¿Por qué mi hijo todavía no habla?

Escrito por:

Dr. Josep Ramon Claramunt Vives

Otorrino

Publicado el: 25/06/2018
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La relación entre el logopeda y el otorrinolaringólogo es muy importante a la hora de evaluar y de certificar el buen desarrollo de la capacidad de comunicarse de los niños. De hecho, en cada etapa evolutiva, el menor debería ser capaz de alcanzar una serie de metas preestablecidas. En el caso de que éstas metas no se cumplan, sería necesario que el niño sea atendido por un logopeda y posteriormente (o antes) por un otorrinolaringólogo. Los signos de alarma serían los siguientes:

En cada etapa evolutiva, el menor debería ser capaz de alcanzar una serie de metas
 

Edades y problemas comunes

Niño con edad comprendida entre cero y un año

Niño demasiado tranquilo No gira la cabeza cuando se producen ruidos fuertes Sin sonidos articulados

Niño de uno a dos años

El niño no reconoce su nombre No entiende órdenes sencillas No ha comenzado a hablar

Niño de tres a cuatro años

Cuando al niño se le hace una pregunta, con frecuencia suele contestar con un ¿qué? No construye frases de más de tres palabras No sabe explicar qué le pasa

Niño en general

Niño introvertido, agresivo o distraído Aparente retraso en la capacidad de aprendizaje en la escuela Los padres o el profesor tienen dudas sobre su capacidad auditiva

 

¿Cómo puedo saber qué le pasa a mi hijo?

Es importante poder descartar que el niño padece cualquier tipo de problema auditivo, hecho que sin lugar a dudas causaría un retraso en la capacidad de adquisición del lenguaje. En función de la edad del menor, se utilizará un método u otro para comprobarlo. En niños menores de tres años, con frecuencia se hacen los llamados Potenciales Evocados Auditivos de estado estable (PEAee), en el que el niño no participa como tal, pero que permite que se haga una evaluación sobre las frecuencias auditivas que puede llegar a captar y determinar su umbral exacto. No obstante, se ha de hacer una exploración ortoscópica previa, con la finalidad de descartar una obstrucción en el conducto auditivo o una otitis serosa, que se debería tratar antes.

En los niños de entre tres y siete años, se recomienda la realización de una audiometría tonal infantil, conocida también como peep show. Se trata de un estudio en el que los niños participan con mucho entusiasmo, ya que lo ven como si de un juego se tratase, ya que cuando reciben el estímulo sonoro pueden poner en marcha un pequeño tren que rueda en una maqueta. En niños más mayores que pueden colaborar, se puede hacer la audiometría en una cabina insonorizada como en el caso de los adultos.

En estos casos, también se realiza una exploración otorrinolaringológica con el fin de descartar una posible obstrucción en las vías respiratorias altas, que pueden ser provocadas por vegetaciones adenoides o amígdalas palatinas, que pueden dificultar el lenguaje al provocar alteraciones en la pronunciación del menor, al mismo tiempo que acostumbran a ser la causa del problema ventilatorio de los oídos, hecho que lleva a la formación de moco y pérdida de capacidad auditiva. Cuando se dan estos casos, es necesario realizar una intervención para retirar las vegetaciones y reducir el tamaño de las amígdalas, tratamiento que se lleva a cabo con láser, normalmente de manera ambulatoria.

En los casos de pérdidas neurosensoriales, se debe pueden recomendar la adaptación de prótesis audivitivas —audífonos— o requerir implantes cocleares. Concretado o descartado el problema otorrinolaringológico, se iniciarán entonces las sesiones del logopeda. A modo de conclusión, cabe destacar que en todos los casos de retraso del habla o de retraso en la adquisición de la capacidad comunicativa, dejando de lado las causas de origen neurológico, será necesaria la ayuda de un logopeda.

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