La prevalencia del TDAH al final de la adolescencia e inicio de la edad adulta oscila entre el 4-6%. Se estima que el 60% de los niños diagnosticados de TDAH persisten a la vida adulta. Sin embargo, la evolución de los síntomas nucleares del TDAH (Déficit de Atención, Hiperactividad e Impulsividad) hacia la vida adulta es diferente.
Los síntomas de Hiperactividad disminuyen en la adolescencia y pueden llegar a desaparecer al inicio de la vida adulta, mientras que los síntomas de Déficit de Atención se mantienen y los de impulsividad, aunque se mantienen durante más tiempo que los primeros, pueden disminuir y causar menor interferencia en la vida adulta que en la infancia y la adolescencia.
En el inicio de la vida adulta se ponen de manifiesto de forma preponderante los déficits en la autoregulación emocional y en la planificación y organización de su actividad diaria de forma autónoma, (con flexibilidad y/o asumiendo adecuadas estrategias de adaptación al cambio).
Este hecho en la vida diaria el adulto joven supondrá en la mayoría de los casos, dificultades en mantener un trabajo estable o en seguir sus responsabilidades académicas debido a la dificultad en mantener una rutina y seguir hasta la consecución de un objetivo (“step by step). De igual forma, en los adolescentes con TDAH, a sus dificultades en la adaptación al cambio, y la frustración, se añade la menor flexibilidad cognitiva y emocional que existe ya en esta etapa, por lo tanto, con mayor probabilidad tendrán conflictos
en sus relaciones sociales e inestabilidad en sus relaciones sentimentales hacia la vida adulta. Además, debido a la impulsividad, disminuye aún más la capacidad de autoregulación emocional y tienen mayor probabilidad de implicarse en conductas de riesgo.
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