¿Cómo afecta el aislamiento a las personas mayores?
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¿Qué supone para una persona mayor no poder recibir visitas de sus familiares?
Cada uno de nosotros necesitamos del contacto afectivo y de la compañía de las personas a las que queremos y que nos quieren; especialmente con la llegada del coronavirus, que nos deja estos momentos tan particulares y de tanta incertidumbre.
Por suerte, la mayoría de nosotros hemos entrado en esta cuarentena acompañados de nuestras familias, pero existe un colectivo considerado de altos riesgo que no: el de nuestros mayores.
Debido a las circunstancias, las autoridades han aplicado la excepción preventiva del aislamiento para, en la medida de lo posible, garantizarles su pervivencia Ya vivan solos en sus domicilios o en recursos residenciales, se les recomienda no recibir visitas.
La distancia, como medida de prevención y de obligado cumplimiento en la actualidad, provoca sentimientos variados según la salud, situación, historia y personalidad de cada uno. Pero en general, es la preocupación sobre el futuro, que en este momento se hace incierto para todos, el sentimiento más común... También el temor por la salud y la vida, propia y ajena, aparece de forma más intensa cuando nuestros seres queridos no nos acompañan.
La tristeza aparece debido a la distancia de sus fuentes de afecto, de la falta de contacto físico como el abrazo, que calma y alivia. Ahora lo tenemos que sustituir por un abrazo simbólico, telefónico o telemático, por el que seguro también van a sentirse acogidos.
No olvidemos que nuestros mayores, por edad, pertenecen a una generación con duras vivencias históricas y pérdidas naturales a lo largo de su ciclo vital. Esto les ha provisto de recursos para afrontar, posiblemente, más fortalecidos que algunos más jóvenes, esta situación dura, incierta y restrictiva.
¿Cómo podemos ayudar a nuestros mayores en la distancia para que se sientan mejor?
La familia es el principal soporte social del mayor. Cuando la proximidad está restringida por medidas cautelares, tenemos que recurrir a otros medios para seguir mostrándoles el apoyo, valoración y afecto que tanto necesitan, particularmente en esta especial situación.
Las tecnologías, para quién disponga de ellas, tienen un papel sustitutivo relevante y nos acercan visualmente en ambas direcciones. Imagen y palabra posibilitan la sensación de proximidad que provisionalmente quedó interrumpida, permitiendo mantener la calidad afectiva de las relaciones. El teléfono viene a cumplir similar papel, nos permite mantener la comunicación con la que intentaremos transmitirles serenidad y seguridad.
Es recomendable sugerirles que, sin dejar de estar informados, no estén demasiado pendientes de las noticias (en las que ante desgraciadas situaciones se pueden sentir identificados y provocarles un lógico temor).
También podemos aprovechar para contarle anécdotas derivadas de esta especial convivencia y favorecer que nos cuenten sus historias estimulando los recuerdos gratos. Reconocerles las fortalezas que pudieron mostrar en otros momentos vitales complicados.
Alentarles a que sustituyan los paseos que compartían con nosotros por actividades caseras o ejercicios que no les impliquen riesgos físicos. Invitarles a que realicen tareas que puedan sernos útiles y que a ellos les hagan sentirse válidos, hacerles partícipes de pequeñas o importantes decisiones.
Escucharles nos permitirá conocer cómo se encuentran, cómo se adaptan a las ausencias, sus problemas cotidianos y, en caso de percibirles frágiles por el aislamiento, implementar las medidas necesarias para evitar que se quiebren psíquicamente.
Nuestra sorpresa pude ser que, como la actividad y hábitos de nuestros mayores que viven solos o con sus parejas, se han visto menos alterados que los nuestros, estén más tranquilos que nosotros y acaben siendo ellos quienes acudan a apoyarnos y alentarnos en este incierto tiempo de espera.