Proteger a los hijos en el mundo virtual

Escrito por:

Dra. María Eugenia Russi Delfraro

Neuróloga infantil

Publicado el: 19/11/2018
Editado por: Patricia Fernández Ramos


En las últimas décadas hemos asistido a un verdadero boom en el desarrollo de nuevas tecnologías, en la que internet y los dispositivos móviles han jugado un papel protagonista; y cuya irrupción y expansión ha supuesto una transformación radical en el paradigma de la comunicación y la forma que tenemos de relacionarnos. Y es que la tecnología ha cambiado nuestras vidas, en ocasiones de forma imperceptible, pero para siempre de forma inexorable.

 

Convivir con ellas se ha convertido en un reto especialmente complicado para padres e hijos, porque en su potencialidad infinita radica un concepto paradójico fundamental: “todo lo que es infinito por definición, no tiene fin ni límites”.

Igual que los padres protegen a sus hijos de los peligros del mundo real, también deben alertarle de los que habitan en el mundo virtual
 

Y en este campo en particular un uso provechoso de las mismas pasa indefectiblemente por tener muy en claro cuál es el fin y donde está el límite. Pero pasa también por asumir que el hecho de que nuestros niños y adolescentes sean “nativos digitales” no necesariamente implica que sepan hacer un uso responsable y saludable de dichas tecnologías. Depende en gran parte de nosotros y del sistema educativo, dotar a los menores de las competencias digitales necesarias para navegar seguros por un mundo que ofrece infinidad de oportunidades, a la vez que conlleva ciertos peligros.

 

 

Proteger a los hijos en el mundo virtual

Y al igual que les enseñamos a reconocer y evitar los peligros del mundo real, deberíamos poder también enseñarles los del mundo virtual. Los niños deben aprender desde pequeños, que de la misma manera que no vamos colgando fotos íntimas o de nuestra vida privada en la calle o en la puerta del colegio, tampoco deberíamos hacerlo en internet. O que de la misma manera que cerramos la puerta de calle de nuestra casa y no la abrimos a desconocidos, deberíamos ser capaces de crear contraseñas seguras o de configurar diferentes opciones de privacidad en las redes sociales.

 

Porque aprender a juzgar las cosas por su contenido y esencia, y no por lo bonito, caro o elaborado que parezca el envase que lo contiene, es un signo de madurez. Madurez que nuestros niños y adolescentes no tienen, y que por lo tanto hemos de cultivar y ayudar a desarrollar como padres. Exactamente de la misma forma que cuidamos de no almacenar en botellas de refrescos productos de limpieza -por el riesgo de ser consumido accidentalmente por el niño-, o que restringimos el acceso a medicamentos o productos tóxicos para que los chicos no los ingieran pensando que son golosinas; debemos controlar que los contenidos de las páginas web y la información a la que ellos accedan, sean adecuados a su edad y nivel madurativo.

 

En definitiva, hemos de ser capaces de inculcarles desde bien pequeños dos preceptos básicos de la convivencia en sociedad: “toda acción tiene la potencialidad de generar una reacción en consecuencia (bien positiva o negativa), y “lo que no quieras para ti no lo quieras para el resto”. Y es que la única forma que tenemos de proteger a nuestros “niños y adolescentes digitales” es siendo capaces de establecer unas normas claras y predicar con el ejemplo.

 

¿Nuestro principal reto? Hacer de nuestros hijos personas responsables y autónomas, con criterio suficiente para poder hacer un uso inteligente y maduro de las nuevas tecnologías.

 

¿Nuestro principal medio? Básicamente, la coherencia y el equilibrio entre el modelo de utilización de las tecnologías con las que queremos educar a nuestros hijos, el uso que como adultos hacemos de las mismas, y las actuaciones que a diario llevamos a cabo.

Es importante que los padres utilicen la coherencia y equilibrio en la educación de los hijos sobre el uso de las tecnologías y redes sociales
 

 

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