Terapia familiar para resolver conflictos

Written by: Ángel Peralbo Fernández
Published: | Updated: 06/04/2023
Edited by: Yoel Domínguez Boan

 

¿La Familia? Bien, gracias.

En los momentos difíciles es cuando se ve el auténtico valor de una persona, lo que es capaz de dar de sí misma, cuando las circunstancias se ponen “feas”; pues bien, igualmente la familia también se la juega en los momentos más delicados, cuando los acontecimientos difíciles dejan al descubierto muchas veces, los cimientos familiares. Es en tiempos de crisis cuando mayor valor damos a la cercanía, a la colaboración y al apoyo mutuo, a las sensaciones asociadas al vínculo que existe entre la familia y otras personas del ámbito cercano. Y es también en momentos críticos cuando se pueden estropear esos nexos, esas relaciones que se ponen a prueba, especialmente ante las dificultades o los problemas vitales.

En lo cotidiano y bajo un escenario de total normalidad, pueden surgir dificultades de la vida diaria, propias de la convivencia y del establecimiento de normas que han de regir todo grupo de personas que dependen unas de otras y ante esto, la mayoría de las veces existen recursos más que suficientes para poder abordarlo con las propias habilidades de la familia. Pero es cuando estas situaciones se complican, se desbordan o se enquistan, cuando se plantea la necesidad de ayuda profesional que favorezca el volver a esa positiva normalidad familiar y detenga un derrumbe, que en ocasiones lamentablemente deteriora irreversiblemente a la familia.

 

 

¿En qué consiste la terapia familiar?

Lo primero que se pone en valor en una terapia familiar es la figura del profesional de la Psicología, que actuando como persona ajena a la dinámica familiar y precisamente por esto, es decir, por tener una visión aséptica y no contaminada de los problemas familiares, podrá aportar, desde fuera, recursos nuevos, respuestas distintas y herramientas que desbloqueen y mejoren las relaciones y la situación.

Lo primero a evaluar son las dinámicas ya establecidas entre los diferentes miembros de la familia, que generalmente vienen de antiguo, pero que en algunos casos se pueden haber generado a raíz de conflictos, dificultades u otro tipo de cambios, que como el conocido efecto dominó, ha podido precipitar otros cambios a peor. Sustituir estas dinámicas acostumbradas, una vez analizadas, ayudará a crear aspectos nuevos que puedan considerarse beneficiosos para todos, como nuevas formas de comunicación positiva, la capacidad de expresar lo que sienten de una forma cercana, sin dañar al otro, interacciones asertivas a través de las cuales puedan opinar libremente y no callarse o hacerlo de manera agresiva, etc., en definitiva, esos patrones aprendidos y desgastados acabarán en formas consensuadas y positivas entre todos los miembros que conduzcan a una mejora integral.

Dado que el nivel de motivación por la terapia suele ser distinto de unos miembros a otros, un aspecto importante inicial también será conseguir que todos los miembros entiendan la importancia que tiene la terapia para el conjunto pero a la vez, para cada uno como persona.

Una buena adherencia con el profesional supone que todos, independientemente del rol que desempeñen dentro de la familia, se sientan cómodos, bien tratados y coprotagonistas del cambio. Esto ayuda para que esa motivación inicial vaya equiparándose y quienes se acercan algo más reacios, encuentren su motivo, vislumbren la ventaja y se vayan sintiendo progresivamente mejor.

 

Cuándo acudir a terapia familiar
Terapia familiar para resolver conflictos
 

 

¿Cuándo podemos acudir a terapia familiar?

La Psicología de la Familia, en la actualidad, nos permite diferenciar, por un lado, aquella terapia que nos ayuda por necesidad, porque nos encontramos mal, porque el tiempo no ha mejorado las relaciones y problemas, o que en un momento dado, consideramos que se hace insostenible y empeora la convivencia; y por otro lado, también existe aquella terapia que aunque estemos bien, nos ayuda a estar mejor, nos beneficia, nos aporta experiencias positivas, nos ayuda a conocernos mejor, especialmente a través de experiencias más de carácter grupal, como pueden ser grupos, talleres o convivencias lúdicas con otras familias, donde las dinámicas se centran en la mejora de las relaciones a través de la incorporación de temáticas saludables, consideradas factores protectores. Este último tipo no sería el criterio si queremos responder a: ¿cuándo deberíamos ir a terapia familiar? En este caso sería la primera condición apuntada, en cuanto seamos conscientes de que no hemos conseguirlo mejorar por nosotros mismos. Solo así conseguiremos que las dificultades no se cronifiquen, que no nos separen y deterioren el vínculo y que no se fragüe la idea de que no podemos hacer nada para mejorar nuestra relación. Siempre se puede mejorar y la terapia familiar precisamente lo que aprovecha es la aportación de cada uno de los miembros y el efecto de propagación y reciprocidad que se establece desde el principio.

Con ayuda, la convivencia supone cientos de oportunidades para la mejora y la satisfacción de todas las partes.

*Translated with Google translator. We apologize for any imperfection

By Ángel Peralbo Fernández
Psychology

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