La serenidad: ¿qué es y por qué es importante?
La serenidad es un estado físico y mental que nos permite una actitud adecuada y autoprotectora ante lo que nos ocurre. Se identifica con sensaciones de calma, capacidad para observar cómo estamos respirando, capacidad para analizar la información con claridad, pensamientos ajustados al tema y a la situación que estamos abordando, sensación de capacidad para tomar decisiones y para asumir las consecuencias de esas decisiones.
Es importante conocer en qué medida somos capaces de mantener la serenidad y ante qué circunstancias podemos perderla. Anticiparse, conociéndonos, y conociendo las características de los eventos y circunstancias que nos alteran, facilitará un mejor y mayor control de las situaciones, nos prepara ante ellas.
También es importante reconocer cuándo estamos realmente serenos y cuando sólo nos lo parece. Se puede aprender a reconocer el estado de calma real por las sensaciones físicas y el estado mental. Esto se hace entrenando y reconociendo identificadores de calma cuando estamos tranquilos de verdad, de manera que se pueda chequear, en otras circunstancias, el grado de relajación y control mental del que disponemos. Si nuestro estado no es el más sereno, es mejor posponer la toma de decisiones. Saber parar cuando el momento, el lugar y nuestro estar no son los más adecuados, es otra habilidad importante en el manejo de la serenidad. Es fácil caer en la trampa de que cuanto antes se hace algo, mejor, o de que hacer algo es mejor que no hacer nada. Bueno… a veces sí y a veces, no; podemos tener serenidad pero quizá no sea el mejor momento, ni el mejor lugar para intervenir, o es el mejor momento y lugar pero no lo es nuestro estar. Mejor, parar.
El control de los sentimientos y la serenidad se retroalimentan; a mayor control, más capacidad de serenidad y viceversa. Entrenar serenidad cuando no nos está ocurriendo nada, cuando estamos bien, es una manera de incrementar progresivamente la calidad de nuestro estar habitual y de facilitar una mejor actitud ante lo imprevisto.
Mantener la serenidad ante estímulos
Algunas formas de vidas estresantes, competitivas, aceleradas, sobrestimuladas y las emociones, como la tristeza, la ira o la euforia hacen más difícil un estado de serenidad.
La culpa, especialmente, es un sentimiento que mantiene una actitud errónea y dañina para quien la padece y paraliza la capacidad de cambio y la toma de decisiones adecuadas. La resolución de la culpa requiere de un análisis preciso de las circunstancias que la mantienen activa para poder, progresivamente, neutralizarla.
Además de las muchas técnicas de relajación y de control mental que existen, se pueden tener en cuenta las actividades que nos desestresan, el tipo de ocio y de uso del tiempo libre que compensan el exceso de velocidad, competitividad y estrés de la vida cotidiana. Cada persona conoce en mayor o menor medida qué tipo de actividad es la más adecuada para ella, qué tipo de actividad acerca a la serenidad y cual nos aleja de ella.
Cuando el exceso de malestar impide tener acceso a esas actividades desestresantes o al aprendizaje de técnicas de relajación y de control mental, es importante pedir ayuda profesional. Si desea más información, consulte con un especialista en Psicología.