Pedir o reprochar: ¿cómo expresar mis necesidades?

Escrito por: Ldo. Víctor Santiago Torrente
Publicado: | Actualizado: 19/12/2022
Editado por: Sofía Berrón

Existen muchas situaciones en las que sentimos que nuestra pareja o nuestros amigos no saben ver o satisfacer una necesidad que tenemos y acabamos molestos. Por ejemplo:

  • Es la enésima vez que me ves mal y no me dices nada.
  • Pero es que no tengo el don de la adivinación, no sé si te pasa algo
  • ¡Déjalo! Parece que no te importa, eso está claro.

Con este ejemplo podemos ver la diferencia entre lo que sería un reproche y una petición. Claramente lo que hacemos en este diálogo es un reproche, ya que solo deja claro que alguien está molesto por la actitud o conducta de la otra persona. Pero, ¿hemos reflejado la voluntad de que se repare? ¿Está de forma explícita la necesidad de la persona?

Muchas veces somos más hostiles o estamos más ansiosos para explicar qué nos está sucediendo y caemos en el reproche en lugar de pedir lo que necesitamos. Las emociones que nos guían nos hablan de un peligro, algo que nos puede dañar, pero también nos hablan de una necesidad que cubrir. Si hablamos desde esa emoción desregulada caeremos en reprochar, y si hablamos desde una emoción más regulada la podemos transformar en asertividad, todo mediante una petición.

En muchos casos es mejor mantener un diálogo después de haber reflexionado

 

¿Qué es reprochar?

Lógicamente, si tu intención es desahogarte y dejar rienda suelta a tus emociones puedes reprochar sabiendo la diferencia con respecto a expresar tus necesidades, aunque eso puede traeros a las dos partes más agotamiento mental y acabar en una discusión. No estamos exentos de reprochar o ser la diana de un reproche, pero está en nuestra mano poder usar otra fórmula.

Cuando reprochamos dejamos claro que hay un daño realizado o probablemente realizable, damos libertad a nuestro enfado o tristeza y hablamos en un tono que, lejos de ayudarnos, causa rechazo en la otra persona a quien nos dirigimos. Esto se acentúa especialmente cuando sentimos que, a menos que digamos el mensaje en voz alta y/o alterados, pueden arrollarnos o acabar peor parados.
 

¿Cuál es la importancia de los límites?

Los límites, en cierto modo, pueden considerarse peticiones, pero no siempre. Muchos límites lo son porque no cuentan con el permiso ni la aceptación de las condiciones por parte de la otra persona, simplemente implican un obstáculo por el cual no pueden pasar, quieran acceder a respetarlo o no. En otras palabras, muchos límites lo son porque no hemos pedido que se respeten sino porque no le queda más remedio a la otra persona.

Otros límites sí que pueden ser una petición, como, por ejemplo: “te pido que mañana me acompañes a ver a mi familia, necesito salir de casa” (limitamos un patrón que nos hace sufrir, pedimos una alternativa funcional, en lugar de reprochar que nunca se sale de casa).

 

¿Qué pasa cuando no sabemos expresar nuestras necesidades?

Cuando hablamos de necesidades pueden ser de distintos tipos: económicas, sociales, de cariño, sentimentales, materiales o de ocio. Sea cuales sea hay una premisa que debe quedar clara: siempre tienes derecho a pedir, ya que es la otra persona la que debe poner el límite si no puede o no quiere satisfacer nuestras necesidades. Tenemos tanto derecho a pedir como derecho a acceder o denegar la petición. No es algo que debiese ser castigado el hecho de pedir. Las firmas para buscar un cambio social son peticiones, no pueden ser castigadas, aunque sí denegadas.

Y no, no existe una conexión especial que garantice entender siempre las necesidades de la otra persona. Sí que hay persona que tienen más facilidad para detectar las necesidades ajenas (e incluso cubrirlas) pero eso no les hace más exigible el deber de darse cuenta de qué nos sucede y cubrir esas necesidades. Por esa misma razón, tampoco es reprochable no haberlo hecho, ya que no siempre vamos a saber qué sucede, y aun sabiéndolo, no siempre vamos a poder estar a la altura de las expectativas.

Es comprensible que expresar las necesidades nos haga vulnerables, nos haga conectar con la vergüenza, o con la humillación en algunos casos. Pero si esta es la razón para no pedir, el problema será trabajar estas sensaciones previamente, ya que la estrategia del silencio seguida del reproche (explícito o implícito) no suele funcionar, al menos no a largo plazo.

Debemos deshacernos de algunas premisas o mitos que circulan socialmente:

  • Los demás deben saber qué me sucede.
  • Al no hacer nada, es una clara prueba de que no le importa mi problema o no le importo yo no lo suficiente.
  • Su falta de actuación es voluntaria. Conoce mi problema y decide no hacer nada o empeorarlo.

 

¿Cómo aprender a pedir o expresar nuestras necesidades?

Entonces te preguntarás: ¿cómo debo expresarme entonces? Pues te voy a dar unas sencillas reglas que puedes ir practicando para darte a entender mejor:

  1. Selecciona las condiciones para comunicarte: no siempre es la mejor idea decir las cosas en caliente, a veces es mejor salirte de la conversación, proponer una pausa y regularnos hasta poder manejar las ideas mejor. Olvídate de la creencia de que todo debe resolverse en el momento, ya que de lo contrario será peor porque es una huida y las huidas no solucionan nada. Esa creencia explica muchas discusiones, en las que ambas partes van escalando su malestar y sus reproches.
    Quizá te convenga esperar un rato antes de hablar, una llamada de teléfono, quizá por la noche no sea buena idea, y merezca la pena esperar al día siguiente.
     
  2. Solo los hechos de este problema: ni interpretaciones ni acontecimientos del pasado relacionados. Asumir las intenciones no es un hecho concreto, pero decir que ha pasado una cosa que nos ha molestado sí es un hecho real.
     
  3. Explicar nuestros sentimientos: una simple mirada o gesto puede molestarnos, y no pasa nada. Decir que algo nos ha molestado es comunicar cómo nos sentimos, y eso es algo irrefutable. Tener motivos reales para enfadarse no es lo mismo que discutir si los sentimientos son los que son, ya que las emociones, por raro que parezca su origen, son indiscutibles.
     
  4. No culpar: nos responsabilizamos de cómo nos sentimos siempre, a pesar de cómo nos hayan influido. Si culpamos a los demás por cómo nos sentimos es caer en el reproche y fomenta reabrir la discusión.
     
  5. Petición pequeña y concreta: pedir “un cambio” no se asemeja a “cuando pase X necesito que hagas Y”. Ejemplo: “debes ser más ordenado” es más genérico que decir “cuando acabes el desayuno guarda en el lavavajillas la taza”.
     
  6. Resaltar las consecuencias positivas: dejar claros los beneficios mutuos o propios siempre beneficiará. Con el ejemplo anterior: “si me ayudas guardando la taza cuando acabes de desayunar tendremos la cocina más limpia para la hora de comer y me sentiré mucho más tranquilo/a y agradecido/a”. También puedes enfatizar las consecuencias negativas, pero suele dar mejor resultado de la primera forma.
     

Expreso mis necesidades pero nada cambia, ¿qué significa?

Las 6 recomendaciones anteriores no garantizan en absoluto que tus necesidades se cubran, pero sí aumenta mucho la probabilidad de que la otra persona entienda realmente qué necesitas y da más facilidad para que te apoye en lo que necesites.

La probabilidad de que nos satisfagan aumenta cuando respetamos estas premisas ya que sacamos la culpa y el reproche de la ecuación e introducimos instrucciones claras. Evidentemente nos pueden denegar una petición, pero ya hemos hecho un trabajo en regularnos y en conseguir que la conversación sea civilizada, sin alertar nuestros sistemas.
 

¿Cómo aprender a ser más asertivos?

A veces cuesta mucho conseguir regularnos y ser asertivos para pedir las cosas y salir del reproche. Muchas ocasiones de estas se deben a que conectamos con sensaciones bien arraigadas de hace mucho tiempo, y luchamos contra ellas de la manera en la que lo hicimos en el pasado, aunque no exista una amenaza igual o real en el presente.

Si te sucede esto conviene trabajar a nivel emocional con un especialista en Psicología para aprender a distinguir de dónde provienen estas emociones y cómo canalizarlas. La terapia EMDR funciona muy bien para poder aprender a desensibilizar y reprocesar estas emociones, lo cual nos facilita la entrada a desarrollar asertividad.

Por Ldo. Víctor Santiago Torrente
Psicología

El Ldo. Santiago Torrente es profesional de la Psicología en el ámbito sanitario, con experiencia tanto en pacientes adultos como en infantiles y adolescentes. Se graduó en la Universidad de Málaga y complementó su formación con un Máster en Tratamiento psicológico infantil y juvenil y en Psicología General Sanitaria.

En la actualidad trabaja como psicólogo en el Centro PsicoAlés, donde ofrece terapia psicológica a niños, adultos y parejas. Además, destaca por su especialización en terapia EMDR, terapia sexual y trastornos alimentarios

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