Violencia vicaria: herir a la expareja con lo más preciado, los hijos

El hallazgo del cuerpo sin vida en el fondo del mar de una de las niñas desaparecidas en abril en Tenerife ha conmocionado en los últimos días a España. Se perdió el rastro de ambas hermanas cuando estaban con su padre. La principal hipótesis, que todavía está investigándose, indicaría que el padre podría haber acabado con sus vidas con la única voluntad de herir a la madre, que no ha cesado en su búsqueda desde la desaparición. El caso ha generado polémica también en torno al hecho de incluir este tipo de agresión en la violencia de género o no. Sin embargo, en las últimas semanas también se ha dado otro caso similar, esta vez en Sant Joan Despí, en que la madre acabó con la vida de su hija para herir al padre.

Este tipo de violencia se denomina violencia vicaria. La psicóloga Irene Giménez, miembro de Top Doctors especialista en violencia de género, y psicóloga del Institut Dra. Natalia Ribé, nos explica en profundidad qué mecanismos actúan en este tipo de agresiones, y cómo proteger a los niños en este tipo de situaciones.

¿Qué se define por violencia vicaria?

Es un tipo de violencia, tanto física como psicológica, en que una persona agrede a otra u otras, con el único objetivo de infligir dolor a una tercera persona.

Por desgracia, es un tipo de violencia específica vinculada en muchas ocasiones a la violencia machista, donde el padre utiliza a los hijos con la finalidad de causarle dolor a la madre. Va desde la instrumentalización de los hijos hasta su máxima expresión, que sería el parricidio.

¿Por qué suelen ser los niños las víctimas principales de este tipo de violencia, que se utilizan como “venganza” para hacer daño al otro progenitor?

En primer lugar es importante no perder de vista que en relación a la violencia en general, pero muy en especial a la de género, los niños no son meros observadores, son víctimas. En ocasiones primarias, en tanto que también son agredidos. Y, otras veces, secundarias.

Y es aquí donde se falla, planteando que los problemas o agresiones del padre a la madre son una cosa, pero que el derecho de un padre a ver a su hijx, es otra. Y no es así. Si la madre es víctima, el niño también lo es. Y, por tanto, hay que protegerlo.

Dicho esto, en los casos de violencia vicaria, los hijos se acaban cosificando. No son personas sino instrumentos, armas. El arma perfecta para matar a la madre… en vida. ¿Cuál es si no el mayor tesoro de una madre? ¿Con quién tiene más apego, más vínculo? ¿Hacia dónde se dirige el amor incondicional de una madre? Hacia los hijos.

¿Qué ocurre en la mente del agresor para decidir hacer daño a sus propios hijos?

Es importante tener en cuenta que, así como puede darse que un agresor presente una psicopatología asociada, no es condición sine qua non. Tampoco tiene por qué serlo el consumo.

En el caso de las niñas de Tenerife el problema es el machismo, ni más ni menos. La ira desmesurada, los celos irracionales, la falta de control de impulsos, baja tolerancia a la frustración y las creencias machistas sobre las que se sustentan las conductas del maltratador (“o eres mía o no eres de nadie”, “no puedes dejarme”, etc.).

¿Pueden prevenirse los casos de violencia vicaria, podemos “verlos venir”?

Aunque evidentemente no siempre podremos “ver venir” todos los casos, es importante destacar, como ya remarqué al inicio, que en relación a la violencia de género, los niños siempre son víctimas, siempre. Y, como tales, hay que protegerlos.

Otro punto clave que, por desgracia, a veces no es atendido como se debiera es el de las amenazas. Si alguien dice que va a hacer algo, hay que actuar siempre, hay que darle veracidad a la amenaza. Seguramente habrá muchos casos en los que solo sea eso, una amenaza, pero, ¿cómo saberlo antes de que ocurra? Debe imperar el principio de prudencia.

Y, por supuesto, debemos seguir invirtiendo mucho más en prevención y educación, ya en las escuelas, ya desde edades tempranas debemos educar en igualdad, igualdad real.

¿Por qué la violencia vicaria no está suficientemente condenada? En España, por ejemplo, no está incluida en el Código Penal y, en ciertas comunidades autónomas, tampoco se considera parte de la violencia de género.

Porque hasta ahora no se ha empezado a considerar su vinculación con la violencia machista, por lo que los hijos que viven este tipo de violencia, insisto, han estado y siguen estando muchas veces desprotegidos.

Para que este tipo de violencia se pueda condenar justamente hay que ser inflexibles con la violencia machista. Si el padre maltrata a la madre, no puede ser un buen padre. Es indisoluble.

¿Cómo podemos “concienciar socialmente” de que esto ocurre y que los niños son muy vulnerables?

Desde la educación, en escuelas, institutos, empresas. Y, muy importante, también a nivel del entorno de las víctimas. Ahí es hacia donde se deben también dirigir más esfuerzos de concienciación. Si ves violencia, debes denunciar. Si alguien te dice que sufre maltrato, créele. Y, sobre todo, debemos escuchar más a los niños.