La trampa de la búsqueda constante de la felicidad

Escrito por: Carlos Mera García
Publicado:
Editado por: Leonor Santos Moreno

El 20 de marzo de cada año se celebra el Día internacional de la felicidad, y como es habitual, las redes sociales se llenan de mensajes motivadores: «¡Sé feliz todos los días!», «Persigue tus sueños y encontrarás la felicidad», «No dejes que los problemas te quiten la sonrisa».

 

Parece que, para ser considerados personas completas, debemos estar constantemente felices, y si no lo logramos, es señal de que algo estamos haciendo mal. Sin embargo, esta mentalidad, que podría parecer inofensiva, puede convertirse en una fuente considerable de insatisfacción y sufrimiento psicológico.

 

La peligrosa persecución de la felicidad

Al abrir Instagram, TikTok u otras redes sociales, es común ser bombardeado por imágenes de influencers mostrando vidas aparentemente perfectas: cuerpos atléticos, coches de lujo, casas impresionantes y relaciones idílicas, todo envuelto en sonrisas y una aparente «felicidad».

 

Es fácil caer en la trampa de pensar: «Con esa casa, yo también sería feliz» o «Si tuviera ese cuerpo, me sentiría más pleno». Sin embargo, lo que vemos en estos medios no es más que una versión cuidadosamente editada de la realidad, una idealización que aparte de reforzar la idea de que la felicidad es el estado “natural” y que depende de factores externos como el dinero, la apariencia o las posesiones materiales.

 

El problema surge cuando interiorizamos esta visión distorsionada de la felicidad. Empezamos a creer que la felicidad es el estado natural y deseado al que debemos aspirar constantemente. Esto nos lleva a pensar que, si no estamos siempre felices, algo está mal con nosotros o con nuestra vida. Pero esta suposición no solo es incorrecta, sino que puede ser muy dañina.

 

Las emociones, incluyendo la felicidad, son respuestas automáticas a estímulos que percibimos

 

La naturaleza efímera de las emociones

Las emociones, incluyendo la felicidad, son respuestas automáticas a estímulos que percibimos (ya sea en la realidad o en nuestra mente). Si alguien nos ataca, es probable que experimentemos miedo o enojo; si logramos algo importante, sentiremos alegría; y si perdemos algo valioso, es normal sentir tristeza. Estas emociones nos brindan información valiosa sobre nuestro entorno y nos ayudan a adaptarnos a las circunstancias que vivimos.

 

Todos pasamos por momentos buenos y malos. Incluso en las épocas más felices de nuestras vidas, es normal experimentar emociones desagradables como la tristeza, la ira o la ansiedad. Ningún estado emocional, por agradable o desagradable que sea, dura para siempre. Entonces, ¿qué sucede cuando creemos que deberíamos ser felices todo el tiempo? La búsqueda inalcanzable de esta felicidad permanente nos condena a la frustración y la insatisfacción.

 

Redefinir el objetivo: satisfacción en lugar de felicidad

Aceptar la realidad de que la vida tiene altibajos es clave para nuestro bienestar psicológico. La vida puede ser comparada con un valle lleno de montañas; a veces estamos en la cima y otras veces, en el fondo. Cuando estemos en lo alto, debemos disfrutar de la vista. Y cuando estemos abajo, es importante recordar que no hay nada de malo en ello, todos pasamos por momentos difíciles.

 

Lo que realmente importa es cómo afrontamos estos altibajos. En lugar de obsesionarnos con alcanzar una felicidad continua, deberíamos centrarnos en encontrar satisfacción a través de nuestras decisiones y acciones, independientemente de nuestras emociones momentáneas. La satisfacción no proviene de evitar o eliminar las emociones desagradables, sino de vivir de acuerdo con nuestros valores y objetivos, incluso en los momentos difíciles.

 

Al final del día, la verdadera paz mental se alcanza cuando podemos irnos a la cama sabiendo que hemos actuado de manera coherente con quienes queremos ser, sin importar en qué punto del valle nos encontremos.

 

Conclusión

El mensaje clave es que no debemos buscar la felicidad como si fuera un estado perpetuo, sino aprender a gestionar nuestras emociones y encontrar satisfacción en nuestras acciones cotidianas. La felicidad es solo una de las muchas emociones que experimentamos a lo largo de la vida, y no debería ser nuestra única meta.

 

En lugar de medir el éxito personal por la cantidad de momentos felices que acumulamos, podríamos enfocarnos en la satisfacción que proviene de saber que estamos viviendo una vida plena, con todos sus altibajos.

 

Aceptar que la vida no siempre será perfecta y que las emociones desagradables también forman parte de la experiencia humana es el primer paso hacia una mayor resiliencia y bienestar psicológico. Ante cualquier duda, es esencial consultar con un especialista con experiencia. 

Por Carlos Mera García
Psicología

Carlos Mera García es especialista en Psicología con orientación de base cognitivo-conductualEn su terapia también combina procedimientos y enfoques de tercera generación, como la terapia de aceptación y mindfulness. 

Por otro lado, realizó un Máster en Intervención psicológica en crisis, catástrofes y emergencias por la Universidad Autónoma de Madrid. Por esta razón, ha colaborado con organizaciones como la Cruz Roja y trabaja también con aspectos psicológicos como el duelo y el estrés postraumático.

Además, participa como docente en talleres de autocuidados psicológicos y de prevención del suicidio con estudiantes de Enfermería de la Universidad Complutense de Madrid.

Actualmente lleva a cabo su labor clínica en su despacho privado en el centro de Madrid

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