Trastornos del espectro alcohólico fetal

El rol del etanol como agente teratógeno ha sido ampliamente reconocido desde hace décadas; de hecho, se considera que es la principal causa identificable y prevenible de déficit cognitivo y de malformaciones congénitas que involucran directamente al sistema nervioso central.

En este sentido, la exposición prenatal al alcohol puede dar lugar a un grupo de afecciones conocidas en su conjunto bajo el nombre de “trastornos del espectro alcohólico fetal” o TEAF. Este término genérico agrupa conceptualmente a una gran variedad o espectro de alteraciones físicas, mentales, conductuales y cognitivas, que resultan del daño que ocasiona la exposición al alcohol en la vida intrauterina.

Se ha de tener en cuenta que el alcohol ingerido por la madre pasa fácilmente a través de la placenta y, dado que el feto metaboliza el alcohol de forma mucho más lenta e ineficazmente, su concentración en sangre es significativamente mayor que la de la gestante. Esto implica un importante aumento del tiempo de exposición del sistema nervioso del feto a dicho teratógeno (en momentos en los que las estructuras cerebrales y resto de órganos se están formando y desarrollando), aumentando el riesgo de que se produzcan daños irreversibles. Por ejemplo, la afectación de los núcleos de la base y sus conexiones con el lóbulo frontal originarían una serie de dificultades de control ejecutivo -atencional (produciendo conductas propias del trastorno por déficit atencional e hiperactividad), y la afectación del hipocampo estaría directamente involucrada con problemas de memoria. O el compromiso del cerebelo (estructura implicada en el balance, la coordinación y el aprendizaje), estaría en la base de las dificultades que estos niños demuestran en estas áreas en particular.

No obstante, el daño ocasionado por el consumo alcohol durante el embarazo puede verse modulado por múltiples factores (tanto genéticos como ambientales). De esta manera, mientras que en algunos casos la expresión clínica puede ser severa, en otros pueden no estar presentes todos los síntomas, o darse de forma mucho más leve (hasta el punto de no ser reconocidos como consecuencia directa de la ingesta de alcohol en la etapa embrionaria). Así, la identificación de estos trastornos requiere una evaluación pediátrica y neurológica exhaustiva, que ha de ser llevada a cabo por un profesional con formación y experiencia en este tipo de trastornos, a fin de poder identificar precozmente a los niños que lo padecen y de ayudarles a mejorar sus capacidades y a alcanzar su máximo potencial.

Para finalizar queremos enfatizar que el daño intrauterino provocado por la exposición prenatal al alcohol es irreversible, que los trastornos del espectro alcohólico fetal sólo se presentan cuando una mujer embarazada consume bebidas alcohólicas durante la gestación y que, dado que no existe al momento actual una cantidad de alcohol que se considere segura en este período, resulta de fundamental importancia que toda mujer que esté embarazada o planificando un embarazo se abstenga de consumir cualquier tipo de bebida alcohólica durante el mismo.

Si bien pueden verse afectadas diferentes áreas cerebrales de fundamental importancia en el control cognitivo-conductual y emocional del individuo; un seguimiento y tratamiento precoz evita la aparición de complicaciones o de trastornos secundarios, y mejoran el pronóstico a mediano y largo plazo.