Cotilleos chismes y rumores

Escrito por: María Gallego Blanco
Publicado:
Editado por: Albert González

Se calcula que al menos el 60% de las conversaciones de adultos van sobre una persona que no está presente y, muchas veces, de una manera maliciosa.

 

A pesar de que sepamos que no estamos obrando bien, en numerosas ocasiones, parece que no podemos evitar el cotilleo. Nos sentimos atraídos por la vida y andanzas de los demás, movidos a opinar y a discutir sus errores y debilidades, muchas veces dando pie a que circulen informaciones falsas, no contrastadas o que no deberían airearse.

 

Aunque tendamos a no considerarlo un fenómeno importante, no se trata de un tema banal ya que por estos cotilleos se puede ver afectada la reputación de una persona, violar su intimidad, engañar, romper relaciones, crear enemistades, etc.

 

Empecemos por algo básico: ¿Dónde está la frontera entre hablar y cotillear?

Hablar es una forma de expresar nuestros pensamientos, nuestros sentimientos, experiencias e ideas a la gente que nos rodea.

 

No obstante, ¿está mal (o es malo) hablar sobre otras personas? Depende. No siempre. Veamos la diferencia continuación.

 

No hay nada malo, por ejemplo, en que les digas a tus amigos: "me encanta coincidir con mi amiga fulanita (María, por poner un nombre cualquiera) porque es ocurrente y lo paso bien con las cosas que dice”. ¿Y por qué no es malo? porque esas palabras no hacen daño a nadie.

 

El problema surge cuando dices cosas con mala intención, cuando cuentas cosas de otras personas que no estás seguro que sean ciertas, o desvelas información íntima que sabes (o crees) que debería mantenerse en secreto, porque ahí sí estás cotilleando.

 

Imaginémonos que viste a una persona (a la que conoces) hacer algo que te llamó la atención y te preguntaste si tendría algún problema. No hay absolutamente nada de malo en preguntarse ese tipo de cosas, pero, ¿y si empiezas a contarle a los demás (a la gente de tu círculo) que crees que esa persona tiene (o puede tener) problemas del tipo que sea o entras a valorar negativamente su forma de actuar o afrontar sus responsabilidades sin conocer la realidad, equivocándote. Sin ir más lejos, imagínate que lo que dices es falso, que te estás equivocando por completo.

 

Antes de que te des cuenta, todo el mundo (o mucha gente) empezará a hablar de que fulanita tiene problemas y a imaginarse el tipo de problemas que tiene (que serán falsos, además).

 

Así, lamentablemente, funcionan los rumores. Sin entrar en particularidades, y generalizando, si dices cosas que no dirías delante de la persona, estás cotilleando o (para ser más exactos en el caso que acabo de poner como ejemplo) propagando chismes.

 

¿La Psicología ha estudiado estos temas?

Sí. Los rumores y los cotilleos son fenómenos muy estudiados por la Psicología social desde hace décadas, y ha habido muchos investigadores que han analizado cómo nacen, cómo se difunden y qué efectos tienen.

 

¿Qué diferencias hay entre rumores y chismes?

Un rumor es una afirmación general que se presenta como verdadera sin que existan (o tengamos) los datos concretos que permitan verificarla. De hecho, lo más peculiar del rumor es la facilidad con la que circula sin ninguna prueba que lo sustente.

 

Un rumor es una afirmación general que se presenta como verdadera.

 

Cuando se vincula una mala intención al rumor hablamos de chisme. Un chisme suele pretender enfrentar, o predisponer, un enfrentamiento contra alguien. Y a veces es simplemente algo negativo que se murmura de alguien.

 

Algunos ejemplos para que se entienda mejor:

  • “Qué mal le queda el pantalón a fulanita”.
  • “Mira qué pintas lleva menganita”.
  • “Menganita es una mala madre porque no se ocupa de su hijo”.
  • “Seguro que fulanito tiene problemas de pareja por esto o por aquello”.

 

Como dato curioso, los chismes, muchas veces, terminan convirtiéndose en noticias (no hay más que hacer algún repaso a alguna noticia de las revistas del corazón, por ejemplo), una vez se corroboran.

 

¿Hay diferencias en función del sexo en cotilleos o chismes?

Se han llevado a cabo diferentes estudios en relación con todo esto y con distintos resultados.

 

Por ejemplo, un estudio del Dr. Jeffrey Parker encontró que entre preadolescentes se chismea un promedio de 18 veces cada hora, invirtiéndose hasta el 50% del tiempo en chismes, en los cuales es tres veces más probable chismear sobre personas del propio sexo que de personas del sexo contrario.

 

Según este estudio las diferencias por género reflejan que las niñas hablan más de todo el mundo, incluyendo hablar sobre los varones populares (o los que les gustan) en tanto que los varones son más parcos entre sí.

 

En general, y en relación con los casos que llegan a la consulta (al menos en mi caso), es mucho más habitual ver a niñas, adolescentes y adultas que se sienten angustiadas y afectadas por problemas de este tipo. Y aunque con menor frecuencia, recibo a niños (o a adultos varones) que relatan problemas derivados de este tipo de formas de proceder en la relación con gente de su mismo sexo.

 

¿Las mujeres, entonces, son más cotillas?

Por lo general sí, y los problemas derivados de todo esto los encontramos a diario en las consultas. A pesar de ello, el siguiente consejo (que yo creo que va a sonar claro y contundente) es válido tanto para hombres como para mujeres:

 

Si quieres que los menores que te observan (sean tus hijos no no) no sean cotillas, dales buen ejemplo y ten cuidado cuando abras la boca.

 

¿La variable de la edad influye?

La variable edad también ha sido estudiada. En un estudio con 384 preadolescentes se identificó el chisme como los comentarios que se producen sin la presencia de la persona referida y fueron considerados como algo inapropiado. Sin embargo, el escepticismo sobre la credibilidad fue mayor en jóvenes que en personas mayores, sugiriendo que el criterio de dudar sobre el contenido disminuye con la edad.

 

Por ello, a mayor edad mayor credibilidad sobre el chisme

Este estudio sugiere, por lo tanto, que los preadolescentes parecen tener una comprensión mayor sobre las limitaciones de credibilidad del chisme, que las personas mayores.

 

¿En los pueblos, o aldeas, la gente es más cotilla que en las ciudades?

No. El entorno en el que vives no predispone a criticar. Eso depende de la propia persona.

 

¿La gente cotilla cree que lo es?

No. No suelen tener esa percepción y generalmente no lo reconocen. Es curiosísimo. Tampoco suelen darse cuenta de que, sin querer, (al cotillear) revelan mucho de sí mismos. Vamos a referirnos a un par de cosas:

1. Un día te tocará a ti ser la víctima.

2. Por extensión te están alertando de que no son dignos de tu confianza, por lo que no deberías hacerles confidencias.

 

“Ya, pero a esa persona le caigo bien”, dirá alguno

Sí, e incluso a lo mejor esa persona te aprecia, pero si un día siente la necesidad de hablar, ten en cuenta que puede cotillear, inventar o difundir información cierta o falsa de ti.

 

Volviendo a los rumores ¿De qué factores depende el rumor?

Se ha investigado mucho sobre este tema. Allport y Postman, por ejemplo, propusieron una proporcionalidad matemática para definir al rumor:

 

(Rumor) es proporcional a (Importancia) x (Ambigüedad)

 

Y al respecto escribieron:

“Traducida en palabras, la fórmula significa que la cantidad del rumor circulante variará con la importancia del asunto para los individuos afectados, multiplicada por la ambigüedad de la prueba o testimonio tocante a dicho asunto.

 

La relación entre importancia y ambigüedad (añadieron) no es aditiva sino multiplicativa, puesto que con importancia o ambigüedad igual a cero, no hay rumor”.

 

Ejemplos:

Mucha ambigüedad pero nada de importancia: qué suba el precio del periódico en Oslo para los españoles.

Mucha importancia pero no ambigüedad: el monto de la una herencia que recibirá una familia, conocido por todos sus miembros.

 

Al margen de esto último, lo importante es que establecieron que el tema del rumor debe revestir cierta importancia, tanto para quienes lo transmiten como para los que lo escuchan. Además, los hechos que se rumorean deben ser un tanto ambiguos, es decir, susceptibles de diversas interpretaciones.

 

Ahora bien, una noticia puede ser muy importante y al mismo tiempo muy ambigua, pero sin embargo el rumor no corre, con lo cual (estrictamente hablando) no se cumple la ley básica del rumor.

 

¿Por qué? Porque hay condiciones que inhiben la circulación de los rumores. De entre ellas, la que más me gusta es una que descubrieron gracias a estudios llevados a cabo con estudiantes de Psicología.

 

Allport refirió que algunos estudiantes, al darse cuenta que estaban en presencia de un rumor, preocupados por no incurrir en un modo de proceder no científico, no se hicieron cómplices de su circulación.

 

Por ello, y según Allport, el estudio científico de los rumores y su difusión ayuda, a formar personas prevenidas contra tales actitudes.

 

De igual modo, quiero pensar que esta información que estoy transmitiendo va a ayudar a que nos lo pensemos dos veces cuando alguien nos cuente un chisme y no lo transmitamos.

 

Cualquier necesidad humana puede impartir movimiento a un rumor.

 

¿Se sabe algo acerca de las causas que lo originan?

Cualquier necesidad humana puede impartir movimiento a un rumor. Muchas veces el odio, o la envidia, por ejemplo, están detrás de falsas acusaciones o de calumnias.

 

Allport y Postman, de los que acabamos de hablar, señalaban que un gran tráfico de rumores surge de algo tan poco complicado como el deseo de una conversación interesante y el disfrute de un chisme picante o poco usual. En ocasiones, esto lo digo yo, la gente realmente habla por hablar, me refiero a que cotillea por no estar callada a la hora de inventar chismes.

 

Además, sabemos (y esto sí está probado) que una persona se inclina más a recordar y a extender un rumor si este le sirve para aliviar, justificar y explicar sus propias tensiones emocionales.

 

La gente a quien desagrada cierto tipo de personas, por ejemplo, recordará y repetirá rumores dañinos para esos grupos. Y no solo eso, sino que se ha comprobado que el hecho de que los rumores sean distorsionados o no, e incluso la posibilidad de que se transmitan, parece también depender del nivel de ansiedad de aquellos que los escuchan.

 

A mayor ansiedad, mayor posibilidad de difusión del rumor. Por otra parte, esto lo añado yo, cuanto menos tiene la gente que hacer más cotillea, y difunde rumores, siendo este asunto inversamente proporcional a las ocupaciones que uno tiene.

 

Cuanto más ocupada está la persona, menos tiempo dedica a ese tipo de actividades. Asimismo, (y esto sí se ha comprobado) podemos decir que los rumores sólo avanzan a través de personas con mentalidades semejantes, ya que en un ambiente demasiado heterogéneo, con pocos puntos en común e intereses diversos, tenderán a desaparecer.

 

¿Cuáles son los rumores con mayor probabilidad de propagarse?

Un buen rumor (por bueno quiero decir transmisible) debe tener varias características, de las cuales me parecen importantes el hecho de que:

  • No debe ser muy extenso ni complejo.
  • Debe ser fácil de emitir y retener.
  • Debe adaptarse a temas que interesen.

 

Y esto es importante porque, a medida que los rumores van pasando de boca en boca, van perdiendo palabras y detalles, acortándose.

 

En concreto los experimentos que se han llevado a cabo demuestran que alrededor del 70% de los detalles quedan eliminados en el curso de 5 o 6 transmisiones de boca a boca.

 

¿Qué podemos hacer cuando alguien intente cotillear con nosotros?

Lo primero, preguntarnos por qué y para qué nos cuenta eso. A veces será posible preguntárselo a la propia persona. Otras veces, en cambio, no conviene. Sea como fuere, ya hemos visto que el cotilla se retrata a sí mismo.

 

Pero lo verdaderamente importante (y el punto al que quiero llegar hoy) es la consideración de que no transmitamos cotilleos, chismes o rumores a nadie (aunque no los hayamos inventado nosotros) porque ya lo dice el dicho: para una boca chismosa se necesita una oreja chismosa.

 

Creo que nadie debería decir “por detrás”, clandestinamente, nada que no pueda decir en presencia de la persona a la que se refiere. ¿Quieres saber algo? Pregunta. ¿Quieres criticar? Critica o argumenta (eso no es malo) pero siempre por delante. El tema es que el cotilla no suele atreverse cuando está frente a su víctima.

 

Si a la persona le dolería escucharlo, mejor no lo digas. Piensa lo que quieras (que le queda mal el pantalón, por ejemplo), pero no lo digas a no ser que sea estrictamente necesario. Así de fácil.

 

¿Hay algún caso en el que el cotilleo tiene algo de positivo?

Ayer leía que el cotilleo tiene mala prensa, pero también tiene algo positivo. Cuando compartir información sobre la reputación de la gente se convierte en una conducta prosocial, como cuando una persona advierte a otra de los peligros que puede correr al tratar con un determinado amigo, colega, o conocido cuya personalidad es complicada o tóxica.

 

Y siempre y cuando la información sea pura, no sesgada con mala intención. Finalmente, para terminar, os voy a dar un par de consejos:

  • La primera es la máxima de alguien a quien quiero y aprecio, que tiene una visión muy práctica de la vida y suele decir: “Rodéate de las personas que te hacen feliz. Las personas que te hacen reír, que te ayudan cuando lo necesitas. Las personas que realmente se preocupan. Ellos son los que vale la pena tener en tu vida. Todos los demás, están de paso”.
  • La segunda, (es de cosecha propia) procura que esas personas sean buenas personas e intenta, en eso, parecerte a ellos.

Por María Gallego Blanco
Psicología

María Gallego Blanco es licenciada en Psicología, con amplia experiencia en edad pediátrica y adultos.

Durante sus años de formación y colaboración en el Departamento de Pediatría del Hospital Clínico de Santiago de Compostela, su actividad en la Unidad de Paidopsiquiatría se desarrolló en el área de consulta, hospitalización, elaboración de informes psicológicos jurídico–periciales y asesoramiento clínico y psicopedagógico a varias unidades y servicios del Departamento. Fundamentalmente en el Servicio de Neuropsicología pediátrica, Unidad de endocrinología, crecimiento y nutrición pediátrica, Unidad de trastornos metabólicos, Unidad de Gastroenterología y Hepatología y Nutrición pediátrica, Unidad de Hematología y Oncología pediátrica y Pediatría general.

De este modo y, puesto que también trabaja con adultos al margen de la práctica psicoterapéutica en el área de pediatría, a lo largo de los últimos 20 años ha realizado la evaluación e intervención de casos que engloban los problemas y trastornos más frecuentes en psicoterapia: de ansiedad, depresivos, de personalidad, patología específica pediátrica, terapia de pareja, trastornos de alimentación, patología ligada a enfermedades crónicas (oncología, diabetes...).

Colabora todos los lunes a las 12:30 en el  programa de EsRadio Galicia, donde tiene el 'Espacio de psicología con María Gallego'.

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