La depresión: motivos, tratamiento y estrés laboral

Escrito por: Dr. Pedro Antón Fructuoso
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Editado por: Top Doctors®

El Doctor Antón Fructuoso es especialista en psiquiatría de Alicante. Actualmente ejerce su actividad profesional en el Hospital Vithas Medimar Internacional de Alicante. Se licenció en Medicina y Cirugía por la Universidad de Granada en 1971 y, posteriormente, se especializó en Psiquiatría por la Universidad Autónoma de Barcelona en 1974.

 

¿Qué es la depresión?

No es raro escuchar expresiones como: “me siento triste, cansado…”, “estoy abatido, sin ganas…”, etc., que reflejan un estado de ánimo (o del humor) alterado en la persona que lo manifiesta, pero que nada tienen que ver con un trastorno depresivo ya que pueden responder a situaciones pasajeras o a circunstancias concretas que, si desaparecen pronto, permiten que desaparezca la tristeza o el abatimiento que presentaba. En cambio, si la tristeza persiste durante tiempo (varias semanas), si podemos considerar que se trata de una depresión.

 

Para realizar un diagnóstico correcto de depresión tenemos que considerar diversos aspectos en el paciente que está sufriendo esta enfermedad. En primer lugar, el descenso del humor se manifiesta en la tristeza (con tendencia al llanto o incapacidad para llorar), apatía, pérdida de intereses (abandono de actividades que antes le proporcionaban disfrute), anhedonia (incapacidad para disfrutar o sentir placer). Los pacientes suelen describir la tristeza como diferente a la tristeza “normal”, con sensación de vacío, pena, apatía, etc. Suelen asociarse a la tristeza síntomas de ansiedad o angustia.

 

Otro aspecto que acompaña a la tristeza es la alteración de la función cognitiva; se trata de la disminución de la capacidad de concentración, fallos de memoria (olvidos, despistes), rumiación de pensamientos negativos y distorsiones de tipo cognitivo (por ejemplo, sobre la valía personal: “no valgo nada, soy un fracaso, lo hago todo mal…”); también suelen presentarse ideas pesimistas y de culpabilidad y, cuando la alteración del humor es grave, el paciente suele presentar ideas de muerte (como forma de escapar de la situación actual) y de suicidio.

 

A todo lo anterior hay que añadir un conjunto de síntomas biológicos o vegetativos, como alteraciones en el sueño (es típico el despertar precoz, también el sueño ligero o superficial con múltiples despertares), alteraciones del apetito (con pérdida de peso), disminución de la libido y molestias físicas diversas (dolor precordial, dolores generalizados sin patología médica que los justifique, cefaleas, etc.).

 

¿Qué motivos/situaciones pueden desembocar en el hecho de sufrir una depresión?

Existen diversos factores que influyen en aumentar el riesgo de presentar una depresión, haciendo que el paciente sea más vulnerable. Así por ejemplo, los factores psicológicos, en concreto los rasgo de personalidad como dependencia emocional, hipersensibilidad, elevada autoexigencia, introversión, baja autoestima, escasa tolerancia a la frustración, etc.

 

También las distorsiones cognitivas negativas que el paciente mantiene sobre sí mismo, su entorno o su futuro (lo que se suele llamar “pesimismo existencial”); muchas veces las distorsiones cognitivas permanecen “latentes”, como en un equilibrio inestable, hasta que el paciente sufre un acontecimiento vital estresante que rompe este equilibrio psicológico y provoca la aparición de estas distorsiones. A esta vulnerabilidad psicológica hay que añadir la vulnerabilidad biológica, debida a factores genéticos (presencias de trastornos mentales en familiares próximos).

 

Otros factores son los ambientales, es decir, acontecimientos vitales estresantes tanto actuales como pasados (especialmente los que se dan en la infancia). Así, acontecimientos como la muerte de un ser querido, una ruptura sentimental, la pérdida del trabajo, la pérdida de la salud o el cambio de residencia, pueden aumentar el riesgo de depresión. No sólo influye el tipo de estrés, sino también la cantidad de estresantes que la persona experimenta a lo largo de su vida.

Existen diversos factores que influyen en el estado anímico de la persona y pueden desembocar en una depresión
 

Finalmente, los factores sociales o las relaciones interpersonales influyen en la afectividad de la persona y pueden desencadenar una depresión. Por ejemplo, la falta de soporte social (no tener a nadie en quién confiar o escasa integración social); la falta de afiliación cultural, religiosa o grupal aumenta el riesgo de padecer depresión; también aumenta el riesgo el hecho de estar divorciado, separado o viudo, pertenecer a una clase social baja y vivir en áreas urbanas (frente a zonas rurales).

 

Depresión postparto

La “tristeza materna” es tan corriente que se acepta como normal. Alrededor de la mitad de todas las madres experimentan un breve periodo de tristeza que, normalmente, dura algunas horas y sucede entre el tercer y quinto día de dar a luz. Estas madres son más sensibles a las pequeñas situaciones cotidianas, y se ven sorprendidas y perplejas por un llanto inusual; sin embargo, no se trata de una depresión, sino de un repentino, fugaz e inesperado cambio de humor.

 

La depresión posparto se suele producir en las siguientes cuatro semanas a dar a luz (se considera también hasta las 12 semanas) y es clínicamente similar a cualquier otra depresión. Según algunos estudios, entre el 10 y 20% de las madres suelen puntuar positivamente en patología depresiva, pero únicamente el 5% consultan con su médico. Las causas de la depresión posparto son, en su mayoría, las mismas que producen depresión a cualquier otra edad: la vulnerabilidad biológica y psicológica, situaciones sociales adversas, relaciones difíciles, aislamiento social, etc. Un factor de riesgo añadido es la responsabilidad de criar al niño (más que la relación con el hijo) y, también, si el embarazo no ha sido deseado.

 

Es importante iniciar el tratamiento cuanto antes, ya que la enfermedad depresiva supone para la madre una gran carga, teniendo en cuenta sus circunstancias. En muchas ocasiones, las madres pueden sufrir síntomas fóbicos que acompañan a la depresión (por ej., miedo a hacer daño al niño, etc.), lo que incrementa el nivel de sufrimiento y, por tanto, la necesidad de un tratamiento urgente. Este debe ser farmacológico y acompañado de psicoterapia. Las personas próximas (esposo y otros miembros de la familia), deben ser conscientes de la importancia de su ayuda a la madre en esos momentos.

 

Tratamiento de la depresión y resultados

Se considera que tan sólo la mitad de las personas con depresión solicita atención médica y de éstos únicamente dos tercios reciben un tratamiento adecuado (aunque estos datos parecen que han mejorado en los últimos años por la eficacia de los tratamientos). Es evidente que, como en cualquier enfermedad, la instauración rápida del tratamiento debe ser la norma, así se evitan complicaciones y se mejora el pronóstico.

 

Por lo general, las depresiones de intensidad moderada responden muy bien a los tratamientos farmacológicos actuales y la psicoterapia de apoyo (escucha activa, restauración de la esperanza y ofrecer estrategias de afrontamiento y resolución de problemas). En torno a un 80 % de pacientes con depresión mejoran ostensiblemente tras varias semanas de tratamiento. Los resultados siempre son muy satisfactorios, en el supuesto de que no existan alteraciones concomitantes (de personalidad, consumo de sustancias, etc.), en cuyo caso se precisan terapias más específicas tanto desde el punto de vista farmacológico como psicoterapéutico.

 

En las depresiones de cierta gravedad (también llamadas depresiones mayores), el tratamiento consta de tres fases: en la fase aguda se procura la remisión de la sintomatología; una fase de continuación en la que se prolonga la remisión y, finalmente, una fase de mantenimiento durante la que se intenta evitar una recaída de la depresión. En el tratamiento de estas depresiones, también es muy importante que se comience lo antes posible, sobre todo el tratamiento farmacológico, que es el que va a conseguir la remisión de la sintomatología depresiva.

 

El tratamiento psicológico complementa la eficacia de los fármacos antidepresivos y puede ser en forma de psicoterapia de apoyo (mediante comprensión, disponibilidad y competencia por parte del especialista que debe destacar los valores y aspectos positivos del paciente); la psicoterapia interpersonal (identifica los desencadenantes depresivos que conllevan pérdidas interpersonales, conflictos, retraimiento social o déficit en habilidades sociales; la terapia cognitivo-conductual (se trata de identificar las distorsiones cognitivas que originan y mantienen la depresión, con el objetivo de modificar las convicciones negativas que el paciente tiene respecto a su futuro o entorno).

 

Depresión y actividad profesional:

Existe una clara relación entre la depresión y el estrés laboral que se puede incrementar con circunstancias adversas en el ámbito laboral (cambios frecuentes, falta de autonomía, falta de apoyos, etc.). Los sectores profesionales que están directamente relacionados con una actividad asistencial (de tipo sanitario, educativo, seguridad ciudadana, etc.), tienen más riesgos de padecer una enfermedad depresiva. Así, médicos, personal de enfermería, educadores, agentes de orden público, etc. que están expuestos al estrés propio de la actividad asistencial que desempeñan, son los colectivos más predispuestos a la depresión.

*Перевод с переводчиком Google. Мы приносим извинения за любые несовершенства
Dr. Pedro Antón Fructuoso

Por Dr. Pedro Antón Fructuoso
психиатрия

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