Cómo saber si eres intolerante a la lactosa

Saber si una persona es intolerante a la lactosa puede resultar complicado, porque aunque existen síntomas aparentes, éstos no son suficientes para diagnosticar la intolerancia a la lactosa.

Por este motivo, hablamos con el Dr. Agustín Molins, especialista en Nutrición y dietética en la Clínica Dr. Molins, para conocer un poco más sobre la intolerancia a la lactosa y cómo podemos identificar los síntomas que nos pueden alertar para consultar con un profesional.

¿Qué es la intolerancia a la lactosa?

La lactosa es el principal azúcar que contiene la leche de forma natural. También la encontramos en los derivados de la leche, como el yogurt y los quesos, y acompañando a medicamentos como componente excipiente y a muchos alimentos ultraprocesados.  

El cuerpo utiliza una enzima que se llama lactasa para descomponer la lactosa en glucosa y galactosa, que son fácilmente asimilables en nuestro organismo. En este sentido, la intolerancia a la lactosa es un déficit de la enzima lactasa. Cuando no producimos suficiente lactasa, no se puede desarrollar la función de transformar la lactosa en glucosa y galactosa. Entonces, aparecen una serie de síntomas que veremos a continuación.

¿Cómo se desarrolla?

Las causas de aparición de la intolerancia a la lactosa son debidas al déficit de la enzima lactasa. Son variadas y las clasificamos en:

  • Congénita: Su causa es una mutación en un gen de la lactasa. Eso la convierte en inoperante y no puede desarrollar su función cuando ingerimos lactosa. Es muy rara y los recién nacidos con esta mutación tienen diarrea desde la primera exposición a la leche materna. Deberán evitar la lactosa de por vida.
  • Primaria o racial: Se produce una pérdida progresiva de la capacidad de producir lactasa y por ello, cada vez es más molesto tomar leche y derivados. Cuando aparecen los síntomas, evoluciona de forma progresiva y permanente. Se denomina racial, porque es más frecuente en afroamericanos, en los que puede aparecer a partir de los 2 años de edad.
  • Secundaria o adquirida: Suele ser causada por daño intestinal, bien sea en procesos de enteritis aguda bacteriana, por intervención quirúrgica o por tratamientos oncológicos, entre otras causas. Pasado el episodio, puede recuperarse la función normal en unas semanas, aunque a veces, es posible que el proceso se cronifique.

¿Cuál es la incidencia de la intolerancia a la lactosa?

En todo el mundo se estima que el 75% de la población tiene dificultades para digerir la lactosa que contienen la leche y sus derivados. Esta incidencia varía de forma geográfica. Los afroamericanos y los asiáticos, tienen una incidencia mayor, que alcanza a más del 90% de la población. En cambio, la incidencia en el noroeste de Europa en países como Holanda, Noruega o Bélgica no se acerca al 5%.

En España, se calcula una incidencia de entre el 19 y el 28%, pero debemos tener en cuenta que la aparición de la enfermedad es progresiva y por ello, hay muchos casos que iniciaron su déficit de lactasa, pero que todavía son asintomáticos. Si tenemos en cuenta las personas que ya iniciaron el descenso de la producción de lactasa, nos acercamos a cifras superiores al 50%.  

La intolerancia a la lactosa puede variar con la edad y, si bien los niños pueden sufrirla a edades tempranas, lo más frecuente es que con la edad, disminuya nuestra capacidad de sintetizar lactasa y con ello, aparezcan los síntomas.

Es importante reseñar que la intolerancia a la lactosa es distinta a la alergia a la leche. Cuando hablamos de alergia a la leche y derivados, estamos hablando de un problema de inmunidad que nos convierte en alérgicos a las proteínas de la leche, no al azúcar que esta contiene.

¿Qué síntomas pueden indicar un caso de intolerancia a la lactosa?

Entre 30 minutos y un par de horas después de tomar leche o derivados lácteos, suele aparecer un cuadro de malestar con:

  • Distensión abdominal
  • Dolores abdominales de tipo cólico
  • Diarrea
  • Gases y flatulencia
  • Náuseas y vómito

Este grupo de síntomas deben ser una alerta para consultar a un profesional de la salud para que pueda diagnosticar la intolerancia y orientarnos correctamente.

¿Cuánto dura la intolerancia? ¿Es crónica o temporal?

El déficit de lactasa congénito es crónico y dura toda la vida. El primario supone el deterioro progresivo desde la edad que aparezca y se mantiene para el resto de la vida. Sin embargo, la intolerancia adquirida suele durar unas semanas, incluso algunos meses, pero es recuperable con el tratamiento adecuado.

De esta manera, la intolerancia adquirida es temporal, mientras que la congénita y la primaria son crónicas.

¿Cuáles son los productos lácteos que tienen más lactosa?

La leche condensada es la que más lactosa aporta. La leche de vaca entera, por excelencia, es la que mayor contenido de lactosa aporta en alimentos poco procesados; un poco menos la leche desnatada. Le siguen los quesos frescos, los yogurts y gran variedad de quesos.

Sin embargo, en el otro lado de la tabla, con muy bajo contenido en lactosa, podemos encontrar quesos como el Gruyère, prácticamente exento de lactosa. El queso Cheddar, el Idiazábal, el Parmesano Reggiano, el famoso Tête de Moine (cabeza de monje), el Camembert, el queso Manchego curado, los quesos de cabra maduros y la Mozzarella auténtica de búfala están prácticamente exentos de lactosa debido a que en el proceso de elaboración pierden prácticamente la totalidad de la lactosa.

Es importante ver, en el etiquetado, que contienen la D.O. (denominación de origen), porque hay muchos quesos “falseados” en el mercado. Son quesos que suelen tener menos del 3% de lactosa en su composición y que, en pequeñas cantidades y acompañados de otra comida, suelen ser bien tolerados.

Respecto a los quesos, en general, debemos saber que los quesos, cuanto más grasos, menos lactosa contienen. Cuanto más maduro sea el queso, menor será la cantidad de lactosa, llegando incluso prácticamente a desaparecer como en el Gruyère. Los quesos elaborados con leche de cabra tienen menor contenido en lactosa.

¿Qué recomendaciones nos puede dar para las personas que sufren esta intolerancia?

En primer lugar, acudir a un profesional de la salud para que establezca el diagnóstico pertinente. Se realizan tres pruebas:             

  • Prueba de aliento para lactosa-hidrógeno
  • Prueba de tolerancia a la lactosa
  • Prueba pH de las heces

Una vez diagnosticada y descartadas otras patologías con síntomas similares, se deben eliminar los alimentos ricos en lactosa de nuestra dieta.

Nos debemos plantear dos opciones: la intolerancia crónica e irreversible y la intolerancia temporal. De entrada, en ambas situaciones debemos minimizar la lactosa de nuestra comida. Si bien en la primera deberá ser para toda la vida, en la segunda, suele revertir en unas semanas y podemos volver a tomar lactosa de leche y derivados lácteos.

Podemos recurrir a tomar lactasa, la enzima que nos falta, a través de comprimidos a la hora de ingerir lácteos. Ello evitará los síntomas clínicos de la intolerancia. 

Debemos aprender a encontrar fuentes ocultas de lactosa. Muchos alimentos procesados y ultraprocesados la contienen. Es fácil encontrarla en la cerveza, en el pan de molde, sopas, salsas, embutidos, algunos condimentos, caramelos, bollería industrial, etc. Suelen usarse para dar mejor palatabilidad o para conservar mejor estos alimentos.

No debemos olvidar que muchos medicamentos usan la lactosa como excipiente por sus propiedades de conservación de los medicamentos. En este caso, la cantidad es muy pequeña y no suele provocar ningún problema.

Se pueden consumir yogures de soja, bebidas de coco o almendras o leche deslactosada (sin lactosa), que no contienen lactosa.

Otra opción es recurrir a los alimentos sin lactosa o deslactosados. Son alimentos lácteos a los que se les ha añadido lactosa y ésta ya ha realizado su proceso digestivo.

En cualquier caso, la disminución de alimentos con lactosa de la dieta puede provocar déficits de calcio y de Vitamina D, Riboflavina y proteína. Estos déficits se pueden compensar con la toma de suplementos nutricionales u obteniéndolo de otras fuentes alimentarias como el brócoli, las espinacas, las almendras y los cacahuetes, evitando así un déficit de estos nutrientes.

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