Prevención precoz de problemas de aprendizaje: lo que el tiempo se llevó
Escrito por:A lo largo de vuestra trayectoria como padres, ¿cuántas veces habrás escuchado a profesores e incluso a psicólogos decir aquello de “el niño no tiene ningún problema de aprendizaje, solamente es inmaduro. Hay que darle más tiempo, ya madurará...”
¿Sabes cuántas veces lo he escuchado yo como neuropediatra? Lamentablemente, muchas, demasiadas. Y no únicamente en niños que todavía no han sido valorados por un profesional, sino en algunas ocasiones, incluso en aquellos que han sido diagnosticados.
Normalmente, el adjetivo “inmaduro” se utiliza como un termino no médico, impreciso, que no establece ni define la causa que lo origina. Normalmente, se utiliza este término para referirse a una persona que actúa como si tuviese una edad menor a la que realmente tiene, con conductas infantiles y que hacen que sea dependiente de otros adultos.
Inmanuel Kant, el histórico filósofo, define la madurez como la “incapacidad para utilizar la inteligencia propia sin la guía de otro”. Así, la inmadurez haría referencia a aquellos patrones de conducta que no son propios de la edad real y al nivel de inteligencia del menor.
Debe tenerse en cuenta que esta maduración de las distintas funciones cerebrales son esenciales para aprender correctamente. Así, las funciones que forman la inteligencia, modelan la conducta y regulan las emociones se alcanzan siguiendo una serie de patrones a lo largo de las distintas etapas evolutivas.
Un niño que, por algún motivo, no es capaz de seguir los procesos de aprendizaje al mismo ritmo de los demás, o que no se comporta o socializa como el resto de niños de su entorno, por definición, tiene un problema. En este contexto, la inmadurez no es una “variante de la normalidad” ni se corresponde con un término o diagnóstico médico concreto. Simplemente, será la consecuencia de un problema, que los profesores deben ser capaces de detectar para que los especialistas puedan diagnosticar.
En esta línea, ante todo aquel niño que presente las anteriores características, que parezca “inmaduro”, o si los padres o profesores detectan un comportamiento o un nivel de aprendizaje distinto al del resto de los niños, el primer paso será siempre preguntarse ¿por qué?
Causas que influyen en el neurodesarrollo
Las razones pueden ser muchas y variadas, y será el especialista en neurodesarrollo determinar cuál es el motivo a la vez que plantea una solución al problema. Entre las causas más habituales, se encuentran las siguientes:
- Trastornos específicos del aprendizaje: dislexia, discalculia, trastorno de la coordinación.
- Trastornos por déficit de atención con o sin hiperactividad (TDAH)
- Trastorno del espectro del autismo
- Retraso cognitivo
No se puede ignorar que entre un diez y un quince por ciento de los niños en edad escolar presentan algún tipo de trastorno del aprendizaje. Así, en una clase de 25 niños, entre dos y tres padecerán alguno de estos problemas. No obstante, antes de decir que un niño padece un problema de madurez, deben descartarse estos trastornos.
Sin embargo, ¿por qué no deberíamos esperar para actuar y solucionar el problema? En este caso, debe mencionarse la plasticidad cerebral en edades pediátricas, que ofrecen una oportunidad única de realizar un abordaje psicológico y/o pedagógico sobre las funciones cerebrales menos desarrolladas y que mejore el funcionamiento conductual, académico y social del niño. Tras este periodo de desarrollo, es posible que la oportunidad de cambiarla no llegue nunca.
En esta línea, “antes es mejor”. Debe quedar claro que las dificultades no desaparecen con el tiempo, sino que lo único que se consigue si no se actúa es poner en peligro el desarrollo social y emocional del menor que padece el problema.