los menores de 3 meses. Fiebre alta (más de 40ºC) independientemente de la edad. Irritabilidad junto con llanto difícil de calmar. Manchas en la piel que aparecen antes o durante la fiebre. Rigidez en la nuca y dificultad para flexionar el cuello. Convulsión o pérdida de conocimiento. Dificultad para respirar, respiración rápida o agitada. Rechazo de líquidos. Vómitos frecuentes. Poca o nula frecuencia por orinar.
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