La disfunción familiar, un obstáculo para el correcto desarrollo de sus miembros
La familia constituye un sistema dinámico y flexible de interrelaciones afectivas entre los miembros que la forman. Se trata del ámbito donde se establecen los primeros vínculos y donde también podemos encontrar las principales disfunciones.
Conflictos, trastornos emocionales y problemas de conducta son las principales consecuencias de las disfunciones familiares. Veamos algunas de la disfunciones más frecuentes:
Disfunciones en los roles
En algunos casos, el progenitor adopta una actitud de liderazgo y abusa de su poder económico y físico para controlar al resto de familiares, a menudo a través de la coacción y las amenazas.
En otros, existe una alianza entre un progenitor y un hijo que se sitúan en una posición de enfrentamiento respecto al progenitor dominante.
Esta situación es doblemente negativa y perjudicial para el hijo, pues deberá hacerse cargo del bienestar del progenitor “débil” que ha establecido la alianza con él, perdiendo así la protección que debería recibir de este progenitor, y a su vez perdiendo la protección del otro progenitor, con quien se crea una relación de rivalidad y un claro distanciamiento afectivo.
También existen familias en las que el hijo asume las responsabilidades de unos padres débiles o inmaduros.
En algunos casos, el niño o adolescente resuelve problemas y asume responsabilidades que no le corresponden por edad y de los que deberían hacerse cargo sus padres (asumir el peso principal de las tareas domésticas, del cuidado de hermanos menores, vigilar que los padres no beban tanto, etc).
Problemas de comunicación
No escuchar o huir del tema hablado, impidiendo que el otro miembro pueda acabar de expresar lo que realmente quiere comunicar, conforman un seguido de actitudes comunicativas destructivas que pueden dar lugar a muchos problemas psicológicos.
En algunos casos, el problema puede limitarse a la falta de habilidades sociales básicas por parte de los miembros de la familia, como respetar el turno de palabra, dejar terminar la frase al otro, empatizar con los sentimientos y necesidades de los demás, etc.
En otros, el problema es más de fondo y lo que realmente no tolera la familia -el miembro dominante de la familia- es que se hable de temas que podrían sacar a la luz situaciones injustas u otras disfunciones familiares.
Límites a la emancipación
Generalmente, en las familias disfuncionales aparecen amenazas ante la existencia de ideas contrarias o de relaciones afectivas fuera del núcleo familiar. De hecho, cuando algún miembro de la familia intenta independizarse, el resto de familiares presionan obligándolo a renunciar.
En estos casos es común que la familia se manifieste claramente en contra de amigos, parejas, estudios o trabajos que puedan alejar a alguno de sus hijos, especialmente si este hijo realiza funciones de “salvador” cuidando del resto de miembros y moderando en los conflictos latentes.
O bien, cuando su papel es de “chivo expiatorio”, es decir, aquel miembro que expresa en forma de síntomas (adicciones u otros problemas mentales o adapatativos) las tensiones familiares, tapando así los graves problemas personales o de relación dentro del núcleo familiar, y creándose una complicidad más o menos inconsciente entre el resto de familiares para mantener el foco de atención en el “problemático”, a quien se atribuyen todos los problemas y sufrimiento de la familia.
El clima afectivo en la familia: una variable de gran influencia
Existen familias que utilizan comportamientos agresivos y actitudes propias del chantaje emocional, discutiendo sobre hechos de escasa importancia y evitando afrontar aquellos problemas y sentimientos que realmente los afectan. De esta manera, el clima afectivo puede llegar a ser, por sí mismo, una disfunción familiar.
En cualquier caso, los miembros de una familia disfuncional suelen reproducir pautas de comportamiento que son el resultado de sus experiencias dentro de la estructura familiar de origen. Esto tiende a reforzar un comportamiento disfuncional y, en general, la unidad familiar se verá afectada por cualquier nuevo factor estresante, como la aparición de un problema económico, una enfermedad o la incorporación de nuevos miembros, entre otros.
No obstante, una disfunción siempre tiene dos lados, puesto que no deja de ser una mala manera de resolver las tensiones familiares. Para que alguien domine, alguien debe dejarse dominar. Cuando uno asume la responsabilidad del resto, también consigue un poder sobre ellos.
Por tanto, cuando se intenta tratar una disfunción familiar, aparecen siempre importantes resistencias iniciales por el temor de algunos de sus miembros de perder los privilegios o seguridad que la disfunción les proporciona.
Al final, sin embargo, si se consiguen implantar relaciones funcionales, es decir, sanas, siempre sale reforzada toda la familia, como “equipo” y hay una mejora importante en la calidad de la relaciones afectivas y la confianza entre sus miembros. Y por tanto, un menor riesgo de trastornos psicológicos.