La muerte súbita: ¿cómo se evita en el deporte?

El Dr. Vicente de la Varga, traumatólogo y director del Centro Médico Deportivo CAMDE en Málaga, reflexiona sobre la muerte súbita y el desvanecimiento que el jugador danés Christian Eriksen sufrió durante el partido que enfrentaba a su selección contra la selección de Finlandia.

El desvanecimiento del futbolista Christian Eriksen durante el encuentro que enfrentaba a las selecciones de Dinamarca y Finlandia en la Eurocopa ha vuelto a poner sobre la mesa la problemática de la muerte súbita en los deportistas: sus causas, su prevención, sus consecuencias y su posible tratamiento.

En esta ocasión, y por fortuna, tuvimos un final feliz. Tras minutos de angustia, vimos como el futbolista se retiraba consciente y habiendo esquivado una muerte prácticamente segura, y es posible que pueda seguir con su vida profesional. Pero, ¿por qué en esta ocasión se esquivó el fatal desenlace que ya hemos vivido en otras ocasiones, como por ejemplo los casos de Antonio Puerta y Dani Jarque? La respuesta, es doble. Por un lado, que la causa de la parada cardíaca —todavía por conocerse— no fue lo suficientemente fuerte para detener por completo el corazón del mediapunta danés. Si la afectación hubiese sido más intensa, hoy en día, por desgracia no disponemos de herramientas para detenerla o revertirla. La segunda respuesta, es que el protocolo de resucitación —el propio término lo dice todo— funcionó perfectamente.

Este protocolo lo inició el capitán de la selección Simon Kjaer, que fue el primero en asistir a su compañero y en avisar a los servicios de emergencia de la gravedad de la situación. Kjaer, recostó sobre un lado a Eriksen, impidiendo que el jugador se ahogase con su propia lengua. Inmediatamente después, los servicios de emergencia del estadio funcionaron como un engranaje perfecto: mientras unos mantenían el aporte de oxígeno para que el cerebro no sufriese daños, otros iniciaban el masaje cardíaco para recuperar los latidos del corazón, consiguiendo su propósito con la ayuda de un desfibrilador. Tuvimos un final feliz. Eriksen abandonó el campo despierto y consciente, pudiendo hablar con sus compañeros desde el hospital el mismo día.

Dos reflexiones a tener en cuenta

De este suceso, podemos sacar dos reflexiones. En cuanto a las causas de la muerte súbita, a pesar de todo lo hablado y escrito, apenas se han producido avances en los últimos años. De hecho, ocho de cada diez causas son evitables si se realiza una evaluación cardiológica. Generalmente, se estima que, por encima de los 30 años, la causa más habitual es la cardiopatía isquémica, por una ausencia de riego sanguíneo en el corazón por una estenosis de las arterias coronarias. Por debajo de los 30 años, el origen suele estar en algunas cardiopatías congénitas que producen arritmias malignas al hacer ejercicio. Ambas causas se pueden descartar con un estudio ecocardiográfico y una prueba de esfuerzo. Con ellas, únicamente quedaría un 20% restante de aquellos sucesos en los que no se puede conocer la causa, y que no se pueden prevenir.

En consecuencia, sería lógico que todo aquel que se inicie en la actividad deportiva —independientemente de cual fuera— realizase ambas pruebas para descartar de esta manera un 80% de las posibilidades de tener sufrir una muerte súbita evitable. A su vez, sería también razonable que las instituciones deportivas —públicas y privadas— no escatimasen en esfuerzo y fondos para facilitar el acceso a estas pruebas. Especialmente, cuando se han realizado tantos esfuerzos para fomentar la práctica y cultura deportiva. Pero no, son prácticamente casos aislados aquellos en los que se realizan estas pruebas cuando se inicia la práctica deportiva, y muchas federaciones se conforman con un electrocardiograma basal como garantía de salud cardíaca, siendo esta insuficiente.

La segunda reflexión es respecto a la efectividad del trabajo de los equipos de emergencia. Evitar la muerte del jugador danés fue “sencillo”, sin requerir de grandes helicópteros sofisticados ni robots salvavidas, sino que el procedimiento está al alcance de cualquiera y es fácilmente reproducible. El primer paso, fue poner al jugador de lado, para evitar que el problema fuese a más, tirando de la barbilla hacia atrás evitando que se ahogase mientras llegaban los servicios de emergencia. En la vida cotidiana, esto sería realizar la maniobra y llamar al 112. El segundo paso, fue realizar el boca a boca, garantizando el suministro de oxígeno. El tercero, el masaje cardíaco, con un ritmo de 30 compresiones de tórax por cada insuflación de aire. Cada vez más, en numerosos centros y espacios públicos hay un desfibrilador semiautomático, que funciona únicamente poniendo los parches adhesivos en el pecho sobre la persona afectada, y el propio aparato informa con instrucciones audibles, si es necesario o no realizar una descarga eléctrica en el corazón.

Esto no parece complicado, pero, si te vieses en esa situación ¿te verías capacitado para hacerlo si pasa por ejemplo mientras ves el partido de tu hijo?

Al igual que la mayor parte de las cosas que pertenecen a la educación, es mucho más sencillo adquirir conocimientos y automatizarlos durante la infancia. Así pues, ¿por qué no incluir en los planes de estudio nociones básicas de primeros auxilios, reanimación cardiopulmonar o el uso del desfibrilador? Es probable que, haciéndolo sistemáticamente un par de veces al año, tal y como en un simulacro de incendio, adquiriésemos esos conocimientos para poder aplicarlos de una manera efectiva si fuese necesario.

Christian Eriksen volvió a nacer el pasado 12 de junio en la Eurocopa. No por suerte, sino porque las personas que lo atendieron sabían qué hacer en todo momento. ¿Por qué no deberíamos aspirar todos a tener la capacidad de hacer lo mismo?

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